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Ana Elisa Mena: ‘Es cursi, pero los sueños se cumplen’
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Gala de ballet en homenaje a Ana Elisa Mena
Fecha: 23 de julio
Lugar: Teatro de la Ciudad Fernando Soler
Hora: 19:00 horas
Entrada libre
Ana Elisa Mena tenía 13 años cuando bailó por última vez en Saltillo; a la edad de 24 vuelve, con el mayor título que un bailarín puede alcanzar, para cumplir uno de sus sueños de la infancia: bailar en el Teatro de la Ciudad Fernando Soler, como aquellos bailarines que veía con su mamá cuando era niña.
‘Aquellos bailarines’ eran los de la Compañía Nacional de Danza, de la que ha formado parte durante 5 años y de los cuales lleva dos liderando la cuadrilla femenina como Bailarina Principal.
Su presentación en la ciudad se dará con motivo de la gala de ballet que rendirá un homenaje a su carrera durante el Festival Internacional Saltillo 2016.
La gala será este sábado en punto de las 19:00 horas, donde el público podrá disfrutar del segundo acto de El Lago de los Cisnes, además de una suite de Don Quijote que Ana Elisa bailará en compañía de su pareja, el bailarín cubano Roberto Rodríguez, además del cuerpo de bailarines de la Compañía y Escuela Profesional de Danza de Coahuila.
Preparándose para su arribo a la ciudad, Ana Elisa recordó cómo fueron los comienzos del camino que recorre hoy en día.
Fue su madre y maestra Claudia Chávez Rossique quien comenzó a entrenarla con tenía un año de edad.
“Desde muy pequeña ella y su hermana empezaron a dar clases en Torreón. Después se fue a Saltillo cuando se casó, me tuvo a mi y empezó de nuevo a enseñar”, explicó Mena.
Es por esto que para ella la inmersión en el mundo del ballet se sintió como algo muy natural, y es que como lo explica la bailarina saltillense “el ballet ya estaba ahí, yo ya había nacido en éste mundo. Cuando llegó el momento de elegir si ir a la universidad o no, yo preferí hacer la carrera de ballet porque era lo mío”.
La vida del ballet fue la única que vivió desde muy chica; sus jornadas eran largas pues luego de la escuela tenía que hacer la tarea y luego ensayar con su mamá, que lejos de consentirla y ablandar la enseñanza por ser su hija, ejerció en ella una disciplina estricta como con cualquiera de sus alumnos.
“Mi mamá era MUY MUY estricta, quienes la conocen no me dejarán mentir. Llegó un momento en el que yo ya no tuve compañeras, éramos solo ella y yo tomando clases y creo que fue ahí donde formé el carácter que necesita un bailarín” aseguró.
No era sencillo, muchas tardes cuando regresaban a casa seguían discutiendo sobre si lo había hecho bien o mal, si le había ‘echado ganas’ o no, sin embargo aseguró estar muy agradecida con ella, ya que fue por su madre que ha logrado todo lo que hasta hoy.
“Yo necesitaba que ella fuera así conmigo porque yo soy muy relajienta y descarrilada de repente, entonces si a esa edad no me hubieran agarrado estrictamente, yo creo que no estaría donde estoy ahorita”, mencionó la bailarina.
Ella describe al ballet como una carrera muy sacrificante, mucho más allá de las puntitas y el tutú rosa.
“No sé si como consejo pero sí como advertencia - bromeó - no, también como consejo: el ballet duele y es difícil, siempre va a haber derrotas, caídas y bailar lastimado es lo peor. Pero es por el mero gusto, por amor al arte como dicen, que uno tiene que ir hasta donde el cuerpo aguante, porque a fin de cuentas es para gusto de uno y de quien te está viendo”, aseguró.
Para ella, el momento más duro fue cuando a los 17 años tuvo que dejar Saltillo para seguir preparándose en la Miami City Ballet School, hasta el año 2010 cuando se unió a las filas de la CND.
“Íbamos como 150 chicas y quedamos cerca de 6, tuve suerte de entrar ese año y a partir de ahí te van dando papeles y tu vas usándolos para bien o para no bien, porque a veces no te va como tu esperas, por el nervio o por cualquier cosa”, dijo.
Aseguró que no hacerlo bien en alguna ocasión significaba no recibir un papel en un largo tiempo, por lo que cada oportunidad era el momento ideal para dar el máximo, cosa que ella buscó aprovechar en cada ocasión que pudo.
“Así fue como fui subiendo, son largas horas de trabajo, seis días a la semana durante 6 ó 7 horas haciendo ejercicio, ensayando, dando funciones. No es fácil ser bailarín porque duele, es un sacrificio muy grande, hay que moldear el cuerpo a cosas que no suele hacer”, relató.
Añadió además que el ballet es un universo en el que el ejecutante siempre está bajo escrutinio: el de los estrictos maestros, cuando intentas entrar a una escuela, en las audiciones, frente al público. Por ello también se requiere ánimo y determinación.
Como Bailarina Principal ha tenido que crecer a pasos agigantados y lidiar con una de las responsabilidades más grandes.
“Así como cualquier expresión, al llevarlo a la gente los haces salir de la rutina y llevarlos a otros mundos, puedes ser mil personas y en el ballet es complicado porque eres un atleta de alto rendimiento y a la vez un actor”, mencionó.
Por ello cree firmemente en que además de llevar el arte del ballet al abundante talento mexicano, hay que acercarlos a buenos maestros y además, educarlos en casa sobre los valores que una dedicación de este estilo requiere.
“Pasaba que las niñas ya no querían regresar porque se daban cuenta de que el ballet no era ‘así o asá’, empezaba a doler y que querían ir, pero es ahí donde los papás deben estar enseñándoles sobre la confianza, el sacrificio y la determinación de hacer cosas que no son tan fáciles”.
Envuelta en risas, bromas y una voz enérgica, Ana Elisa se tomó unos segundos para pensar qué sería lo último que le gustaría decir sobre su propia experiencia.
“Es un poquito cursi, pero los sueños se cumplen. Jamás pensé ni me imaginé estar ahí, ni siquiera en un papelito sin importancia. Ahora tengo el protagónico, y es algo muy difícil pero luché por esto y es por eso que puedo decirlo, los sueños sí se cumplen”, finalizó.