Amar en tiempos de pandemia: Tres historias para celebrar San Valentín
El último año ha sido difícil para todos, pero muchos hemos podido superar este reto gracias al amor. No solo el de pareja, sino el de la familia, el de nuestros hijos o nuestros padres. Incluso el de nuestras mascotas.
Por eso este Día de San Valentín queremos celebrar con las historias de tres mujeres artistas quienes nos comparten cómo encontraron el amor, fortalecieron su relación, o crearon nueva vida, en este tiempo.
Una boda con sana distancia
Karla Rangel, artista visual, y Héctor García, músico, se conocieron por Instagram, pero ahí no empezó su relación. Se seguían, sí, pero no habían interactuado más allá de las redes hasta que un día se toparon en el centro de Saltillo.
“Iba yo caminando por el centro con un amigo, íbamos al Pizza Rock, y en la esquina de Allende y Zaragoza, donde está el 7-Eleven, nos topamos de frente, porque Karlita iba subiendo con Toño Olvera (también artista visual). Iban a exponer en Estudio Lomelí”, nos contó Héctor, “Toño conocía a mi amigo y se saludaron y luego Karlita me dijo ‘hey, yo te conozco, nos tenemos en Instagram’ y ahí fue el flechazo”.
Su primera cita fue tiempo después en El Cerdo de Babel, para entonces ya habían conversado más y fue ahí donde reconocieron gustos en común y se enamoraron.
En 2019 empezaron a juntar dinero y organizar la boda, programada para abril del 2020, pero conforme se acercó la fecha la amenaza del COVID-19 se cernió sobre la celebración.
“Fue un acto subversivo”, dijo Karla al hablar sobre cómo decidieron hacer su boda en un formato más pequeño, en el mes de julio, durante la pandemia, organizada con la ayuda de sus amigos y con no más de 30 invitados.
“Hicimos una selección minuciosa, más que nada de familiares”, comentó Héctor, “la pasamos muy bien. Nos dimos cuenta que habíamos tomado una excelente decisión y la corroboramos desde entonces porque estamos muy a gusto […] A la hora que nos casamos y empezamos a ver los amigos nos dimos cuenta que en su mayoría compartimos los mismos amigos, y fue muy grato darnos cuenta de ello”.
“El desarrollo de la boda fue entorno a lo pandémico”, agregó Karla, “ahí nos tienes rellenando los geles, poniendo protocolos en las mesas. Pero sí es muy importante y creo que todo el mundo nos dimos cuenta durante esta pandemia, que es este sentido de comunidad, de cómo se ha transformado y cómo han mutado las relaciones con el otro, con los amigos. A mí se hace un punto a rescatar entre todo esto tan grave […] Porque de verdad no la hubiéramos armado de la misma forma sin la ayuda de todos ellos”.
Amor viajero
Natalia Alejandrina Blanco y Óscar Rocha “Irie Oh” se conocen desde hace años. Fue en el Festival Pulmón, Pulque y Montaña de Arte Urbano en Altzayanca, Tlaxcala, en 2017, donde les tocó pintar a unos metros de distancia, pero todo siguió en plan de amigos y colegas y aunque no siempre fue constante, el contacto nunca se perdió se perdió. Ella de Saltillo y él de Veracruz, todo fue a distancia.
Durante un viaje que ella realizó a India en 2018 —mientras él estaba en San Francisco, Estados Unidos— encontraron más gustos en común y una conexión más fuerte surgió.
“Empezamos a platicar y yo le dije, regreso en tal fecha, y me dice, ‘un mes después de que tú regreses yo voy a estar en México, no tengo ganas de regresar a Veracruz, ¿qué te parece si voy hasta Saltillo?’”, contó Natalia.
“Eso ya fue en enero, febrero, del 2019, que él vino a Saltillo por primera vez y ya desde entonces tenemos dos años de relación. Llegó y ahí surgió la chispa”, agregó, “y como somos de ciudades distintas para vernos siempre teníamos que viajar y a ambos nos gusta, entonces nos encontrábamos en puntos medios o él venía o yo iba a Xalapa. Y fueron dos años así, hasta ahora, que ya se trajo sus cosas y se va a venir a vivir a Saltillo”.
“A mí la verdad se me hizo muy chido el proceso de nuestra relación porque somos muy libres, entonces por fin, la neta, encontré a alguien que no me dice que no viaje, que no me vaya, o que quiere que estemos juntos siempre. No hay esas inseguridades estúpidas”, continuó.
A finales de 2020 Natalia viajó a Veracruz, donde hizo algunos murales con Irie y prepararon la mudanza de su estudio de tatuajes, Moksha, un viaje que a su vez le permitió salir de letargo pandémico en Saltillo.
“Por la pandemia sí duramos mucho tiempo sin vernos, porque ninguno podía viajar”, comentó, “había momentos que, yo creo todo el mundo estábamos muy raros, y a veces yo no quería ni hablar y él sentía como un abandono, y yo al revés, pero no era eso, era pedo de la pandemia”.
“Pero logramos salir adelante y estar chido. Y yo creo que nos ayuda nuestro trabajo, somos personas muy independientes y cada quien está haciendo su trabajo y entendemos que si pasan tres o cuatro días de no platicar, no quiere decir que no nos queramos o no estemos al pendiente […] sabemos que ahí estamos”, concluyó.
La realidad de un embarazo
Hay experiencias humanas que suelen ser romantizadas, el embarazo es una de ellas y la artista visual Daniela Elidett pudo comprobarlo de primera mano. Luego de decidir junto a su esposo el empezar una familia, lo intentaron durante un tiempo sin éxito.
“Fue en enero del año pasado que empecé a tener síntomas muy fuertes de gastritis. Recuerdo que se lo oculté a mi esposo porque me iba a regañar”, recordó entre risas, “y es algo que todavía me reclama. Pero bueno, me hice una prueba y resultó positiva”.
“No puedo decir que nos sentimos felices, más bien nos sentimos desconcertados. Creo que muy pocas cosas resultaron como nos habían contado en todo el proceso. No sabía ni qué pensar ni qué sentir”, continuó.
Con la llegada de la cuarentena y el anuncio constante de que las personas embarazadas estaban en riesgo el estrés fue aún mayor. Primeriza y sin asesoramiento, además de que los recortes de personal por la pandemia llevaron a su esposo a cubrir horas extra, tuvo que enfrentar su embarazo en soledad.
“Sentí bastante presión por todo. Ya no me podía dar el lujo de dejarme caer porque ya no sólo era yo. Estuve a punto de entrar en depresión y eso también me hizo sentir muy culpable, porque no paraban de reprocharme que lo que yo sentía también lo sentía mi bebé”, expresó, “además el embarazo es algo muy fuerte. No es para nada el cuento bonito que te cuentan”.
Ya cuando se acercó la fecha del parto las cosas se complicaron, pues su familia de contagió de COVID-19. Aunque lograron recuperarse esto se sumó al estrés y con la fecha de alumbramiento rebasada tuvieron que recurrir a la cesárea.
“Al nacer mi hija me aseguré de que estuviera sana y sin complicaciones, y así fue”, comentó, “pero yo no estaba feliz. Esa es otra cosa en la que siento que no sucedió como cuentan siempre. Yo seguía confundida y dolida por todo el proceso. Me sentía en modo automático, en modo supervivencia. Y el proceso de recuperación fue largo”.
“Pero pasada la cuarentena empecé a volver a mí, empecé a sentir, ahora sí, ese amor que construimos juntas mi hija y yo. Porque sí siento que de muchas formas ella me dice: gracias mamá, sí lo hiciste bien, yo estoy aquí para ti. Ver su sonrisita todas las mañanas es la energía diaria”, agregó.
Daniela espera que pronto su hija pueda salir a conocer el mundo, y considera que será especial contarle que es de la generación que nació “en medio del caos”, mientras que ella reflexiona sobre su situación.
“El tema de la maternidad en estos tiempos de deconstrucción también es algo bien fuerte.. Hay un chingo de discriminación hacia la mujer que decide ser madre y la sociedad artística no se queda atrás. Yo no siento que haya perdido mi oportunidad, es más, cada vez veo más claro el camino que debo seguir en cuestiones de mi obra. Siento que puedo desentrañar más fácilmente las trabas creativas que tenía antes de ser mamá”, concluyó, “por eso me toca luchar por ella. Porque ella sea una mujer sana, libre y feliz. Y yo con ella”