Acerca de la Barbie Gordibuena (1/2)
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Acerca de la Barbie Gordibuena (1/2)
La compañía juguetera Mattel anunció recientemente la diversificación de uno de sus productos emblemáticos, auténtico ícono del Siglo 20, la muñeca Barbie.
No sería ésta sin embargo, la primera vez, ya desde la década de los 60 se realizaron torpes intentos por dotar a esta línea de muñecas de diversidad étnica (Barbies de piel oscura, pero con sus rasgos caucásicos intactos).
También, a lo largo de su historia, que abarca casi seis décadas, se ha intentado eliminar el carácter frívolo del personaje, dándole diferentes roles como la Barbie doctora, Barbie reportera y Barbie candidata presidencial (esperemos nunca la postule el PAN porque sería como la Vázquez Mota o la Margarita Zavala).
Hoy la socialité de polímero experimenta nuevas modificaciones y se pone a la venta una línea con diferentes tipos de cuerpo. Además de la Barbie original, con sus medidas de diosa plástica, ahora podrán las niñas (y algunos niños, supongo) escoger entre la Barbie Petite (que mide más o menos lo que Salma Hayek… en la vida real), la Barbie Tall (una garrochuda como la que nunca nos peló en la prepa) y la Barbie Curvy, de muslos carnosos (“plasticosos”) y caderas anchas.
“Curvy”, curvilínea o, lo que algunos expertos han atinadamente bautizado como la Barbie Gordibuena.
Por si poco fuera, ahora Barbie viene con ocho tonos de piel, 22 colores de ojos y 24 estilos de cabello, por no hablar del surtido de su atuendo. Así que prácticamente cualquier niña puede verse representada en alguna de las muchas combinaciones ahora disponibles. Lo difícil va a ser encontrar a partir de hoy dos Barbies iguales.
Surge una pregunta: ¿Quién rayos en su sano juicio va a optar por la pobre “Barbie Gordibuena”? Un producto tan pobremente concebido que, en vez de hacer sentir bien al sector al que pretende confortar, pudiera tener en cambio un impacto desfavorable en la psique de la escuincla rolliza a la que le obsequien esta Barbie Tacos al Pastor. Jugar con ella sólo hará más evidente el contraste con sus hermanas Barbie de medidas “perfectas” (medidas estándar, saludables o idóneas).
¿Qué acaso no resultará todo esto en un desastre peor?
Necesitamos primero entender la mecánica del juego. Sin ponernos psicoanalíticos, el juego es un mecanismo de proyección. Un niño juega con Batman o cualquier otro superhéroe porque es musculoso y posee habilidades suprahumanas. No tanto porque se parezca a él, sino porque Batman es un ideal para alcanzar, una aspiración.
Por consiguiente, resulta un tanto estúpido suponer que una niña desea una muñeca que se le parezca (al menos en sus características menos deseadas), siendo que lo que se pretende con el juego es vivir un anhelo, algo que no gustaría llegar a convertirnos.
Lo de borrar las barreras étnicas me parece muy bien aunque por lo demás, eliminar el aspecto idílico equivale a suprimir la fantasía y ello significa pretender que de ahora en adelante el juego sea una actividad aséptica, homogénea, despojada de peligrosas ensoñaciones, utopías y otros venenos del intelecto producto de la imaginación.
¿Cuál sería el sentido de jugar si ni siquiera en el plano imaginario puedo tener un cuerpo asombroso, o súperpoderes?
Es como si (toda proporción guardada) para avivar su apagada chispa sexual, un matrimonio soso se tejiera una fantasía en la cual él es precisamente un esposo aburrido y ella una esposa hastiada de su rutina conyugal. ¿Qué caso tendría?
Pero sucede que los cerebros de niños y niñas funcionan diferente.
¿Tiene la Barbie tradicional un cuerpo anatómicamente imposible? ¿Una cintura súper estrecha, unas piernas largas en exceso y una silueta desmesuradamente estilizada?
Sí, al grado tal que estresaba a las pobrecitas chamacas que se llevaron este ideal inalcanzable a la vida adulta.
¿Y qué piensa de los torsos de He-Man, del Capitán América o cualquier otro paladín en spandex? Capas superpuestas de musculatura, rematadas en una maraña venosa que mandan al cuerno la precisión anatómica y el canon del cuerpo saludable. Hay que admitir que también constituyen un ideal imposible.
Pero por alguna razón, aunque los niños sueñan con ser miembros de los Avengers, con conducir el Batimóvil o hacer puré a los villanos como Hulk, difícilmente se sienten obligados a torturar a su cuerpo hasta lucir como dibujado por Jack Kirby, John Romita o Steve Ditko (referencias sólo para “frikies”).
Y sin embargo, por otra razón igualmente desconocida, las niñas sí asumen que es su deber lucir tan pulcras como la Barbie, tan “a la mode” como las Bratz y tan híper sexuales como las Monster High.
A algún lado quiero llegar con estas cavilaciones, créame. Pero tendrá que ser en la siguiente entrega. Por favor tenga paciencia y mientras tanto discutan en equipos de cinco los pros y contras de la pobrecita Barbie Gordibuena.
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