Usted está aquí
Aprender a perder: enseñanza devaluada en la educación infantil
Por Marta Martínez Aguirre, Familias.com
Juan Manuel, con la cabeza gacha, corría al tiempo que lloraba, mientras que los niños del otro equipo de futbol celebraban el triunfo. Al llegar a casa, no quiso cenar. Al otro día estaba de un humor espantoso y a lo largo de la jornada escolar tuvo varios enfrentamientos verbales con sus compañeros de clase. El motivo: se sentía furioso por perder la final del campeonato.
Educar a un hijo en el fracaso es tan importante como cualquier otra cosa. En realidad, no se trata de enseñarle a ser un fracasado, sino a saber aceptar que el otro también tiene derecho a sus propias conquistas. A últimas fechas crece el número de niños con ataques de pánico porque no aceptan no ser el número uno en algo que para ellos sea importante.
Estamos frente a una sociedad que premia, por encima de todo, la ausencia de dificultades. La gente teme perder, tener pruebas y enfrentarse a los obstáculos. El sufrimiento es visto como un perro con sarna frente al cual hay que cruzar la vereda. Pero perder es también parte del juego de la vida.
No me he encontrado con muchas madres que preparen a sus hijos para no ser siempre la medalla de oro. Es más, hay muchas madres y padres que sienten a sus hijos unos fracasados si no obtienen las mejores notas escolares, son seleccionados en la obra de teatro o no forman parte de los que llevan el pabellón nacional (la escolta, la bandera) en las fiestas escolares.
¡Pero, Marta, cómo voy a educar a mis hijos para ser los "segundones"!, me dirás enfurecida al leer estas palabras, pero sinceramente, si quieres ahorrarte largas sesiones de terapia comienza ahora a superar tú misma ese miedo a no ser siempre exitosa.
Un balance personal
Juan Manuel, luego de varias sesiones pudo entender que el equipo contrincante tenía un mejor guardameta y que la derrota era una buena oportunidad para asumir que no había entrenado lo suficiente. De modo que para el siguiente torneo se preparó mejor y vio cada partido como una oportunidad para hacer un balance y saber en qué aspectos tenía que mejorar.
Del mismo modo, permite que tus hijos comiencen a preguntarse qué cosas deben mejorar, corregir o aumentar: aprender más las tablas de multiplicar, hacer las tareas escolares más prolijas, ser mejor compañero o quizás estar más atento en los entrenamientos. Hacer un balance les permite asumir un compromiso, ponerse metas y estar dispuesto a mejorar. Es un llamado a ser perseverantes y a esforzarse cada día más.
El triunfo del otro, una oportunidad para vencer el egoísmo
La mayoría de los niños quieren estar primeros en la fila, tener el trozo de torta (pastel) más grande, la mejor bicicleta y formar parte del equipo ganador. Poco a poco, sin darte cuenta, cierto egoísmo se va acumulando en sus bolsillos y su ego exige ser nombrado "ganador" cuando lo educas para que atropelle a otros a costa de ser el número uno.
Cuando tu hijo aprende a ser generoso, naturalmente cede el lugar en el autobús, deja para el hermano menor el trozo de torta con frutillas y no se enfurece porque los Reyes no le trajeran el más reciente videojuego, simplemente disfruta de lo que tiene y goza de ser reconocido como un buen compañero, amigo, hermano, primo y vecino.
Perder enseña a estrechar manos
Juan Manuel aprendió a no salir llorando de la cancha, y acabado el torneo a estrechar la mano de sus oponentes, a felicitarlos y a reconocer los méritos de sus compañeros de juego, e incluso hasta pide consejo sobre cómo mejorar. Todo esto únicamente lo logró después de varios meses trabajando en terapia sobre su propia capacidad y de valor independientemente sus éxitos o fracasos.
Recuerda, no le evites la frustración haciéndole comentarios negativos de los demás, no dejes que su enojo controle su estado de ánimo, no permitas que ridiculice al perdedor y se auto elogie frente a él; más bien, refuérzale cuando pierda y logre aceptar la derrota. Pero, por sobre todas las cosas, recuérdale que una derrota es un nuevo comienzo y una nueva oportunidad.