¡Ábrete, COVID…!

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¡Ábrete, COVID…!

Algún día entenderemos que la instancia ejecutiva del poder es vistosa, pero inútil sin el respaldo de su cuerpo legislativo

Oigan… ¿Y la pandemia?

Digo… porque lo último que recuerdo es que estábamos atravesando una crisis sanitaria de nivel mundial que, lejos de amilanarse, se estaba agravando en diversos puntos del orbe.

No obstante y “sin en cambio”, andamos tan frescos y tan orondos y es que actualmente gozamos de algo que los científicos aún estudian tratando de explicárselo y han decidido llamar “inmunidad electorera”.

¿Qué significa? ¿En qué consiste? ¿Es real la tal inmunidad?

Bueno, parece ser más bien un fenómeno de la percepción y de nuestra forma de relacionarnos con el COVID, al que optamos por ignorar en época de campañas electorales.

Como ya le digo, lejos de domar la pandemia o de aplanar las curvas, la situación se ha puesto peliaguda en diferentes países como Brasil, la India y algunas naciones de la comunidad europea regresaron a la reclusión domiciliaria más estricta porque enfrentan la tercera y cuarta ola de esta pandemia a la que (como a la película “Mank”) nadie le ve el fin.

Pese a todo lo anterior, el repunte de casos, la ocupación hospitalaria, las restricciones sanitarias y todo lo relacionado con el coronavirus, dejó de ocupar un lugar prominente en sus agendas y discursos.

¿Por qué? 

Porque no quieren disuadir a la gente de participar en este carnaval electoral en el que el partido oficial y las migajas de la oposición aglutinadas en una sola bola de migajón, se están jugando su futuro… Y el futuro de México, pero eso como quiera, es de menor relevancia, accesorio y complementario. Lo vital es qué pasará con nuestras marcas de confianza de toda la vida: PAN, PRI, PRD, Movimiento, Partido Verde y, por supollo, el hoy mandamás y campeón nacional en las preferencias: el partido de la chairiza, la casa de las maromas, el nido de las ratas que exiliaron de otros nidos: Morena.

El botín en disputa es demasiado importante para dejárselo al azar. Y no nos referimos a las 15 gubernaturas o a los casi dos mil ayuntamientos. Algún día entenderemos que la instancia ejecutiva del poder es vistosa, pero inútil sin el respaldo de su cuerpo legislativo.

Son los congresos locales y el federal, los que posibilitan a los gobernantes a materializar sus sueños más perversos, húmedos y desopilantes. 

El Congreso es el “clutch” de un proyecto gubernamental, para bien o para mal y eso es lo que el Rey Chiquito del Palacio Grande confía retener gracias a su inmenso capital político. 

Por otra parte, para la oposición, arrebatarle al Thanos de Macuspana la Gema de la Cámara de Diputetos los elevaría a una mejor posición para negociar con el hoy poder hegemónico.

¡Negociar! ¿Negociar qué? Ya usted sabe, sobre todo impunidad que es la moneda de cambio más usual en las altas esferas de la política: “Si tú no me persigues por mis delitos, yo no impugno tus chifladuras y con un poco de suerte hasta te las apruebo”.

Pero al día de hoy, como Morena tiene amplia mayoría en ambas cámaras, el poder del Peje-Tlatoani es irrestricto, absoluto, casi ilimitado y al Santo Varón Cabeza de Algodón le gustaría que así continuara a lo largo de su sexenio y de preferencia erradicar cualquier voz disidente.

Claro, materializar las totalitarias ambiciones de la 4T sería condenar al resto de los partidos a la extinción: de tal suerte que Morena se juega el dominio absoluto y la oposición la mera supervivencia.

¿A usted qué le gustaría que aconteciese? ¿Ver a AMLO convertido en el Super Saiyajín Nivel 4 que predijeron las Profecías Mayas; o ver de nuevo vivito y coleando, alegre y retozón, al dinosaurio favorito de los niños de México: ¿El PRI Rex?

Le juro que yo nomás me rasco el cogote e invoco a todos los filósofos de la historia, a los sabios ancestrales y los profetas bíblicos para que me iluminen y todo lo que alcanzan a mascullar es:

“¡No, pos… ta’ cabrón!”.

Pero bueno… esa era la sencilla reflexión del día de hoy: enunciar por qué es que la presente elección les resulta tan importante a nuestros actores políticos (y a nuestros políticos actores); lo que a su vez nos responde por qué al día de hoy la pandemia simple y llanamente, dejó de existir.

¡Ábrete, COVID, que ahí te va mi candidato!