¡Adiós a la democracia!

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¡Adiós a la democracia!

En México han existido generaciones liberales como la que impuso con la fuerza de las armas la Constitución de 1857; otra, resignada, sucumbió durante la oprobiosa dictadura porfirista y enterró el carísimo legado juarista. La siguiente, revolucionaria, arrojada y valerosa, derrocó a Huerta, El Chacal, a pesar de la pérdida de cientos de miles de vidas humanas y de la destrucción de la economía. ¿Cómo dejar de saldar esa pesada deuda heroica y patriótica heredada de nuestros ancestros? Las generaciones de la Diarquía Obregón-Calles y de la Dictadura Perfecta claudicaron a la hora de construir una democracia y un Estado de derecho, por más esfuerzos que se hicieron al final del siglo 20. Mi verdad, sea dicha, México continuó gobernado de acuerdo a los estados de ánimo de una persona, llamada tlatoani, virrey, cacique, caudillo, presidente, jefe máximo o “Ángel Tutelar de la República Mexicana o Visible Instrumento de Dios”, como adoraba ser reverenciado Santa Anna, sin que la afirmación anterior pretenda comparar a aquel apocalíptico y pintoresco personaje con cualquier figura política de nuestros días…

Mi generación no es la perdida ni la desperdiciada, es la de la vergüenza, no sólo porque durante la llamada “alternancia en el poder” no se contó con talento y agallas para destruir al demoledor aparato tiránico tricolor, sino porque ahora, con nuestro voto posibilitamos el desmantelamiento de nuestra incipiente democracia al permitir la erosión de los contrapesos jurídicos y políticos diseñados para evitar el arribo indeseable de otro jefe máximo o de más ángeles tutelares…

Nuestra generación frustrada, víctima de un arrebato electoral, decidió enterrar justificadamente al PRI y elegir lo que fuera, aun cuando se tratara de López Obrador, el populista vendedor de esperanzas. Hasta ahí se entendía el voto hepático e irracional de los ciudadanos ansiosos de un cambio, sin embargo, a la hora de sufragar, también le entregaron a AMLO el Poder Legislativo aun cuando, sin disponer de la mayoría calificada, cuenta a su favor con la corrupta obsecuencia de una parte de la oposición. ¿Ya? ¡No! El pueblo sabio le obsequió, en su furia, 19 congresos locales, más los que faltan, para poder llevar a cabo reformas constitucionales como las ya promulgadas ante el estupor y la indefensión de los liberales, hoy “conservadores…”.

Para acabar de destruir nuestra democracia, López Obrador necesitaba controlar también a la Corte y poder así mandar “al diablo a las instituciones…”.

¿Cómo lograrlo? La Corte cuenta con 11 ministros. Para nulificar una norma general supuestamente inconstitucional, se requieren ocho votos. Al renunciar “sorpresivamente” Medina Mora, AMLO nombrará a un tercer ministro en sustitución que será aprobado en la carpa del Senado, y en ese evento ya dispondrá de cuatro votos, incluido también Arturo Zaldívar, el ministro presidente reducido a un mero empleado del Ejecutivo. ¿Ejemplos? La reforma constitucional perpetrada a billetazos en el congreso de Baja California para extender el mandato de Bonilla, de dos a cinco años, será válida, ya que al contar sólo con siete votos no prosperará la acción de inconstitucionalidad y, por lo tanto, dicha reforma será válida por más retardataria que sea. Lo mismo acontecerá con la Ley de Extinción de Dominio o la amañada Revocación del Mandato, entre otros ordenamientos totalitarios más, ya que siete votos siempre serán insuficientes para declarar la inconstitucionalidad de una ley por más aberrante que ésta sea.

Al hacerse López Obrador de cuatro ministros incondicionales, controlará también la Corte, en cuyo caso la separación de poderes, nuestra garantía de solvencia liberal y republicana, conquistada a sangre y fuego, habrá desaparecido para volver al “país de un solo hombre” con todas sus incalculables consecuencias políticas, económicas y sociales. Al no haber aprendido nada de la historia, habremos de pagar un precio muy elevado que, de hecho, ya empezamos a sufragarlo en Culiacán para el horror de la nación. Es la hora de empezar a tocar una lenta marcha fúnebre por el entierro de nuestra democracia…

@fmartinmoreno