Apretón…

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Apretón…

El siguiente aforismo es de sobra conocido y nos retrata, nos sigue retratando de cuerpo entero: cuando a Estados Unidos le da un resfriado a México le da pulmonía. Luego vendrá la muerte. Cierto. Andrés Manuel López Obrador, presidente de Morena (que no de México entero), tuvo con un pequeño apretón… de tuercas. Su cesarismo se fue al caño cuando Donald Trump amenazó con imponer impuestos, aranceles a todos los productos mexicanos (iniciando con un 5 por ciento, cosa que se canceló por lo pronto y de última hora) que se exportaban a EU si la presidencia imperial de AMLO no detenía las caravanas de miles de migrantes que, una tras otra, estaban entrando por la frontera mexicana del sur. Con un simple apretón tuvo. Inmediato reaccionó y ahora, por la fuerza, van a sellar la frontera de México con los vecinos centroamericanos. Trump, como siempre, ganó. Ya tiene su muro fronterizo. Y sí, la va a pagar México. Ya envió a la Guardia Nacional. Los primeros seis mil elementos. Ya luego serán más. ¿El costo? Millonario para México, millones para este País en el cual AMLO se empeña en “ahorra”. Ahora estos ahorros servirán para controlar una masa de migrantes sin precedentes en la historia de México.

Pero no deja de ser interesante que se revise cómo se manejó en su carácter como Presidente, AMLO. Es decir, llegó a espetar “no soy un cobarde”, cuando iniciaban las amenazas de Trump y él no lo encaraba ni le objetaba nada. Caray, respondió como un tipo vulgar, de barrio bravo. Respondió a título personal. Engallado, sí, pero no como un Presidente de un país. Y si usted recuerda, señor lector, desde que tomó posesión y desde su campaña he señalado una y otra vez esta falta de presencia internacional de México ante el mundo. Si yo lo sé y lo veo, todo mundo lo sabe y lo ve. La tibieza, tolerancia y hasta el solapamiento ante presidentes dictatoriales y caciquiles (como él, pues), los cuales mantienen a sus respectivos pueblos en la crisis total. Nunca ha habido pronunciamiento alguno de México en el caso de Venezuela (Nicolás Maduro), Cuba y su largo rosario de violación de los derechos humanos, Nicaragua (Daniel Ortega)… México deja hacer para que en su momento lo dejen hacer lo que quiera (AMLO, el país de un César, como bien lo está tejiendo).

No es un triunfo de AMLO y su diplomacia (Marcelo Ebrard), es un triunfo de Trump quien con un solo y mínimo apretón de huevos puso a AMLO en su sitio. Y esto, sin duda, catapulta a Donald Trump en su viaje a ser reelegido como presidente norteamericano. Y caray, lo tengo que decir desde hoy: Trump va a ganar las próximas elecciones. Como en su momento se lo dije y con tiempo: Trump le iba a ganar a una deslucida Hillary Clinton. Así fue.

ESQUINA-BAJAN

No es cuestión de tener una bola de cristal, señor lector, no es cuestión de ver las cartas, no es cuestión de ver los asientos del café y medio adivinar, no; es sólo cuestión de cuadrar un puzle, estar atento a lo que ocurre y sacar conclusiones. ¿Usted no quiere a Trump? A él ni le interesa. Él quiere que lo quieran y voten por él los norteamericanos que viven en su territorio. Y van a seguir votando por él porque los representa, los defiende, los mima. Lo dejo por escrito una vez más: Donald Trump va a ganar. Y claro, ya supo cómo tratar a AMLO y al País. Y como le salió muy bien la jugada del apretón de… manos, lo va a seguir haciendo con cuanta cosa imaginable se le ocurra. Lo contrario ya se ve en el panorama mexicano. La medida de enviar miles de efectivos de la Guardia Nacional a la frontera sur y luego ubicarlos en todo el territorio nacional para montar operativos y detener a ilegales (imagino los monjes Pedro Pantoja y Raúl Vera López rentarán hartos autobuses para seguirlos encaminando a la frontera gringa), es una estrategia mal diseñada por un motivo: se cumple lo que se temía, la militarización de la vida pública en México. Ojo. Grave lo anterior.

Por lo demás, nada le sale bien a AMLO, salvo que ganó dos gubernaturas con una paupérrima participación electoral. Aquí se representó la “euforia” y participación de sus huestes y del mexicano promedio: abstencionismo recalcitrante. AMLO juega electoralmente. Ésta es su política de Estado. No hay planes para otra cosa. Para nada. Algunos datos al azar que usted ya tiene en la mano con motivo de la evaluación de los primeros seis meses de su errático gobierno (diciembre de 2018 a mayo de 2019): el desempleo ha llegado a un 3.6 por ciento, es decir, el nivel más alto en este rubro en los últimos dos años. El crecimiento económico cayó 0.2 por ciento en los tres primeros meses de 2018, sólo es comparable tal inicio en el primer año de Ernesto Zedillo, allá por las lunas de 1995. Hasta Banxico ha insistido: de seguir así las cosas, México sólo va a crecer al final del año alrededor de un 0.4 por ciento. Cuando AMLO y su equipo han insistido que el País al final de su sexenio estaría creciendo por el orden del 6 por ciento anual. Sueños.

Y claro, todo esto va a reacomodar el ajedrez político local. Se avecinan elecciones para diputados locales, y es ésta legislatura la que le preocupa al gobernador Miguel Ángel Riquelme porque la próxima Legislatura es la que aprobará las cuentas de su sexenio. Riquelme tiene focos rojos en varios lugares del Estado. Su terruño, donde operan Eduardo Olmos y Samuel Rodríguez, aún no da visos de recuperarse. La Laguna hoy la tiene perdida. Su eje y granero de votos, debido al trabajo que desempeñan, sigue siendo la región sureste: Saltillo (con el “cowboy urbano”, Manolo Jiménez), Ramos Arizpe (con el atildado alcalde José María Morales, “Chema” Morales) y Arteaga.

LETRAS MINÚSCULAS

Donald Trump va a ganar la próxima elección gringa y ya sabe cómo tratar a AMLO: con un mínimo apretón… de manos.