Aborto: el debate
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Aborto: el debate
Los temas de interés público, por definición, deberían ser objeto de serios debates por parte de quienes, en última instancia, tendrán la responsabilidad de decidir sobre las normas a las cuales deberemos sujetarnos una vez cumplido el trámite legislativo.
Y si tal afirmación es cierta en términos generales, lo es más con algunos asuntos de la agenda cuyas aristas tocan fibras culturales sensibles porque en su discusión se mezclan posiciones teológicas, morales, filosóficas y políticas difíciles de conciliar.
Es el caso del aborto –o de la interrupción legal del embarazo, si se prefiere–, polémica en torno a la cual se han enfrentado largamente los dos bandos claramente identificados del debate: quienes están “a favor de la vida” y quienes están “a favor de la libertad de elección”.
En ambos lados de la polémica existen muchos y muy buenos argumentos para defender la postura y, más allá de la posición personal, la honestidad intelectual obliga a reconocer la dificultad inherente en el proceso de elegir bando para defender la posición.
Cuando digo lo anterior –resulta obligado aclarar– me refiero exclusivamente a las cuestiones de carácter conceptual, pues en términos de estilos resulta sumamente difícil colocarse, por lo menos en México, al lado de buena parte de quienes defienden la posición “pro vida”.
Hoy se discute el tema en Coahuila y valdría la pena realizar un esfuerzo serio para airear, antes de simplemente proceder a la votación en la tribuna parlamentaria, los elementos esenciales de la polémica, pues la discusión abierta de los mismos evitaría, entre otros resultados indeseables del proceso legislativo, la politización dogmática del tema.
En este espacio lo hemos señalado anteriormente pero vale la pena resaltarlo hoy: existen al menos cuatro elementos de la discusión a los cuales valdría la pena dedicarles tiempo y espacio a fin de proporcionar a la ciudadanía más y mejores elementos para formar su opinión.
El primero de ellos es el relativo a lo indeseable de las posturas extremas: ni la oposición intransigente a cualquier posibilidad de despenalizar el aborto, ni el abrazar de forma acrítica la idea de interrumpir un embarazo en cualquier circunstancia sirven como puntos de partida para un debate inteligente. Ambas posiciones son débiles por definición y por ello haríamos bien en renunciar a ellas en principio.
El segundo es el relativo a los casos ubicados fuera de las posiciones extremas, es decir, aquellos en torno a los cuales se ha construido la regla según la cual una mujer puede libremente interrumpir su embarazo, siempre y cuando lo haga dentro de las primeras 12 semanas de gestación.
La regla, vigente en distintos países del mundo y, en la Ciudad de México en el caso mexicano, confronta los argumentos clásicos con los cuales se defienden las posiciones extremas: de un lado, quienes alinean en el frente pro vida alegan la existencia de un ser humano desde el momento mismo en el cual un óvulo se une con un espermatozoide; del otro, los partidarios de la libertad de elección defienden la idea según la cual antes de la formación del tubo neural en el feto, no estamos en la presencia de una persona.
Un tercer elemento es la imposibilidad de zanjar la discusión a partir de los argumentos de una sola rama del conocimiento. Como ocurre con cualquier tema relevante, el aborto sólo puede comprenderse a partir de una discusión multidisciplinaria en la cual los argumentos de unos sean contrastados con la perspectiva de otras ciencias.
Imposible despreciar la visión teológica, la filosófica, la sociológica, la psicológica o la médica. Acudir sólo a la perspectiva del derecho para dirimir la controversia constituye un grave error, aún cuando al final el resultado de la discusión deba condensarse en una norma jurídica.
Finalmente es preciso hacerse cargo de un hecho puntual e irrebatible: el aborto constituye un problema de salud pública en nuestro País. La sola estadística de la Ciudad de México basta para demostrarlo de forma contundente: durante la primera década de vigencia de la norma se han practicado casi 184 mil procedimientos de interrupción del embarazo. Más de mil 500 por mes.
La cifra demuestra, sin lugar a las interpretaciones, un hecho: aun a riesgo de ser condenadas y estigmatizadas por una sector de la sociedad, muchas mujeres deciden practicarse un aborto porque no desean ser madres. Tal hecho merece ser analizado son seriedad. Ojalá en Coahuila podamos hacerlo.
ARISTAS
Personalmente alineo en las filas de quienes defienden la libertad de elección de las mujeres.
Estoy a favor del aborto, para decirlo sin ambigüedades. Sin embargo, considero impropio de una democracia derrotar a quienes piensan diferente sólo con el peso de los votos.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx