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Antonio Mampaso ofrece conferencia: La evolución de las estrellas
La vida en su afán por perpetuarse está sometida a la ley de la selección natural, planteada por el naturalista Charles Darwin en su teoría de la evolución en el siglo 19, la cual establece que sólo los organismos más aptos para la supervivencia lograrán pasar a la siguiente generación el código genético que les permitió adaptarse, fortaleciéndolo.
Este es un hecho como parte de la biología de los seres vivos que habitamos este planeta pero ¿existirá un proceso similar incluso en objetos inanimados y en el universo mismo? Esta es la teoría que propone el astrofísico Antonio Mampaso quien presentó este miércoles en el Museo del Desierto su conferencia “Si Darwin levantara la cabeza”.
El científico español, ex director del Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife, convocó a decenas de personas que llenaron el vestíbulo del MUDE, donde comenzó su participación haciendo un recuento y explicando la evolución desde el ámbito de la biología.
“El ambiente siempre nos está poniendo y si precisamente, como todos somos ligeramente diferentes, aquellos que tienen por herencia, por casualidad o por lo que sea, tienen más velocidad, más fuerza, más inteligencia, para resolver los entornos que tienen con el entorno consiguen sobrevivir”, explicó.
Amplió el concepto llevándolo hacia el ecosistema mismo como un conjunto de seres vivos y otros elementos que al cambiar obligan al resto de sus miembros a hacerlo y quienes no puedan hacerlo se extinguirán, mientras que los adaptados sobrevivirán.
“Por ejemplo el cambio del clima en el Sahara hizo que todas las especies que estaban en el ecosistema anterior se extinguieran, ya no hay elefantes ahí, ya no hay jirafas, ya no hay hierba”, comentó.
A continuación llevó la presentación hacia objetos inanimados como es el caso de moléculas, virus, automóviles y hasta robots, los cuales, a pesar de no tener una consciencia propia ni voluntad para continuar viviendo como los organismos biológicos, cuentan con versiones antiguas que no lograron llegar hasta nuestros días, fueron erradicados, descartados o modificados, mientras que las actuales son su más efectivo ser, aunque para estos la adaptación haya sido una mera cuestión de suerte o de influencia externa.
“Con esto quiero decirles que podemos aplicar la misma teoría de Darwin a otros sustratos que no son seres humanos: A ideas, a cacharros, artefactos, o moléculas”, expresó y puso de ejemplos, entre otros, los robots creados por el Laboratorio de Sistemas Inteligentes de la Escuela Politécnica Federal de Lausanne, Suiza.
El experimento partió de una generación de robots programados manualmente para encontrarse con una fuente de alimento (batería) o de veneno (descarga de batería); con las instrucciones de quienes lograron llegar al alimento programaron la segunda generación, en un acto equivalente a pasar el código genético, y así sucesivamente hasta llegar a tal punto que comenzaron a desarrollar por cuenta propias actitudes como la mentira, el altruismo y el liderazgo en pro de su supervivencia.
Así llegó hasta el cosmos, cuyos objetos en él dividió como rocas (meteoritos, planetas, etc.) y estrellas, dependiendo si generan o no energía; recalcó la existencia de diversas subespecies en cada división, al igual que en el ámbito biológico, con sus respectivos ecosistemas (las galaxias) e interacciones gravitacionales.
Señaló cómo a diferencia de los paleontólogos los astrónomos pueden observar sus objetos de estudio como fueron en el pasado, pues el tiempo que tarda la luz en llegar al planeta Tierra muestra la imagen de hace miles de años, lo que no sucede así con los vestigios fósiles.
En contraste, ellos no pueden ver cómo son esos cuerpos celestes en la actualidad, mientras que los paleontólogos sí, lo que invierte la especulación, pero aún así les permite estudiarlos haciendo comparaciones con otros objetos similares en diferentes etapas de su vida, conociendo a través de todo esto un poco más del universo que habitamos.