Andrés Manuel López Obrador: dislates y mentiras

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Andrés Manuel López Obrador: dislates y mentiras

Ante una emergencia de semejante magnitud, no la condena ni le preocupa… la celebra

De Andrés Manuel López Obrador ya todo se puede esperar. Ya no sorprende. O bueno, sí. Cuando pensamos que ha llegado un límite en su verborrea diaria (ideas, pronunciamientos, entretenimiento), por arte de magia, como por arte de un prestidigitador barato de carpa que es, saca de su lengua un dislate más, una mentira monumental, un chascarrillo del cual sólo él se ríe; cuando pensamos que ya no puede ir más al extremo, pues éste va y sigue engañando. Manipula a tal grado a las masas de palurdos e iletrados (sus clientes, sus claques, los cuales no piensan, sólo citan y repiten sus palabras: ecolalia) que uno se extraña de por qué tanta ignorancia y tanta mansedumbre. ¿Nos debe de extrañar? Tal vez no, es México, y así es la “educación” de los mexicanos. Desgraciadamente.

AMLO lo sabe y lo sabe tan bien que lo practica diario y sin el menor pudor posible. Aunque sigue cayendo en las encuestas, éste sigue puntos arriba que a estas alturas debería de ser saldo negativo. Sigue engatusando a miles y millones de mexicanos. Aquí se lo escribí en un texto pretérito, justo cuando le advertí de su estilo personal de gobernar el cual no era un secreto. Al menos para mí. ¿Andrés Manuel López Obrador, ya perdido en su verborrea cotidiana, está gobernando inteligentemente? ¿Hace caso a un plan debidamente preconcebido y analizado o bien, se deja llevar por su temperamento (rasgo biológico) y carácter (acento moral)? ¿Son ocurrencias de un Presidente con toma de decisiones verticales y unipersonales con base en su estado de sentimientos de momento (a ratos con bilis negra, a ratos con bilis amarilla, flemático o sanguíneo), para decirlo con los filósofos antiguos, como Hipócrates? ¿Estamos ante un hombre de Estado el cual se mueve de acuerdo a las Leyes y sus instituciones, o bien, estamos ante un hombre que tiene un estilo personal de gobernar basado únicamente en el poder de sus sueños y su almohada?

Sin duda, lo segundo. El pasado jueves 2 de abril en su conferencia de dislates diarios, espetó lo siguiente: “Vamos a salir fortalecidos, porque no nos van hacer cambiar en nuestro propósito de acabar con la corrupción y de que haya justicia. Por eso vamos a salir fortalecidos, o sea que nos vino esto como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación…”. Sí, lo leyó bien, señor lector. Entre la burla, la ironía, la sandez y la chacota, el Presidente valora las ventajas y el oportunismo político que la pandemia le ofrece a él y su proyecto de “transformación”. ¿Las muertes, los infectados, el brutal costo económico para millones de familias mexicanas? Pues son nada, es cosa insignificante cuando se trata de elaborar detalles de venganzas, planes de largo alcance y la tozudez de demostrar que AMLO nunca se equivoca. Estas palabras me recordaron a aquellas de José Saramago en “Ensayo Sobre la Ceguera”: “sólo quien tenga que morir morirá, la muerte escoge sin avisar…”.

ESQUINA-BAJAN

¿Las vidas de los mexicanos y su atención médica? Prescindibles totalmente. Es un proyecto político de un cacique, no la atención a millones de humanos que quedarán en la miseria más ruin de la que se tenga memoria desde la Revolución mexicana a la fecha. Ya no sorprende su discurso populachero y dogmático, ya no; lo que sorprende ahora es que avanza a pasos de gigante en su enfoque y pocos lo señalan. Las anteriores palabras de AMLO, como una gran cantidad de sus dichos y lo que quiere articular como discurso, son una especie de celebración y jolgorio de la pandemia, “nos cae como anillo al dedo”, cuando debería de ser una gran preocupación por el nivel de contagio y cantidad de vidas que se pueden acumular hasta que esto no se controle del todo. ¿Una vacuna? La vacuna se va a mezclar en otros países, menos en México que no tiene la capacidad, educación científica ni los laboratorios para descubrirla, manipularla y ponerla en práctica.

“Empiezo a pensar –dice en la novela de José Saramago el primer ciego de la trama, al cual le llega la pandemia de ceguera al mirar la luz amarilla y luego roja de un semáforo– que no hay límites para lo malo, para el mal…”. No hay límites en los dislates y modo de manejarse de Andrés Manuel López Obrador. No hay acotamiento ni límite a su chabacanería preñada tal vez de maldad. Ante una emergencia de semejante magnitud, no la condena ni le preocupa… la celebra. ¿Celebrar el pandemónium en que se ha convertido Monclova? En un acto sin parangón alguno donde todo se alineó para la tragedia: en un sólo foco de atención, la Clínica 7 del IMSS de Monclova, el contagio fue masivo y brutal. Aunque los casos de infección van a seguir aumentando de un solo golpe; de 37 casos confirmados (jueves 2 de abril), 32 corresponden a médicos y enfermeras de dicho nosocomio. Una tragedia de proporciones apocalípticas.

Y hoy no es fecha de que se hagan presentes ni Zoé Robledo ni el tibio de Javier Guerrero. El uno, director nacional del IMSS, y el otro, eterno hombre de segunda mano de todo mundo. Guerrero acostumbra dejar a sus jefes cuando la fortuna los abandona. Apenas ayer, Javier Guerrero era gente del círculo rojo de Rosario Robles, la cual sigue en prisión. Hoy se ha montado en la silla de hacienda del cacique de AMLO y su “cuarta transformación” (cuarta traición, para todo mundo con un ápice de inteligencia). No sabe de lealtades ni de ideología; sabe de engaños, embustes y traiciones. Fue priista, fue “independiente” (lo que eso signifique); hoy es pejista y morenista. Al final de todo, lo que define de cuerpo entero a Javier Guerrero es un término bíblico, no político: es tibio.

LETRAS MINÚSCULAS

Apocalipsis 3.15-16: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. / ¡Ojalá fueses frío o caliente! / Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Fin.