Ángeles y demonios
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Ángeles y demonios
El mundo cambia; el tiempo, los tiempos cambian. Hubo épocas, años en que enseñar un tobillo era más indecente y peligroso que enseñar los pechos o un escote pronunciado.
En la antigüedad, los cretenses (ellas), los egipcios (ellas, claro) dejaban sus senos al descubierto, bajo palio y túnicas donde se adivinaban sus curvas, la redondez, la parábola del erotismo. No tenían ni usaban sostén o sujetador alguno. Fueron los griegos y romanos quienes empezaron a introducir eso. Cintas, lazos o de plano, cuero, como corazas, las cuales lejos de provocar, los ciñen hasta hacerlos casi desaparecer.
Hubo épocas en que un escote pronunciado hacía palidecer a todo un imperio.
Hubo épocas en que una dama cruzada de piernas en un elegante salón renacentista, hacía sudar a los príncipes y pajes al enseñar su tobillo, su calceta y sus zapatos afilados. Tal vez eran épocas y tiempos mejores a estos donde la desnudez ya se añora porque diario hiere. A la menor provocación posible, artistas de Hollywood que se alimentan de agua y alpiste, se desnudan ante cualquier dispositivo móvil: los desnudos son públicos y los cuerpos no siempre son privados.
Los cuerpos se comparten sin temor, sin recato, sin moral y sin rubor. En tiempos de Internet, que una mujer vaya vestida o medio vestida por la red, atrae más miradas y comentarios, que los desnudos cotidianos los cuales ya todo lo pudren.
En un delicado vestido de noche bordado en tela de seda o satén, la mujer deja ver su sostén. Encaje, piel, ribetes de lazos y delicados moños aparecen en el canalillo de los pechos y su sujetador.
Al momento de las presentaciones, uno no haya si besar su mano o clavar los ojos en esa delicada orla la cual imanta la mirada. El moño apenas es un fino lunar en el pecho florido, redondo, pleno, de la musa en turno la cual del brazo del marido, sabe que todos, ellas y ellos, la están viendo, anhelando y siguiendo su provocativo andar y las miradas clavadas en el nacimiento de sus senos…
Hoy, la desnudez total a nadie interesa. ¿Fue usted a la playa? De tan común, se ha convertido en un acto vulgar.
Reacomodo las palabras: nada más bello que un cuerpo femenino desnudo, pero el uso el cual se le da en las redes sociales y en la vida cotidiana, no pocas ocasiones raya en la vulgaridad, en la ordinariez, en el tedio. La nada. Nunca está más desnuda una mujer, que cuando está medio vestida. El erotismo nace y subyuga cuando se adivina la morbidez de las carnes, no cuando se evidencia sin el mínimo preámbulo. No lograr la presa, sino el cortejo de la caza.
Esquina-bajan
Escribió Émile Zola en “El paraíso de las Damas”, “… El lujo escondido, los plisados, los bordados, los encajes de Valenciennes, se convertían en una depravación sensual, a medida que desbordaba más en fantasías costosas”.
Los sueños de la ficción se hacen realidad. Se hicieron realidad. La “fantasía costosa” de Zola está hoy encarnada desde hace 20 años en los desfiles de lencería de la marca, la primera, de ropa interior femenina: “Victoria’s Secret”. Por azares del destino y la televisión de cable, acabo de ver su famoso desfile, hoy icónico, el de “Los Ángeles de Victoria’s Secret”, el cual es el evento de moda más visto del mundo, protagonizado por algunas de las modelos mejor pagadas del planeta. Fue en diciembre. Lo acabo de admirar. Un deleite para la mirada.
¿Cuál es el secreto de tan rotundo éxito de audiencia, ventas y millones y millones de dólares que giran entorno a este desfile año con año con lo cual inicia en EU la temporada navideña? Algo sencillo que se fue perdiendo con la llegada de Internet: el secreto no está en vender, sino en comprar. Lo decían los viejos libaneses avecindados en este país, los libaneses de primera generación. El secreto de estos ángeles es uno: poca tela, mucha parafernalia y espectáculo y mucho, mucho erotismo apenas vestidas.
Hoy, la primera marca de lencería para mujer en la historia, tiene ingresos por el orden de los 7 mil 200 millones de dólares al año. Nada mal para una empresa que creció bajo el amparo de un hombre que fue ridiculizado cuando trataba de comprarle ropa interior a su joven esposa, Roy Raymond. Al no recibir el trato adecuado, el fetichista gringo fundó lo que hoy es la marca de ropa interior más conocida del planeta. Luego, el señor Raymond la vendería por un millón de dólares para iniciar otros negocios que fracasarían.
Letras minúsculas
Quebrado, en la ruina, mientras su tienda y marca prosperaba y multiplicaba, se suicidó al tirarse del puente Golden Gate de San Francisco el 26 de agosto de 1993.