Usted está aquí
Tymieniecka no fue la única mujer en la vida de Wojtyla (Juan Pablo II)
La relación del papa Karol Wojtyla con la filósofa Anna-TeresaTymieniecka, que acaba de hacerse pública, no fue el único vínculo intenso del Papa polaco con una mujer. Antes, Juan Pablo II mantuvo otra con la psiquiatra Wanda Poltawska, casada también con un psiquiatra y madre de seis hijas. Esa amistad, que duró 50 años, comenzó cuando Wojtyla era sacerdote, con 30 años, y Poltawska buscaba alivio en un confesor tras pasar cinco años en el campo de concentración de Ravensbrück.
La psiquiatra se resistió a entregar para el proceso de canonización de Juan Pablo II las cartas que durante años le escribió Wojtyla. Él la llamaba “hermanita” y afirmó que Dios le “había encomendado” aquella amistad que llegó a abarcar a toda la familia. Juntos, a veces con su marido, otras solo ella y sus hijas, pasaban días acampados en las montañas de Cracovia.
Una revista italiana publicó fotos del entonces obispo Wojtyla en pantalones cortos y camisa, haciendo picnic en el campo con Wanda y sus hijas. La amistad con la psiquiatra polaca duró hasta la muerte del Papa a quien las hijas de Wanda llamaban “tío Karol”.
Las conocí una mañana de agosto tórrido de Roma. Yo había ido a una comunidad de religiosas seglares, sin hábito, que, para ganar unas liras, alquilaban cuartos a personas de absoluta confianza. Quería conseguir una habitación para el militar español que enseñó a pilotar helicópteros al entonces príncipe Juan Carlos y que se encargaba de comprarlos para el Gobierno español.
Mientras conversaba con las religiosas, llegó un grupo de jóvenes rubias, con la cara tostada por el sol, que contaron ilusionadas que habían estado en Castelgandolfo, la residencia papal veraniega a las afueras de Roma, “bañándose con el Papa en la piscina”. Cuando se retiraron, las religiosas me explicaron que aquellas chicas eran para Wojtyla “como sus hijas” porque las había visto crecer y que su madre era una psiquiatra, vieja amiga suya. Eran las hijas de Wanda.
La desenvoltura del Papa polaco con las mujeres fue siempre proverbial y no la escondía. Y al mismo tiempo, a pesar de considerarse “feminista”, Wojtyla fue uno de los pontífices más conservadores en materia de sexo. Defendía que el papel de la mujer en la Iglesia era, como María, “estar de rodillas y en silencio a los pies de la cruz”, como le dijo, en Washington, a la religiosa Theresa Kane, líder de las religiosas dedicadas a la enseñanza. Kane había criticado a Juan Pablo II por no dar más espacio a la mujer en la Iglesia. Era la primera vez que una religiosa criticaba al Papa en público.
Wojtyla mantuvo siempre una relación conflictiva con la mujer y el sexo. Mieczyslaw Malinski sacerdote y poeta, fue durante la vida de Wojtyla, antes de llegar al pontificado, su fiel secretario, escudero y confidente. Solía ir con frecuencia a almorzar al Vaticano. Cuando salía, nos íbamos a tomar un café y me contaba anécdotas. Según él, la relación de Wojtyla con las mujeres había sido siempre de “sublimación y conflictiva” ya que en ellas “veía el reflejo de María, la madre de Jesús”. Precisamente por ello, Wojtyla conseguía ser al mismo tiempo desinhibido en su trato con el sexo femenino hasta “casi escandalizar”.
Fue él quien me contó un episodio que reproduje en mi libro Un Dios para el Papa. A Wojtyla le gustaba ir de acampada con grupos de chicos y chicas, siendo aún un joven sacerdote. En una ocasión, solo se presentaron cinco chicas que pensaron que, al faltar sus compañeros, se suspendería la excursión.“No importa, vamos nosotros solos”, dijo Wojtyla, y añadió: “Sin embargo, delante de la gente llamadme tío, en vez de padre”.
"Para aquellos tiempos, en Polonia, el gesto de Wojtyla era muy arriesgado ya que un sacerdote, vestido de seglar y de excursión varios días con cinco muchachas, era casi una locura”, me contó Malinksi. Sin embargo, fue Malinski quien me recordó que la relación de Wojtyla con la mujer, aparentemente desinhibida, mantenía siempre un trasfondo de dolor ya que de niño perdió a dos mujeres muy importantes: a su madre que murió joven, de infarto, y a su hermana que nació muerta y que, al ser sus padres muy católicos, no fue enterrada por no haber sido bautizada. Por eso, sus restos no están en la tumba familiar en la que Wojtyla, ya Papa, reunió a todos los suyos. “Falta mi hermana, que nació muerta”, comentó en público.
Hay quien vio en este hecho la clave de que, ya en el trono de San Pedro, Wojtyla aboliese el limbo de los niños del Catecismo Universal del Concilio. No quería que su hermana quedase sin gozar de Dios,
La sublimación de la mujer y del sexo le hizo proponer, durante uno de sus viajes, la figura de San José como ideal de los maridos y el ocho de octubre de 1980, durante la audiencia general en San Pedro, afirmó que el marido “que mira con concupiscencia a su mujer comete adulterio en su corazón”. Más aún, propuso “la abstinencia sexual” como mejor manera de mantener la relación del matrimonio.
Wojtyla dedicó semanas enteras a desarrollar en sus homilías públicas el tema del cuerpo en los textos bíblicos, y ese problema del cuerpo y sus angustias se refleja también en sus poesías:
"Y en nosotros que contemplamos el otoño,
se desencadena la lucha a través de la hendidura,
que cada hombre lleva dentro;
cuando el hombre está aún en el pasado de su amanecer,
y cuando no consigue aquel amanecer a su cuerpo”.
Durante una cena en casa de un periodista alemán a la que asistí, su sucesor, el cardenal Joseph Ratzinger, siendo ya prefecto de la Congregación de la Fe, aseguró que el Papa polaco “sabía poca teología”, y que había tenido que revisar un texto suyo “sobre la mujer y la Virgen Maria”. Según Ratzinger, Wojtyla era sobre todo “poeta y filósofo”.
Hay otras opiniones. Sobre los escritos de Wojtyla acerca de ética sexual, el teólogo y escritor Piergiorgio Mariotti escribió: “Podrá parecer paradójico, pero la ética sexual de Juan Pablo II corre el riesgo de caer en el antropomorfismo”. Según Mariotti, Wojtyla nunca encontró en el campo sexual una “armonía interior”, ya que “no era un hombre pacificado consigo mismo”. Lo defiende, sin embargo, el político italiano Rocco Butiglione, para quien lo que ocurre es que Juan Pablo II pensaba que “el amor es la clave para la comprensión de la castidad”.
Antes de ser Papa, Wojtyla escribió: “Toda moral sexual se funda en la interpretación correcta del pudor sexual”
También la socióloga italiana Ida Magli me explicó entonces que no existía contradicción entre el comportamiento abierto de Wojtyla y su cultura antifeminista, ya que veía a la mujer “solo como madre y como madre que debe sufrir” y eso, según ella, “no es un modelo para las mujeres”
De ahí arrancaría la gran devoción de Wojtyla por la figura de la Virgen. Dos de ellas: la virgen negra de Czestochowa y Nuestra Señora de Fátima fueron los pilares de su devoción mariana.
Fue el 13 de mayo de 1981, fiesta de Fátima, cuando Juan Pablo II sufrió un atentado en la plaza de San Pedro que lo puso al borde de la muerte. En agradecimiento a ambas vírgenes por haberle salvado la vida, el Papa quiso que enviaran a dichos santuarios una parte del fajín ensangrentado que vestía ese día.
Pero la relación conflictiva y dolorosa de Wojtyla con las mujeres reales y su idealización venía de antes de ser sacerdote. Según monseñor Darowski, que fue secretario general de la conferencia episcopal polaca, vivió “un amor desgraciado” sobre el que existe aún un velo de secreto y misterio porque, al parecer, se trataba de una joven judía que murió en un campo de concentración nazi.
Hay testimonios que aseguran que, antes de que la deportaran, ambos sellaron un “matrimonio de conciencia” que no fue consignado en los registros civiles. De ser cierto, Juan Pablo II habría estado casado antes de ser Papa. Un amor que se ahogó en el infierno de un campo de exterminio.