Agoniza Cloete por culpa de carboneros

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Agoniza Cloete por culpa de carboneros

Un pueblo destruido. Eso fue lo que vi cuando llegué a la Villa Cloete, municipio de Sabinas, Coahuila.

La verdad yo no iba a eso, de veras, pero mira si el destino es grande, como dice Ricardo Arjona.

Andaba buscando a algunos productores de carbón para que hablaran sobre la Prodemi y sus transas.

Por supuesto que nadie quiso ni verme, sus motivos tendrían.

Pero en el camino, ¿qué cree?, me topé con el pobre pueblo de Cloete, abierto de tajos, de cabo a rabo, y plagado de dunas y dunas de polvo negruzco.

Cuando pisé Cloete, no sé por qué me acordé de los paisajes que pintó el escritor Ray Bradbury en su libro “Crónicas marcianas”.

Caminar por Cloete fue como viajar por un planeta extraño, desconocido, negro, literalmente negro por los cerros y cerros de escoria de carbón que se miraban a la orilla de sus caminos.

La ambición de los carboneros de la región convirtió a Cloete en esto: un pueblo lleno de pozos y pozos, como madrigueras de topos, que casi dan con los patios y corrales de casas.

Recorrí palmo a palmo las calles de Cloete, bajo un sol inmisericorde, guiado por doña Monse, una señora bajita, pero entrona y corajuda como ella sola.

La destrucción era tal que los tajos cavados por los carboneros habían terminado con tierras agrícola, arroyos y hasta, ¿qué cree?, increíble, el estadio de beisbol del pueblo.

Entonces supe que la avaricia de los carboneros no tiene límites y mientras las casas de los vecinos de Cloete se cuartean y el pueblo se cae a pedazos, los carboneros se hacen más y más ricos.

Hace poco volví a pasar por Cloete y miré que las cosas no han cambiado, que están igual.

Cloete sigue siendo ese planeta renegrido por las montañas y montañas de escoria de carbón, y me imagino que los ricos son más ricos y los pobres de Cloete más pobres.

Al menos en los planetas que pintó Bradbury en sus “Crónicas marcianas”, no existía la injusticia, en Cloete sí y no es cuento…