Agujeros en el álbum familiar
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Agujeros en el álbum familiar
Karla Tinoco publicó en VANGUARDIA un reportaje: “El retrato familiar se va desdibujando. La destrucción de la familia es un fenómeno de nuestros tiempos, lento pero gradual y tal parece imparable.”
Ana Berenice de la Peña, máster en terapia familiar de la Escuela de Psicología de la UAdeC, dice: “La familia está perdiendo cohesión… ha girado a ser más individualista. En esos casos pasan de lado los compromisos, los roles que se necesitan por cumplir y se vela por la satisfacción personal nada más.
“Para cumplir con muchas de las exigencias económicas, las mujeres comenzaron a salir de casa para buscar una vida mejor, pero se toparon con empleos con horarios demandantes y con ese nuevo ritmo de vida empezó la dificultad para satisfacer los roles que se estaban cumpliendo anteriormente.
“Este sistema se aunó al feminismo y la lucha de que la mujer tratara de lograr un rol distinto en la sociedad, de ahí que se hayan polarizado muchas luchas. Nos cuesta trabajo encontrar el punto medio”, dijo
Con estas afirmaciones, ambas mujeres hicieron un ejercicio notable de autocrítica. Si un hombre lo dice no tiene la misma credibilidad, aunque sea un psicólogo, como Abascal Bosco, quien ha afirmado: Ingenuamente creemos que la vida será mejor cuando conquistemos algún puesto más alto en el trabajo. Nos convertimos en “trabajólicos.”
Para la mujer, trabajar representa una verdadera revolución dolorosa en la estructuración del tiempo global. La arrancan de la intimidad de su hogar, lo que según Erich Berne, la pone en el papel de Caperucita Roja entre feroces lobos profesionales.
Bosco distingue entre la mujer que trabaja por necesidad y la que tienen motivos superficiales: La injusticia, ha obligado a millones de mujeres a emplearse como obreras, y tener que luchar por el espejismo del sueldo mínimo en condiciones infrahumanas.
La clase asalariada trabaja por estricta necesidad de supervivencia, las más de ellas en grado heroico. Se encuentran sometidas al asedio sistemático de empleados, obreros y ejecutivos que han perdido el interés y la energía para establecer tiempo de intimidad en sus hogares.
Pero ¿Necesitan realmente trabajar las docenas de miles de amas de casa de clase media alta, mientras abandonan a sus hijos en manos de esa gran manipuladora que es la T.V.? ¿Es indispensable que trabajen esa multitud de jóvenes mujeres cuya única motivación es la de tener dinero para comprarse sus trapos y afeites, y no el servicio al prójimo ni el desarrollo de talentos?
¿Podrían estar entregadas a la educación de sus hijos, estar estudiando o preparándose para ser madres o para desarrollar una carrera con sentido social?
La joven pareja de nuestra clase media y baja, que estructurará su tiempo más o menos así: Ninguno de los dos estudia, por lo que les estarán cerradas las puertas de empleos más complejos.
Los dos trabajan, y están endeudados hasta la coronilla.
Sus hijos tienen hambre de caricias, de tiempo, de reconocimiento, pero no están los padres para satisfacer estas hambres.
Los hijos están sometidos a la perniciosa influencia de otras muchas fuentes de estímulos negativos, que fácilmente los inducirán a las adicciones.
Esperan que el Gobierno, que sus padres, que el terapeuta, hagan algo por remediar su situación, pelean mucho y están a punto de divorciarse. Coincido en que ahí está el nudo gordiano, raíz de nuestros males.