Acción Real

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Acción Real

Yo no conocía Real de Catorce, pero había escuchado mucho de él. Cuando llegué por primera vez, hace una semana, no caí en la cuenta de la particularidad del lugar donde me encontraba hasta que me quedé solo: duerme como ningún otro pueblo en el que he estado.

Incluso de día, siempre y cuando no haya una marea de turistas —lo supongo, porque no lo presencié—, la tranquilidad de Real es especial, pero fue tan solo la primera de las sorpresas de mi viaje.

No acudí como turista. No me fui a pasear a caballo, ni recibí un recorrido guiado por sus puntos emblemáticos. Tampoco consideré comprar recuerdos hasta ya muy entrada mi estadía. Fui a ver arte, y lo hice sin estar muy seguro de lo que presenciaría.

Mercedes Aquí, la mente maestra detrás del encuentro 14 en 14, me contó su intención de reunir a una treintena de creadores en el Pueblo Mágico, reunir sus habilidades, saberes, intereses, ya fuera como autores de las 14 piezas artísticas o como parte de los equipos de registro y organización. Y si bien escuché de algunos sus planes para la ejecución de las obras, yo llegué con la expectativa de quien busca ser sorprendido.

La cobertura empezó al día siguiente de mi llegada, después del desayuno, mientras Jerónimo Valdés ya estaba sobre un cerro montando la primera parte de su intervención. Con un espejo en la espalda él subiría dos lomas más durante la jornada.

La primera parada fue con Aitsárika, en la iglesia de la Purísima Concepción. Descubrí que esta poeta wirrárika está preocupada por rescatar la cultura de su pueblo que en la oralidad se puede perder. Me hubiera gustado platicar más con ella al respecto, pero pude escucharla recitar unos de sus versos desde el altavoz. Ahí les falló el equipo técnico, su voz no pasó de un par de cuadras, contrario a la omnipresencia que suelen tener los mensajes parroquiales —me contaron—; espero que el suyo llegue más lejos.

Cuando, a la mañana siguiente, vi la obra de Manolo Cocho y Luciana Esqueda terminada en El Eucalipto, donde desayunamos, me agradó el resultado, pero no me pareció suficiente para justificar el proceso que presencié 24 horas antes, durante la jornada artística. Su intención de reconocer la dicotomía de los mandalas, construcciones geométricas usadas tanto en lo sacro como en lo profano, y las reflexiones derivadas de esto, hasta hoy, me parece desconectada del resto de las propuestas y pude comprobarlo gracias al trabajo de Antonio Olvera, cuyo performance pude seguir de cerca minutos después.

Fue la acción lo que destacó en 14 en 14. El acto y no el objeto, lo que tuvo un significado con peso. Seguí con la cámara de mi celular el ejercicio de Olvera, desde que bajó a ciegas de ese pilar de concreto, entre las piedras del edificio en ruinas y me enfrenté a él cuando, todavía en trance, se quitó su máscara y caminó en mi dirección. Me cuestioné si ahora, libre de su velo, diría algo o haría algo más; mientras me debatía en seguir capturando su expresión o quitarme de su camino, elegí lo último y lo vi alejarse.

Probablemente mi experiencia habría resultado muy diferente si hubiera visto el performance desde lejos, pasivo, pero hacerlo así puso en perspectiva el resto de mi día.

A Tania Anchondo la encontramos cortándose la ropa y con un mural a su espalda, sobre el antiguo paredón. La chihuahuense hizo dos piezas paralelas; su performance y una obra relacional con la que intervino de manera efímera el sitio histórico. A muchos nos sorprendió su atrevimiento, hasta que descubrimos el plástico protector, casi invisible, que recibió los trazos de los marcadores y protegió el muro.

Federico Jordán, acompañado por Jade y Jessica Nieto, intervino con piezas de cerámica el túnel de entrada a Real. Su peregrinaje rindió homenaje a San Francisco de Asís y tanto su bastón como las cerámicas fueron bendecidas por el párroco del lugar. Solo lo vimos en la entrada, me hubiera gustado acompañarlo dentro, pero aún quedaba mucho por hacer.

En la plaza central Julián Herbert, Sylvia Georgina Estrada y sus familias hicieron escapularios con sus memorias y las de otras familias locales. Estas piezas que contaron historias a través del texto y la fotografía me enternecieron desde que, en el desayuno, pude leer una prueba que Melissa Soto hizo con ellos y aunque los dejaron colgados en el kiosco de la plaza, fue el acto, la relación que forjaron con los habitantes, lo que me conmovió.

De ahí visitamos el mercado sobre ruedas, la calle comercial de Real. Conforme me acerqué al lugar donde Vinicio Fabila estaba trabajando escuché un curioso pregón. Ya no recuerdo lo que decía exactamente pero en ningún momento me pareció fuera de lugar ni cuestioné su origen. La voz invitaba a comprar las figuras de santos a ritmo rápido y al final, empalmado, se escuchaba un “¡pásele!”.

Era la obra de Vini. En su intervención buscó crear un paisaje sonoro que tomara la esencia del pueblo y aunque pocos habitantes se animaron a aportar algo al micrófono, con su pregón —que logró su cometido de crear un escenario sonoro, al menos para ese punto en específico— y luego con el juego que se dio con algunos paseantes, dio pie a un ambiente divertido y relajado.

A pesar de ser una población que vive del turismo, principalmente, la gente de Real puede llegar a ser un tanto reservada, y eso lo pudo comprobar Miguel Canseco, quien desde la plaza central buscó hacer un mapa de los eventos sobrenaturales que se dice han ocurrido ahí. Apariciones, milagros, OVNIs, el tarotista y artista visual pudo rescatar algunas de estas anécdotas con la ayuda de una niña local y de un par de lugareños más que se atrevieron a compartir con el maestro.

La pequeña, debo aclarar, no llegó ahí por casualidad, pues era también parte del proyecto. La intención de 14 en 14 no era solo llegar, hacer e irse, sino interactuar con la gente y que pudieran quedarse con algo, en especial cuando no hubo una invitación pública para presenciar los eventos, por regulación sanitaria. Y así como ella otra decena más de jóvenes, y algunos de sus padres de familia, nos acompañaron en esta jornada artística. Estoy seguro que no fue significativo para todos, aunque tal vez a la larga florezca algo en consecuencia, pero sí hubo un par de ellos que participaron con entusiasmo y se fueron con ganas de más. Con ellos basta de momento.

Además, la plaza se convirtió para mí en el núcleo de mi experiencia con la pieza de Jerónimo Valdés. Su manda hacia los cerros, este peregrinaje con el espejo a cuestas comenzó antes del alba y mi primer encuentro con él fue mientras platicábamos con Julián y Sylvia.

Horas después, desde la mesa donde Canseco se instaló, vimos un punto brillante moverse por la ladera de uno de los cerros. Era Jero, con su espejo reflejando la luz del sol a punto de atardecer. Ninguna cámara pudo captar el espectáculo, ese pequeño destello rumbo a la última cima, por lo que se quedó para nuestros ojos nada más.

En el palenque, mientras el frío tomaba su puesto, Mabel Garza y Melissa Soto desmenuzaron a Safo sobre la arena. Los pasos de Melissa estuvieron dirigidos a la distancia por Sara Ovalle y sentí como si por ello pudiera ver a través de ella a la bailarina lagunera. Tres niños las acompañaron con percusiones pétreas y un ruidoso dron me impidió disfrutar del performance hasta su segunda presentación. Esto era necesario para la grabación que en un futuro cercano permitirá a todos conocer lo que ahí vivimos.

El broche de oro lo pusieron Karla Rangel y Héctor García, en la antigua plaza de toros. Las ruinas de piedras, el atardecer y nosotros, fuimos testigos de un trabajo hecho desde el amor. Héctor, desde fuera, llenó de acordes —que no quiero comparar con ningún género musical pero que estaban dotados de una enorme calidez— todo el lugar y conforme se acercó a Karla, que estaba empezando encender una de cuatro fogatas, me sentí conmovido como no lo hice en todo el día. Su ritual a la historia, la amistad y el amor me envolvió tanto que incluso cuando dejé de ser un espectador en la orilla y me acerqué a tomar fotografías y videos no me salí de la experiencia.

La neblina al día siguiente impidió que se pudiera realizar el performance de cierre como estaba planeado, pero incluso en el breve ejercicio que observé en El Eucalipto me di cuenta lo mucho que esta experiencia significó para los artistas participantes.

Mercedes bautizó el encuentro con la frase “siendo la misma vuelvo a surgir cambiada” y creo que este ejercicio curatorial de la artista catorceño-saltillense sí puede ser descrito de esta manera. De una semana atrás a la fecha en esencia sigo siendo yo, pero 14 en 14 me enriqueció.