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Andar el camino con espíritu compartido para superar la emergencia
Fue en la segunda semana del enclaustramiento que ya lleva más de 20 días. La calle, temprano aún, aparecía prácticamente vacía. Unos cuantos autos, cuyos conductores trataban de comenzar su jornada apenas salido el sol.
La necesidad de hacer pagos y realizar compras, todo en el menor tiempo posible, hace la primera escala el cajero automático. Apenas tres almas en el recinto. De pronto aparece una mujer pulcramente ataviada. El cabello recogido y la indispensable cofia que la identifica como enfermera.
Su saludo de buenos días, jovial y cálido, sorprendió a todos. Si es difícil encontrarse en épocas normales, distintas a la originada hoy por hoy, a una persona que al llegar a un lugar público ofrezca ya no una mirada cordial, menos, pensaría uno, se toparía con un casi afectuoso saludo por parte de una de las protagonistas en la lucha contra la enfermedad que se libra actualmente.
Así como llegó, realizó su trámite, se despidió, con una amabilidad que desarmó al más reticente.
Ella, como los miles que hoy tienen ante sí el ingente reto de enfrentarse al virus a través del cuidado a los pacientes que lo han contraído, forman parte de un grupo indispensable y valiente, ahora aplaudido de manera prácticamente unánime.
Las noticias que llegan en el sentido de que profesionales de la salud fueron agredidos en diferentes partes de México, a más de preocupar, debe llenar de indignación y hacerse patente. Son ellos, los que en primera fila se están enfrentando a esta bestia invisible, como la llamó el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo.
Podemos estar o no de acuerdo en algunos temas con los funcionarios que en nuestro País ofrecen información acerca de la pandemia, noche tras noche, a las 7:00. Pero es indudable que a ellos también, con un subsecretario como Hugo López-Gatell a la cabeza, hay que reconocerles el ahínco con el que se encuentran trabajando.
Incluyen a ratos comprensibles alineaciones de corte político, pero lo que también es cierto es que resulta evidente el esfuerzo de mantener abierta la posición de diálogo con reporteros, que representan –con sus preguntas– la voz, la inquietud y la preocupación de los mexicanos.
Uno de estos temas ha estado en el uso de los cubrebocas. Mientras el subsecretario López-Gatell ha insistido en no pocas ocasiones que no son necesarios pues “está demostrado que no protegen contra el virus y sólo está recomendado para los que están enfermos”, por otro lado señala que hay quienes han contraído la enfermedad y no presentan síntomas. Entonces, cabe concluir, los asintomáticos sí pueden transmitir la enfermedad y el uso de los cubrebocas debiera emplearlos la población por si en ella hay enfermos sin síntomas. Poco a poco, y ya retomando este último criterio, el subsecretario ha ido cediendo y para afirmarlo insiste en que cada estado constituye una autoridad sanitaria.
En Coahuila, el empleo de los cubrebocas lo convirtió en obligación en nuestro estado el gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís, quien además estableció con los gobernadores de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, y de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, una estrategia de trabajo que une a tres entidades ligadas, no solo en lo geográfico sino en su historia y sus relaciones.
Cada mexicano tiene frente a sí retos personales y profesionales que resolver. Unos, indudablemente, de manera más apremiante que otros. Comprender y aplaudir a los que están en las primeras líneas forma parte de lo que nos toca por hacer, a más de lo propio para que las cosas fluyan de mejor manera. Si podemos ayudar, hagámoslo. Y si podemos aplaudir, tampoco regateemos. Que gracias a todos los profesionales de la salud comprometidos, a quienes proporcionan información y todos cuantos trabajan en bancos, supermercados y en sitios esenciales, este difícil camino será andado del mejor modo posible.
DON ANTONIO RUIZ CORONADO
Recibir la noticia de su fallecimiento, qué triste. En todos cuantos leí, en referencia a él, encontré dijeron las mismas virtudes: su amabilidad, su trato cordial y respetuoso, su sentido del humor, su afectuoso talante, su profesionalismo, su lealtad. Descanse en paz un hombre que hizo, con su estadía en la tierra, un bello lugar para vivir. Lo extrañaremos, don Toño, amigo, compañero en este nuestro periódico.