Crece exponencialmente la cifra de denuncias sobre el acoso sexual en mujeres de Coahuila
El acoso y hostigamiento sexual se han convertido en prácticas que se han “normalizado” entre las personas y que poco se denuncian por temor a perder el empleo, crear conflictos entre la familia, tener problemas en la escuela o incluso por miedo a que las agresiones puedan subir de tono y se conviertan en una violación.
En los últimos tres años creció exponencialmente la cifra de denuncias sobre el acoso sexual en mujeres de Coahuila. En 2015, año en que comenzó a ser medido este delito por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), se registraron únicamente 68 denuncias. Sin embargo, desde ese año hasta marzo de 2018 las carpetas de investigación se han multiplicado hasta llegar a 393, de las que solo el año pasado fueron 158 los delitos denunciados.
Te puedes quedar
en mi cama, yo no
tengo pedos, ¿y tú?”
Leonardo tenía pocos días de haber llegado a una nueva ciudad donde fue contratado para iniciar un nuevo proyecto laboral. Una de esas tardes, al salir de un curso de trabajo, Jesús —uno de sus nuevos compañeros— se le acercó amigablemente y ambos intercambiaron números telefónicos.
Habían pasado un par de días, Leonardo quería salir un rato así que le envió un mensaje a Jesús porque era la única persona de quien tenía su contacto, más tarde acordaron verse en un restaurante para tomarse un par de cervezas.
Mientras platicaban Leo se concentró en contarle sobre su familia, sus experiencias en otras empresas y sobre sus expectativas en el nuevo empleo. En contraparte, Jesús se mostraba desinteresado en la conversación aunque hablaba de manera general sobre cuestiones laborales.
Pasaron algunas horas hasta que el mesero anunció que el lugar estaba por cerrar; pidieron la cuenta, y Jesús sugirió que siguieran tomando:
—¿Tienes bronca si pisteamos en tu cuarto?, —preguntó a Leonardo.
El muchacho respondió que no, pues otras veces había tomado con algunos amigos, y no se había presentado ningún problema.
Compraron más cerveza y al llegar al cuarto lo primero que hizo Jesús fue acostarse en la cama, mientras que Leo se quedó sentado en un sofá. La plática volvió a concentrarse en el tema profesional, hasta que Jesús —quien había tomado más— lanzó un comentario como bola de fuego a su compañero:
—“A mí la neta es que sí me gustaría tener tu espalda”.
—“¡Ah, cabrón, ¿cómo?”, —refutó Leonardo.
Jesús se dio cuenta de la respuesta de su compañero e intentó cambiar el sentido de su comentario, y le explicó que se refería a su espalda ancha y grande.
—“Yo cuando hago ejercicio adelgazo y no tengo músculos. Yo te he visto a ti y he notado que tu espalda está grande”, respondió.
Luego, volvió a decirle que le gustaban sus brazos, le pidió un consejo para estar “súper varonil”, hasta que llegó el momento de preguntarle: ¿de qué número calzas?
Leonardo, con un rostro desencajado, no tuvo empacho en responderle que ya se quería dormir porque estaba cansado. Jesús le contesto que vivía muy lejos y le pidió quedarse en su cuarto, con la condición de irse a la mañana siguiente muy temprano.
Ya en un ambiente más tenso, Jesús también le ofreció rentar un espacio en su casa, aprovechando que Leo buscaba un lugar para vivir.
—“Yo te puedo rentar algo en mi casa que tiene tres cuartos. Nada más que en un cuarto está mi mamá, en otro se queda mi roomie y en el otro estoy yo”, le dijo.
—“Ah caray, ¿y yo?”, —cuestionó Leonardo.
—“Pues ahí en mi cama, ¿o tienes pedos?”, fue la respuesta.
—“Sí, a mí no me gusta eso”.
—“Pero, por qué no me quieres dejar dormir aquí, si yo te estoy abriendo las puertas de mi casa”.
—“¡Pues por lo que me estás diciendo, no manches!”.
Jesús se sintió ofendido, agarró sus cosas y salió. Aunque en las siguientes dos semanas el clima laboral se tornó tenso porque continuó lanzando indirectas sexuales hacia Leonardo, hasta que Fernando —el jefe de ambos— se dio cuenta.
El acoso se volvió tan evidente que Leonardo en un arranque le reclamó a Jesús, y él únicamente reaccionó dejándole de hablar. Durante unos meses todo parecía haber quedado atrás, hasta que surgió la oportunidad de enviar algunos trabajos a un concurso de talla internacional y Fernando le pidió a Jesús que reuniera los mejores proyectos —entre ellos algunos de Leo— para enviarlos por correo.
La sorpresa fue que justamente los trabajos de Leonardo no fueron enviados al concurso, como si se tratara de una represalia. Hoy ambos continúan trabajando en la misma empresa y únicamente se dirigen la palabra por motivos estrictamente personales.
'Dice el jefe que si quieres seguir
trabajando aquí, ya no
puedes tener más hijos'
Hace tres años Fabiola acudió a una entrevista laboral en un periódico de Saltillo. Aun no era mamá y en ese tiempo la entrevistó el director editorial.
“El director de la empresa, como tirándome la onda, hasta me dio su tarjeta personal y me dijo que si no se daba la oportunidad en ese trabajo, podríamos platicar como para ofrecerme otro tipo de empleo”, recuerda.
Después de eso fue llamada para trabajar con ellos, aunque rechazó la oferta porque estaba embarazada.
Pasó el tiempo. Fabiola tuvo a su bebé y siete meses regresó a preguntar si aún estaba la vacante en el periódico estaba libre.
El director habló con el encargado del área y le sugirió que no la contratara porque era mamá, y eso acarrearía problemas porque con sus hijos podrían surgir cosas de último momento. Pero el jefe inmediato intercedió nuevamente por ella porque la veía muy comprometida, y al final el director accedió a darle el puesto que Fabiola buscaba.
En el tiempo en el que ella estuvo trabajando en la empresa se dio cuenta por uno de sus compañeros que le pagaban menos a ella pese a que realizaban el mismo trabajo.
“Supe que me daban como 2 mil pesos menos que a todos los demás foto-reporteros, porque eran chavos de mi edad, y había algunos que ni tenían carrera y ganaban mucho más que yo, y ellos me decían: ‘pues es que eres mujer’”.
Por segunda vez Fabiola volvió a embarazarse y una semana antes de incapacitarse —cuando ya tenía 8 meses de embarazo— un día su jefe inmediato le pidió que hiciera una cobertura en el Museo del Normalismo a las 07:30 de la mañana.
“Fui y el lugar estaba cerrado. Pregunté y me dijeron que el evento iniciaría a las 08:30 de la mañana. Le hablé por teléfono y me respondió que me esperara afuera hasta que empezara”.
Mientras Fabiola esperaba a lo lejos vio a un tipo que se parecía mucho a su jefe, se acercó hasta dónde estaba y lo encontró en pants.
—“¿Qué haces aquí?”, cuestionó Fabiola.
—“Nada, estoy cazando pokemones”.
Pasó una semana y a la muchacha le mandó hablar su jefe a su oficina:
—“Oye, dice el jefe que si quieres seguir trabajando aquí, que éste sea por favor tu último hijo, porque no podemos tener a alguien que quiera tener a tantos hijos aquí”.
— “No mames, y él me los mantiene, ¿o qué?”.
Al poco tiempo renunció, pero noches antes se reprochaba por no haber respondido de otra manera para defender su derecho a ser madre.
—“¿Por qué no les dije algo más?, ¿por qué no fui con las de empoderamiento femenino?, ¿por qué no levanté firmas?, ¿Por qué me estaban discriminando por ser mujer, por ser mamá o por volverme a embarazar?, como si tener un hijo te hiciera más pendeja o más estúpida”.
Hoy Fabiola ha distribuido su tiempo para desempeñarse en un nuevo empleo. Tiene dos hijos a los que les dedica más tiempo y amor.
La venganza: ‘No vuelve a pasar’
La primera vez que me pasó fue hace nueve años, en un periódico local en Durango, en ese tiempo comenzaba la televisión vía streaming, por lo que los contenidos estaban a prueba y error. Recién empezaba mi carrera de comunicóloga como auxiliar de radio y televisión por internet.
En esos días mi jefa se había ido de vacaciones y me dejó a cargo del departamento, yo tenía que encargarme de la programación cotidiana así como de verificar que todo marchara bien. Una de esas tardes se transmitió un programa sobre lucha libre que era conducido por otro compañero de deportes, todo estaba perfecto hasta que se fue la señal de video y, pese a los esfuerzos, era muy difícil recuperarla.
—“Quítala, mejor nos vamos con puro radio”, —me dijo.
—“Deja lo intento, a ver si la recuperamos”, —respondí.
Tardamos unos 15 minutos y la señal de video no lograba establecerse, así que le hice caso a mi compañero y la quité sin consultar.
Al terminar el programa el dueño y director del periódico entró al estudio muy molesto y nos regañó a ambos por haber tomado una decisión de ese tipo sin antes consultarle. Tanto mi compañero y yo le ofrecimos una disculpa.
Al día siguiente yo sentía el remordimiento de quien sabe que no hizo algo bien, además estaba regañada y suponía que me venía otra llamada de atención de parte de mi jefa inmediata. Así que, nuevamente entré a la oficina del director para ofrecerle otra disculpa y poner mayor atención a ese tipo de situaciones técnicas.
Él me respondió que no me preocupara, que eran cosas que pasaban y que ya le diera vuelta a la página. Luego me acompañó al estudio, el cual estaba frente a su oficina, y siguió platicando.
Al final, ya casi a la hora de salida, me dio un abrazo fuerte y largo, yo no supe qué hacer, intenté separarme pero él no se quitaba, luego sentí que una de sus manos me agarró una pompi y ahí fue cuando me lo quité de encima.
—“Le voy a pedir que sea la última vez que pasa eso”, —le dije sorprendida y enojadísima.
—“Perdón, no vuelve a pasar, es la última vez”, —respondió de la misma manera en que yo le había ofrecido disculpas, como si se tratara de una venganza.
Al día siguiente hablé con mi jefa inmediata vía telefónica, le dije lo que había sucedido y de inmediato me preguntó si me había hecho o intentado hacer algo más. A los pocos días renuncié.
Aunque de esto ya pasaron nueve años, en esa ocasión no me atreví a denunciar por varias razones: la primera fue porque no quería era hacer el problema mayor, y lo único en que pensaba era en irme de ese lugar. La segunda, porque no estaba segura acerca de que les hubiera pasado a otras chicas como a mí y pudieran apoyarme, y la tercera, porque tampoco creía que fuera a pasar algo, después de todo, él era el dueño y director del medio.
Recientemente una compañera, quien me pidió el anonimato porque aun trabaja en esa empresa, me contó que decenas de jóvenes que han laborado en distintos puestos han sido víctimas de hostigamiento, principalmente cuando se tratan de recepcionistas.