¡Aprendí más en la competición, que en la escuela!
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¡Aprendí más en la competición, que en la escuela!
En México, la educación jurídica está en crisis. En general, las Escuelas o Facultades de Derecho enfrentan problemas serios: plantas docentes, planes de estudios y directivos, sin calidad ni liderazgo, que al final sintetizan una concepción mediocre de la manera de entender el Derecho. Esta situación grave pone en riesgo el desarrollo propio de la profesión jurídica en el Siglo 21.
Es grave constatar, por ejemplo, que todavía predomine la cátedra magistral –en el mejor de los casos– como el único método para formar a las personas que deban enfrentar los retos y desafíos de la profesión del Derecho, cada vez más compleja, diversa y global.
Los problemas sociales que enfrenta la sociedad actual requieren escuelas de gran calidad que le permita al alumno aprender el Derecho no sólo con clases magistrales, sino también con clínicas jurídicas, estudio de problemas y casos, proyectos de investigación u otras formaciones interdisciplinarias del Siglo 21.
La escuela mexicana, sin embargo, no está a la altura de los retos de la profesión jurídica. Memorizar el código, repetir las lecciones del libro, conocer las anécdotas de los maestros y hasta tener convivios con ellos son el lugar común de las escuelas de Derecho.
Esta tradición que hoy se ha convertido en una muy mala educación jurídica está formando un ejército de personas incompetentes, sin ética profesional ni compromiso social. Es el jurista mediocre el signo actual de nuestra profesión.
Las escuelas de leyes, por tanto, son los autores de los próximos litigantes que defraudan a sus clientes, de los próximos jueces que no saben interpretar correctamente la ley, la jurisprudencia o los tratados internacionales, de los próximos funcionarios que se corrompen o que carecen de expertise en el servicio público que prestan, de los próximos fiscales que no tienen capacidad para sostener acusaciones ante el juez. Es un desastre.
En la Academia IDH, en los últimos años, nos hemos ocupado de esta problemática. Entendemos que sin juristas de calidad, el déficit de nuestro Estado de derecho seguirá avanzando. En cierta medida, también esto explica los altos grados de corrupción, de ilegalidad y de injusticia que vive el País. Nuestras universidades han fallado en crear los soldados de la ley que deben defender los más altos valores de la Justicia y el Derecho.
Desde la Academia, por tanto, hemos trabajado en un modelo de plan de estudios que cumple con los más altos estándares contemporáneos de la Educación Jurídica.
Estamos iniciando una nueva oferta de posgrado para formar expertos y docentes especializados. En diferentes proyectos de investigación, incluso, estamos trabajando en nuevas metodologías y estrategias para facilitar el aprendizaje del Derecho.
Próximamente presentaremos un informe sobre la situación actual de la educación jurídica en México que revela no sólo la continuidad, sino también el retroceso del modelo tradicional que, lamentablemente, lo único que está produciendo son juristas mediocres.
Hay un dato relevante que describe la mediocridad de la actual formación universitaria. Es una expresión que suelo escuchar con gran frecuencia a los alumnos que participan en diferentes competiciones nacionales e internacionales en donde simulan juicios o practican el debate. Suelen decir: “Aprendí más en la competición, que en la escuela”.
Sin duda, la noción que experimentan los jóvenes universitarios que participan en diferentes competiciones universitarias (moot court, litigación oral o debate), refleja la actual crisis de las escuelas de leyes. Los alumnos encuentran en ellas el interés genuino de entender un problema, investigar sus soluciones, desarrollar argumentos y discutirlos, pero sobre todo enfrentar la práctica común del jurista que implica resolver un problema social con el dominio del mundo de los hechos, normas y valores.
En las aulas de clase, por el contrario, experimentan un modelo educativo mediocre que los prepara para el fracaso profesional.
Desafortunadamente, muchos se conforman con este modelo por la ley del mínimo esfuerzo. Pero los costos que los jóvenes sufrirán después se verán reflejados en la falta de oportunidades profesionales. A la sociedad, además, le costará mucho más: esos juristas mediocres serán los que algún día les tocará defender tu libertad, resolver la custodia de tus hijos o hacer una política pública para garantizar educación, salud o trabajo.
El resultado de este ejército de juristas mediocres seguirá minando la pobre cultura de la legalidad en nuestro país. Las escuelas de leyes son las responsables de ello.
Del 21 al 25 de mayo, en la sede de la Academia IDH llevaremos a cabo la cuarta edición de la Competencia Nacional de Debate sobre Derechos Humanos. Se han celebrado hasta ahora cuatro ediciones: una primera de carácter regional y tres de carácter nacional. En las tres ediciones nacionales anteriores, celebradas a partir del año 2014, han participado 79 equipos, representantes de 45 universidades o campus, ubicadas en 23 entidades federativas.
En total, han acudido a la Competencia 341 estudiantes que han sido asesorados por 87 profesores. Más de 150 funcionarios públicos, investigadores, académicos, activistas de los derechos humanos y profesionistas independientes de diversas disciplinas han fungido como jueces de las ediciones anteriores.
¡Bienvenidos! a los alumnos y profesores que conforman a más de 20 equipos pertenecientes a diferentes instituciones o campus de educación superior. Ellos son un mejor futuro para nuestra sociedad, porque se están preparando para formar el ejército de defensores para la protección de los derechos de las personas que tanto necesita el país.
El autor es director general de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH.