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Aquí se habla de mi esposa

Hace unos días estuve en Mérida, pues el Cabildo de la bella ciudad me hizo un reconocimiento. El H. Ayuntamiento, encabezado por el señor alcalde don Mauricio Vila Dosal, me entregó un bello diploma en un acto para mí lleno de emoción.

Conmigo estuvo mi esposa María de la Luz. Al día siguiente fuimos invitados a un desayuno al cual asistieron, periodistas, académicos e intelectuales. Entre ellos estuvo don Pedro F. Rivas, escritor y poeta. Ayer me envió el texto que publicó al respecto. Lo transcribo a modo de agradecimiento:

 “Hace más o menos medio siglo (en ese lapso qué importa cuánto más o menos) escuché en Querétaro una conferencia que me dejó gratamente impresionado para la vida. El disertante fue un joven y espigado periodista cuyo nombre se me quedó grabado: Armando Fuentes Aguirre.

He seguido su trayectoria a través de sus artículos periodísticos, sus libros y algunas de las conferencias que nos ha obsequiado en Mérida. Admiro su sapiencia y la amenidad que imprime en lo que dice y escribe pero, sobre todo, su capacidad de síntesis que le permite motivar a la reflexión con pocas palabras.

Con esos datos formé mi propia idea del intelectual, el académico, el humorista y el escritor de excepción, pero mi sueño era conocer directamente al ser humano sobre el que se habían construido todas esas facetas. La vida y la gentileza de mis amigos José Luis Martínez, Felipe Ahumada Vasconcelos y Armando Villarreal me permitieron la realización de ese sueño.

En un desayuno y su sobremesa, sin límite de tiempo, ese contacto tan deseado se dio mediante un diálogo elevado a las grandes alturas de la naturalidad y la sencillez. (No sé por qué cuando se habla de sencillez algunos la tratan como un descenso de nivel, cuando es una de las más altas cualidades de la sabiduría).

Catón asistió acompañado de su esposa María de la Luz –Lulú–, una gran mujer con la que lleva casado 52 años. Sospecho que esa mujer, bella, inteligente y con sentido del humor (cualidades que no siempre se conjugan y a las que la señora añade la virtud de la modestia) tiene mucho que ver con el hecho de que un señor de tal fama mantenga los pies en la tierra.

Todos los presentes dijimos y escuchamos, cada quien a su tiempo, cosas de la vida, de todo y de nada. Armando Fuentes Aguirre conversó como uno más. No pretende ni tiene la necesidad de imponer su categoría: se impone sola. Así empecé a conocer al ser detrás del quehacer; al hombre sabio, apegado a la familia, inquieto amante de la vida. Digo ‘comencé’ porque me propongo continuar, aun a larga distancia ese contacto que apenas inició gracias a los amigos que me ayudaron a cumplir un sueño”.

Agradezco a don Pedro los generosos conceptos que me dedicó, pero más le agradezco los que escribió acerca de mi esposa. Debo decir, no obstante, que conmigo se alargó demasiado, en tanto que con ella se quedó muy corto.