Angélica, tan grande, que ni ella misma lo creía…

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Angélica, tan grande, que ni ella misma lo creía…

Angy nació en Veracruz. Desde niña fue amiguera, parlanchina, bonita, de grandes ojos y con una sonrisa y un carácter tan maravilloso, que conquistaba igual a hombres que a mujeres.

Angy se recibió de comunicóloga en la Universidad Veracruzana y después de cursar sus estudios en Xalapa, se fue a vivir al Puerto de Veracruz, donde se desempeñaba en el departamento de publicidad de una televisora nacional.

Era una ejecutiva de ventas muy exitosa. Tenía su propio departamento, carro del año y, en se inter de desarrollo profesional, conoció a Jorge.

Comenzó una relación con este hombre que ya era divorciado y tenía hijos, la mayor de sus hijas tenía casi la misma edad que Angélica.

La relación era algo tormentosa, pero la vida de Angélica nos inspira y nos conmueve, porque suele pasar que hay mujeres tan bellas, tan valiosas, tan guapas, casi perfectas, que es difícil entender por qué ellas mismas no lo saben, o no pueden creer que lo sean.

Angy se enamoró de Jorge, sí, perdidamente. Su dinero, su edad, su galanura, su experiencia en todos los sentidos y posición política la apantalló, la hipnotizó, la perdió...

Angélica llevaba seis meses de noviazgo con Jorge cuando en un viaje a la Ciudad de México, conoció a los amigos de Jorge, un matrimonio formado por Mauricio y Leticia.

Huelga decir que Angélica y Leticia simpatizaron desde el primer instante, se cayeron maravillosamente bien y a partir de ahí entablaron una gran amistad, que rebasaría tiempo y distancia.

Cierto día, Jorge le pide a Mauricio y a Leticia que por favor lo acompañen a pedir la mano de su novia, porque así, dicho por él, no se la querían dar.

Mauricio y Leticia viajan a Veracruz y al ver que el futuro yerno tenía buenos amigos que lo avalaban y que formaban un matrimonio estable, los padres de Angélica no pusieron más resistencia y permiten que se lleve a cabo la boda.

En una de las despedidas de soltera, Leticia viaja a Veracruz para encontrarse con Angélica y ahí descubre una faceta de Jorge que no conocía: era machista, posesivo, agresivo y celoso a morir.

En aquel entonces aún no existían los teléfonos celulares, y luego de recoger a Leticia en la central de autobuses, literalmente Angélica tuvo que detenerse cada cinco minutos en un teléfono público para comunicarse con Jorge y decirle dónde iba, con quién, cuánto tardaría en llegar, a dónde irían a comer, por qué, cuánto tiempo se tardarían en comer, y luego a dónde irían, y luego cuánto tardaría en llegar al departamento, ¡porque Jorge le iba a llamar exactamente a una hora y si ella no contestaba, se armaba el rancho!

Leticia un poco extrañada le dijo:

-¿Apoco así es Jorge de celoso y posesivo?

-¡Ay, sí, es un exagerado! Pero no le hagas caso. Ya nada más habla conmigo y se le pasa.

-Oye, Angy, pero es que te has parado en cada cabina telefónica que hay en Veracruz para llamarlo y si no le llamas exactamente a los cinco minutos ¡se te arma! Eso no está bien, ¿eh, amiga? Se me hace bastante exagerado.

-No te preocupes, mujer. ¿A dónde quieres que vayamos a cenar? –dijo ella con esa preciosa sonrisa que desarmaba a cualquiera. A Leticia no le quedó más que sonreír.

-A donde tú quieras, tú conoces Veracruz, yo me dejo consentir, pues.

Las amigas cenaron con otras amigas, se contaron sus confidencias y casi a la media noche Angélica la llevó al hotel para al otro día estar en la despedida de soltera.

Angélica cenó rápidamente y la llevó al hotel y Leticia la vio cómo se alejaba casi corriendo a buscar otro teléfono público para llamarle a Jorge… Algo no está bien, se dijo seriamente preocupada, pero trató de compartir la tranquilidad que Angélica demostraba.

Al otro día, Leticia conoció a las demás amigas de Angélica pero hubo una en particular que le llamó la atención: Sarah, la mejor amiga de Angy. Y ahí supo, entonces, que Jorge la había maltratado, la había jaloneado en el departamento delante de Sarah, que la celaba, le gritaba y la acosaba de un modo que todas estaban extrañadas del por qué Angélica se casaría con alguien así.

-¿Pero no le han dicho nada? ¿Tú que eres su mejor amiga no le has dicho nada? ¡A ti sí te va a escuchar!

-No -dijo Sarah- Angélica no entiende razones, está muy enamorada…

Leticia se sintió preocupada pero fingió la mejor de sus sonrisas, porque Angélica se veía inmensamente feliz.

Se llegó el día de la boda, fue una boda de lujo, se hicieron reservaciones en un elegante hotel, y la luna de miel consistió en un viaje en crucero al caribe, a Estados Unidos, y luego de estar unos días en Washington, D.C. la pareja llegó a México y se quedaron unos días más con Mauricio y Leticia, antes de llegar a vivir como recién casados a su casa en Monterrey.

Ahí empezó el infierno.

Cuando Leticia y Angélica se despedían en México, ella la llevó a la cocina, la tomó de las manos y al confirmar que nadie las escuchaba, le dijo mirándola a los ojos:

-Angy, óyeme bien lo que te voy a decir, aquí estoy para lo que se ofrezca, para lo que necesites.

-Ay, Lety, muchas gracias, ya sé amiga, de verdad muchas gracias por todo.

-No, escúchame, no me estás poniendo atención. Nos ha faltado mucho para platicar, no me has dicho con quién estuvo casado antes de ti, cuántos hijos tiene, de qué edades, dónde viven sus hijos, dónde vive la ex, ¡dónde vive él! ¿Vive con sus padres, vive solo?, ¿con quién vive en México cuando se quedaba en México?

-Pues… con sus papás, él me ha dicho…

-¿Pues no que son de Monterrey?

-Pues… no, no sé.

-Angy, te lo voy a preguntar así: ¿quién le plancha las camisas a Jorge en México?

Angélica, por primera vez, se quedó seria.

-Mira –le dio rápidamente Leticia- ya te lleva este hombre para Monterrey. Pero escúchame bien, sea lo que sea, ¡lo que sea, Angélica! ¡Y a la hora que sea!, tú márcame. Ya tienes mi número y yo estaré esperando tu llamada. ¡A la hora que sea!

Leticia ya presentía que algo no estaba bien y aunque se reprochó a sí misma preocupar así a Angélica, se sintió mejor al decirle que podía contar con ella a cualquier hora y para lo que sea.

Se despidieron. Y la llamada llegó…

Sólo 3 días habían pasado. Eran las 11.50 de la noche. El teléfono sonó. Leticia corrió a contestar, nadie llama a media noche para algo que no sea importante, se dijo.

Efectivamente, era Angélica.

Era una Angélica llorando, histérica, enojada, encabronada, tirando todo, rompiendo todo.

-A ver, Angy, tranquilízate, por favor, dime tranquila, qué fue lo que pasó.

-¡Este cabrón!

-¿Qué pasó?

-No tiene un hijo. ¡Tiene tres!

-Puta madre…. ¿Cómo lo supiste?

-¿Sabes qué?, ¿sabes qué fue lo que pasó?

-Te escucho…

-Fíjate. Llegamos y no tenía una casa como él me dijo. Tenía un departamento, pequeño, de Infonavit, de dos recámaras.

Leticia intentaba calmar su respiración para que su amiga no la escuchara en el teléfono.

-¿Y luego?

-Inmediatamente que llegamos ¿sabes qué me dijo?

-¿Qué?

-Que una de las recámaras permanecía con llave. Y que yo tenía prohibido, óyeme bien, prohibido, intentar abrirla o entrar ahí.

-¡Cómo! ¡Cómo te va a prohibir tu marido entrar a una recámara! ¡Pues qué tiene ahí!

-Exacto. Entonces, hoy, cuando se fue a trabajar, agarré el exprimidor de limones y rompí la chapa de la puerta…

-Ay, Angy… ¿y luego?

-Y entré. Y había un escritorio, empecé a esculcar todas sus cosas y papeles y sopas, tiene más hijos. Está demandado por Pensión Alimenticia y está pagando como 5 mil por mes. La hija más grande, de 24 años, se inscribió a una universidad de aquí de Monterrey, muy cara, y el señorito le está pagando la carrera. Seguramente la mamá le dijo que se inscribiera, porque como está recién casado, pues le quieren agüitar la fiesta.

-Ay, Angy…. Amiga, ¿tú conociste a los hijos de Jorge antes de casarte?, ¿convives con ellos?, ¿te llevas bien con ellos?, vaya, ¿te llevas bien con tu suegra?

-No. No me cayó bien en la boda…

-A ver, espérame, espérame tantito, ¿tú conociste a tu suegra el día de la boda?

-Sí.

Leticia no pudo más y soltó todo el aire….

-Angélica, ¿y está segura que era tu suegra?, ¿cómo sabes que era su mamá?

Angélica enmudeció.

La plática duró hasta las dos de la mañana.

La confesión de la violencia de Jorge, su encabronamiento porque Angélica había abierto el cuarto, había esculcado sus papeles, le había gritado en la cara que por qué le ocultó más hijos, etcétera.

Y aun así, el matrimonio siguió adelante…

Jorge no tenía dinero, no tenía trabajo, no era poderoso ni era el hombre importante y exitoso que ella creyó.

Angélica agarró fuerza, se quedó callada, aguantando. Consiguió un excelente trabajo en una televisora local y siguió con las ventas y empezó a ganar dinero.

A los tres años, Angélica había comprado carro, casa –porque su carro nuevecito de Veracruz se lo regaló a sus padres- y se le veía tener un futuro próspero, sin él…

Obviamente, los problemas se acrecentaron, llegaron hasta verse a escondidas, a llevarla a la central de camiones para alejarla de Jorge, y ella volvía y volvía con él.

Se querían, sí. Pero era una relación enfermiza, humillante para ella, con una vida llena de mentiras y cosas ocultas. El matrimonio había empezado con el pie izquierdo, y así terminaría.

Angélica comenzó a tener vida social, a hacer amigas, amigos, a convivir, a celebrar cumpleaños de la oficina, bodas, baby showers, etc. Él no la acompañaba a ningún lugar.

Angélica comenzó a distanciarse de Leticia y no quería tener contacto tampoco con Sarah, ambas amigas de Angélica compartían su preocupación y rezaban porque ella saliera pronto de esa enfermiza relación.

Cuatro años después, cuando ya había celulares, Leticia recibe una llamada inesperada. Era Angélica, tenía más de 2 años de no verla y le gustó recibir esa llamada.

-Lety, necesito verte. Ahorita. Ya.

-¿Por qué?, ¿qué pasa?, ¿cómo estás?

-Amiga, dime dónde nos vemos, pero ya de ya. Hoy firmé el divorcio…

Leticia se asustó, suspendió el trabajo, se levantó rápido de la silla, tomó bolsa, llaves y salió corriendo. Mientras bajaba la escalera le preguntó:

-¡Dime dónde estás, ya estoy saliendo!

-Estoy por un Starbucks aquí en la Avenida…

A los 20 minutos, Leticia se estacionaba y miró a lo lejos a su amiga. Se bajó de su auto y cuando caminaba hacia Angélica ésta la detuvo con una seña de la mano.

-Ahí. Quédate ahí. Dime qué ves cuando me ves.

Leticia suspiró agradecida al cielo que Angélica por fin estaba sola y sin ese hombre que en definitiva, no era para ella.

-¿Qué qué veo cuando te veo? –dijo Leticia acercándose despacio hacia su amiga, y consiente del momento terrible que seguramente estaba viviendo ella, suspiró para decir: Cuando te miro, miro a una mujer muy bella, muy elegante, distinguida, guapa sin duda, talentosa, exitosa, con carro, con casa, propia, pagada por ella. Miro a una mujer joven, hermosa, con un gran futuro. A una ejecutiva de ventas muy exitosa y que tiene el poder de decidir y de tomar la decisión de ser feliz hoy, y para siempre. Cuando yo te miro, Angélica, veo a una gran mujer, enorme y maravillosa.

Angélica comenzó a llorar abrazando a su amiga y le dijo: “Por eso te quiero, tonta”.

Fueron varios cafés y Angélica simplemente dijo: Amiga, estuve casada 5 años, 9 meses, 4 días, y 16 horas…

-Eres muy valiente, Angy. Vales mucho... ¡Y que nadie te diga nunca lo contrario!

Dos años después, Angélica recibió una gran oferta de trabajo en la Ciudad de México, conoció a Carlos, un empresario soltero de 42 años que le pidió matrimonio, con todo y anillo que le dio ¡en París! Y hoy vive felizmente casada, bella como siempre, exitosa como siempre y viajando a Europa varias veces al año para visitar a su hermana que vive en Alemania.

Un día, en el pasado, el padre de Angélica le pidió una explicación a Leticia, y le recriminó por no haberlos advertido de quién era Jorge. Ni yo misma lo sabía, le dijo Leticia a ese hombre de edad que sufría por dentro al ver que su hija no era feliz.

Pero hoy lo es, porque aprendió a amarse a sí misma, aprendió a explotar todas sus capacidad y conocimientos y no puede haber nadie en el mundo más feliz, que alguien que se respeta a sí mismo, se ama, se cuida, se procura y no permite que nadie lo haga sentir algo que no es.

Angélica y Leticia no volvieron a verse jamás. De Jorge ya no se supo nada. Pero ambas aprendieron que una amiga puede quererte y aconsejarte, pero nadie cambiará tu vida si tú no tomas la decisión de cambiarla.

Tener una profesión, una carrera, un prestigio, una casa, una familia que te apoya y te ama, ganar un sueldo, viajar, ser feliz ¡y aparte tener a alguien que te ama!, es un regalo incalculable que valoran grandemente aquellas mujeres que salieron adelante por sí mismas y que aparte tienen la dicha de conocer a hombres que son capaces de amar a una mujer grande y exitosa. Porque con o sin un hombre a su lado, hay mujeres que aprenden a vivir una vida digna y feliz.