Alianza ‘contra natura’ (como todas)

Usted está aquí

Alianza ‘contra natura’ (como todas)

El fin de semana anterior, los tres partidos políticos otrora dominantes en la arena electoral mexicana -PAN, PRI, PRD- anunciaron su intención de recorrer, tomados de la mano, la senda de los comicios del 2021, particularmente en lo relativo a la elección de diputados federales.

La decisión se veía venir, pues se especuló largamente con la especie. No por ello dejó de provocar una catarata de señalamientos, sobre todo respecto de su condición “contra natura”, pues si algo podría considerarse improbable era una alianza electoral entre priistas y panistas.

Pero son los tiempos de la pandemia lopezobradorista, para cuyo agente infeccioso no han encontrado vacuna todavía las oposiciones diezmadas de votos y amenazadas con el desarrollo de síntomas aún más graves, los cuales podrían provocarles incluso la muerte.

Muchos de los análisis vertidos en torno a la posibilidad de esta alianza -aún por concretarse- se han centrado en calificar la decisión como una de carácter absolutamente pragmático y por tanto carente de asideros ideológicos, razón por la cual puede considerarse indeseable.

Ese análisis se basa, sobre todo, en el señalamiento relativo a la naturaleza “anti López Obrador” de la alianza, lo cual la ubica en el terreno de lo negativo, pues no propone construir algo, sino esencialmente convertirse en obstáculo para el avance de un proyecto político distinto.

Se trata, digámoslo claro de una vez, de una decisión absolutamente pragmática motivada por el instinto de supervivencia: el rival contra el cual se lucha, Morena, evidencia todavía una fortaleza muy grande y eso desaconseja enfrentarlo cada quien por su lado en las urnas.

¿Es criticable enfrentar la realidad política desde esta perspectiva? Si el asunto se analiza desde la perspectiva puramente ideológica, es decir, partiendo de la idea de un sistema de partidos integrado por fuerzas antagónicas y mutuamente excluyentes entre sí, la pregunta debe contestarse en sentido afirmativo.

Al respecto, sin embargo, también debe decirse otra cosa: las alianzas electorales en México siempre han sido así: contra hechuras ideológicas carentes de sentido en lo relativo al proyecto de nación en torno al cual teóricamente se reúnen quienes las integran.

Y debe decirse algo más: al electorado nunca le han importado mucho estos “defectos de diseño” de las alianzas. La razón es muy simple: el mexicano es un elector muy poco exigente a la hora de poner a prueba la honestidad intelectual de sus políticos.

No se explica de otra forma, por ejemplo, el retorno del PRI a la Presidencia de la República en 2012. El historial de abusos y excesos en el ejercicio del poder pero, sobre todo, de corrupción e impunidad rampantes, daban para augurar -y desear- la desaparición de dicho partido.

Tampoco se explica de otra manera la enorme aprobación de la cual todavía goza -y seguramente seguirá gozando- el presidente López Obrador tras dos años de una desastrosa administración cuyo resultado más evidente son las crisis sanitaria, de seguridad y económica provocadas y/o agravadas por la oceánica ineptitud de él y su equipo.

Al elector mexicano promedio -como a nuestros políticos- le importa muy poco -tirándole a nada- la ideología porque no es esta su punto de partida a la hora de definir su voto, sino justamente el ingrediente con el cual se amasa la alianza PAN-PRI-PRD: el odio.

Hemos perseverado mucho tiempo en la aplicación de la fórmula: no se trata de estar al lado de los mejores, sino oponerse a los peores. Se vota, sobre todo, “en contra de” y muy poco “a favor de”. Y cuando optamos por la segunda opción, la razón de nuestra inclinación casi nunca es una idea, una plataforma ideológica o un proyecto político, sino una conveniencia encarnada por un individuo providencial.

Se vota “a favor de” porque “este sí” va a cumplir sus promesas; porque “este sí” es honesto; porque este “no está pintado” de tal o cual color; porque los otros “ya robaron mucho”; porque “ya le toca a otros”…

Todos los integrantes de nuestra clase política le han apostado siempre a esta característica esencial del electorado mexicano. Y le apuestan porque se ha probado repetidamente su éxito en todas las circunstancias. La receta ha funcionado reiteradamente y esta vez no será la excepción.

Aristas

La “alianza contra natura” de PAN, PRI y PRD puede tener éxito en las urnas y arrebatarle a López Obrador y su pandilla el control de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, pero eso no será necesariamente una buena noticia para los mexicanos.

La razón es simple: regresarle de forma acrítica el poder a quienes pavimentaron el camino del Iluminado de Macuspana al Palacio Nacional será interpretado por ellos como prueba del “perdón” otorgado por la sociedad mexicana a sus múltiples y graves pecados. Convendría por ello obligarles, antes de votarles, a realizar un acto de contrición adecuado.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3

carredondo@vanguardia.com.mx