¡Adiós, Saltillo querido!, de tus barrancas me alejo […]

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¡Adiós, Saltillo querido!, de tus barrancas me alejo […]

Hace más de 50 años, Efrén Ríos, mi padre, llegó a Saltillo por razones laborales. El entonces presidente de la República, José López Portillo lo designó gerente regional de “La Forestal FCL”, una empresa cooperativa que en los años setenta generó un gran desarrollo a favor de las familias campesinas que vivían de la venta del ixtle de lechuguilla, principalmente. Luego una diferencia con el entonces gobernador Óscar Flores Tapia hizo que regresará a la ciudad de México.

Un día me contó su encuentro presidencial. “Entre a Los Pinos. Le explique los motivos de mis desencuentros. Le agradecí su confianza al Presidente. Él no sabía de mi renuncia. Dio unos golpes en la mesa. Se enojó. Me designó como nuevo gerente regional de Almacenes Nacionales de Depósito S.A”.

Tiempo después, por otras razones, Flores Tapia renunció. Mi padre, por su parte, asumió un nuevo encargo federal. Como mis hermanas, Ángeles y Caro, se quedaron a vivir aquí, regresábamos con frecuencia. Yo tomaba mis vacaciones. Me gustaba ir a los ranchos, a la sierra de Arteaga a caminar con Gaby para bajar calorías. Luego, como buen saltillense, íbamos a Laredo, a comprar y comer en el Luby’s.

Para regresar a Saltillo, viajábamos en el tren, El Regiomontano. Lo que más recuerdo son cuatro cosas.

El Bar lleno de humo. Mi padre hacía el aperitivo. Ili y yo aguantábamos el humo. Jugábamos a las cartas con Gaby, mi madre.

La cena, por otra parte, era el gran momento del viaje: la milanesa con papas que pedía para cenar estaba deliciosa.

La tercera impronta que tengo es el dormitorio. Era una odisea dormir. Subirse a la litera era complicado. Las paredes del vagón eran un iceberg. La cama parecía de agua por tanto movimiento. Bajar al baño era una hazaña. Disfrutaba la pequeña almohada que me tocaba compartir con Don Efrén.

El último rasgo era al inicio del viaje. En la noche, cuando el tren se alejaba de Saltillo, a la altura de la localidad de Carneros, mi padre, exclamaba:

— ¡Adiós, Saltillo querido!

— De tus barrancas me alejo…

— Si me fui, fue por pendejo.

— Si regreso, es por jodido.

Nunca entendí muy bien el significado de estos (versos). Pero si recuerdo que mi padre lo repetía porque estaba muy agradecido con las oportunidades de vida digna que le había dado Saltillo.

Con motivo de esa oportunidad, nací en Saltillo. A los siete años me fui a la ciudad de México. A los 17 años regresé a estudiar mi carrera profesional. De los treinta a los cuarenta años estuve un tiempo fuera. Luego regresé a mi ciudad. Podía haberme quedado en otro lugar. Pero siempre quise trabajar aquí para aportar algo más, para brindar oportunidades de crecimiento profesional.

Aquí vivo. Aquí trabajo. Aquí descanso. Es el lugar que me dio la oportunidad para ser lo que soy: un profesional del Derecho que, desde su espacio y en lo que me corresponde, busca que nuestra ciudad se consolide como un lugar digno de vida.

Como un saltillense, descendiente de un migrante laboral, nos ha ido muy bien en Saltillo. El (soneto) podía ser diferente. Muchos podrían decir:

— ¡Adiós, Saltillo querido!

— De tus barrancas me alejo…

— Si me fui, fue por jodido.

— Si regreso, es por pendejo.

Yo, ni jodido ni pendejo, me despido de Saltillo. Podré irme de nuevo. Quizás moriré fuera. Eso nadie lo sabe. Pero mi agradecimiento a mi ciudad siempre será trabajar por ella.

Saltillo, en efecto, me dio la gran oportunidad de mi vida universitaria: fundar una escuela de derechos humanos que hoy es referente nacional e internacional. En ella se forma a la nueva generación de personas que buscan vivir en libertad, igualdad y fraternidad.

SALTILLO: CIUDAD DH

En el marco del 444 aniversario de mi ciudad, Saltillo, el Gobierno Municipal pretende celebrarlo con diferentes actividades. Los aniversarios, sin duda, nos invitan siempre a reflexionar el rumbo que queremos construir como comunidad.

Celebrar un año más de Saltillo, implica conocer su origen y evolución. Pero sobre todo entender bien sus retos y desafíos para ir construyendo un mejor lugar para vivir.

En febrero, el alcalde Manolo Jiménez y la directora general de la Academia IDH, Irene Spigno, firmaron un convenio para que Saltillo fuera el primer municipio del país como un programa de derechos humanos.

Sé que las “Ciudades DH” son aspiraciones que no se logran de la noche a la mañana. Pero si esta administración municipal deja esta semilla, quizás podemos decir que los saltillenses algún día, ni jodidos ni pendejos, dejaremos de vivir en una sociedad donde impere la ley de la dignidad humana.

Esa sería también una buena forma de celebrar un año más de nuestra ciudad.