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AMLO y el gobierno de Biden
Todo indica que Joseph Biden será el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos. A sus 77 años, será el mandatario que asume el cargo en edad más avanzada, superando a Reagan, que dejó el cargo a los 77 y a Trump que tenía 70 años cuando tomó posesión. Otro hecho que destaca mucho la prensa estadounidense, es su religión: será el segundo que profesa la religión católica, el primero fue John F. Kennedy.
Como senador, representó a Delaware durante casi cuatro décadas, después se convirtió en Vicepresidente durante los ocho años de la administración Obama, como tal, presidió el Senado. Llegó al Senado con 29 años, fue así uno de los más jóvenes en ser electos para ese cargo. Antes de ser Senador, sólo tuvo un cargo en el Consejo (Cabildo) Municipal.
La tragedia lo ha acompañado durante toda su vida. El año que resultó electo senador, fallecieron en un accidente vial su esposa y su hija. Dos hijos varones sobrevivieron al accidente. El senador electo fue juramentado en el hospital donde uno de sus hijos se recuperaba. Como viudo y padre de dos niños tuvo que tomar una decisión difícil: armonizar su quehacer político con el necesario acompañamiento de sus hijos. A punto de renunciar a su cargo, siguió adelante gracias al apoyo de su hermana. Se comprometió consigo mismo a ver a sus hijos todas las noches para cenar con ellos y darles las buenas noches. Fue apodado “Amtrak Joe” por la línea ferroviaria que cubre la ruta de Washington D.C. a Willmington, Delaware, cuya estación ahora lleva su nombre.
43 años después del trágico accidente que costó la vida a su madre y hermana, el niño que convalecía en el hospital mientras su padre rendía protesta como senador, junto a su cama, murió siendo Procurador General del Estado de Delaware, tras una larga batalla contra el cáncer en el cerebro.
Biden es un político de centro, alejado de los extremos. Para llegar a la presidencia se vio obligado a negociar con la izquierda radical del Partido Demócrata y con un sector republicano moderado. Hoy en día, muchas de sus propuestas políticas dependen de un pequeño pero complicadísimo detalle; contar o no con una mayoría en el Senado. Conseguirlo en momentos de gran polarización, no será cosa fácil. Esa mayoría habrá de definirse en enero de 2021, en una elección extraordinaria en Georgia, ante la imposibilidad de definir un ganador, se convocó a nuevas elecciones.
Si los demócratas ganan en Georgia, el Senado quedará empatado 50-50, con el voto de calidad de la futura Vicepresidenta, Kamala Harris. En la Cámara Baja, los demócratas siguen contando con una mayoría cómoda, pese a que perdieron buen número de curules frente a los republicanos.
Si los Demócratas consiguen mayoría en el Senado, Biden podría impulsar su agenda con mayor comodidad, con ello, tendrían responsabilidad plena de sus aciertos y desaciertos. Esa mayoría duraría dos años, tendría que priorizar temas y aliados, decisión nada fácil. ¿Cederá espacios a su ala izquierda que, tras largas negociaciones, cedió y apoyó a Biden a cambio de promesas específicas?, ¿construirá otra mayoría con los republicanos moderados para aminorar la polarización reinante, reforzar el centro y debilitar los extremos? Esta segunda alternativa le garantiza una derrota en las elecciones de medio periodo. Por eso mismo, muchos demócratas moderados prefieren no contar con mayoría en el Senado y culpar de todo al previsible bloqueo republicano.
El gobierno de Andrés Manuel tendrá que negociar con ese gobierno demócrata. Frente a ellos deberá definir si continúa o no su muy rara y poco comprensible política exterior, que se mueve en torno a, por lo menos, tres ejes:
Primero, las preferencias personales, filias y fobias de AMLO, las de sus amigos y adversarios, sus afinidades personales, como sucedió en el entendimiento cómplice y travieso con Donald Trump.
En segundo lugar está su vena evangélica, ese poder conservador transnacional que se expande por todo el continente. Negocia votos a cambio de cargos y agenda, vena que lo acercó a Trump y a otros gobiernos latinoamericanos pero que, irónicamente, no logró convencerlo de apoyar el golpe de los evangélicos en Bolivia.
El tercer eje lo controla el secretario de Relaciones Exteriores, los defensores de la política exterior tradicional priista, con mucho de estrategia avestruz, la no intervención con tendencia a la izquierda, por ello su apoyo al MAS en Bolivia y su silencio ante la dictadura de Maduro en Venezuela.
@chuyramirezr
Jesús Ramírez Rangel
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