Migrantes recogen su campamento de la banqueta de Saltillo
Saltillo, Coahuila.- Del campamento de migrantes no queda ni rastro. Apenas unas cobijas y palos que los migrantes dejaron atrás y son pepenados por saltillenses en medio de su pobreza.
A un poco más de un mes de pernoctar entre tiendas de cobijas y hules apoyados contra la pared de la Casa del Migrante, el campamento humano se fue. Bastó el amague de desalojarlos por parte de las autoridades, para retirarse.
Unos tomaron el camino hacia la “Bestia” esperando llegar destinos como Monterrey y Piedras Negras para continuar su camino al sueño americano.
Otros siguieron las calles de la ciudad con dirección hacia el norte y otros decidieron trasladarse al refugio Casa Alegre Hogar de Inmigrantes, liderado por una mujer de origen estadounidense que lleva 15 años viviendo en Saltillo.
Ella como otros ciudadanos apoyó con alimentos y ropa a los migrantes cuando las bajas temperaturas mostraron a los centroamericanos que el infierno no es caliente sino helado.
CONTINÚAN SU CAMINO AL SUEÑO AMERICANO
Decenas de centroamericanos que se hospedaron afuera de la Casa del Migrante y se negaron a entrar a la posada, abandonaron el campamento este lunes. Los migrantes recogieron el sueño americano de la banqueta y continuaron su viaje.
Desde las primeras horas de la mañana, los migrantes empacaron las pertenencias con las que salieron, hace casi 4 meses de su país de origen, y algunas cobijas que recaudaron durante su estancia en Saltillo.
Quienes partieron de la colonia Landín hacia las vías del tren esperando arribar a la “Bestia” pero también hacia otras direcciones buscando llegar a Monterrey o Piedras Negras.
La impotencia de una vida miserable en su patria los orilla a buscar una ajena. Sobre los hombros cargan mochilas llenas de sueños y esperanza, pero también tropiezos del viaje y las miradas tristes de sus familiares incrustadas en la espalda bajo la promesa de ofrecer una vida mejor.
El ardor en sus pies les pide dejar de avanzar pero aún faltan kilómetros que recorrer, sin que su única parada hasta llegar los haya reconfortado, pues el cierre de la Casa del Migrante a su llegada, los orilló a buscar refugio en la calle.
Fue en Diciembre del 2020 cuando la Dirección de la Casa del Migrante solicitó a las autoridades la habilitación de un albergue para los migrantes que no podían ser atendidos ante el brote de coronavirus que contagió a 7 de ellos en el interior.
Sin embargo, las autoridades ofrecieron la atención integral de los contagiados y la aplicación de pruebas de forma aleatoria a los migrantes alojados, así como otros compromisos sanitarios que permitirían la operación de la Casa del Migrante libre de Covid-19, mismos que no fueron cumplidos.
Más tarde las autoridades decidieron exhortar a los migrantes a entrar a la también llamada Posada de Belém, o proceder a su detención como lo establece el Reglamento Municipal.
Por lo que las tiendas de campaña hechas con cobertores y hule, atadas con los árboles y piedras que alojaron a más de 100 migrantes, fueron levantadas por ellos mismos, quienes agradecieron los gestos de solidaridad que mostraron decenas de Saltillenses al llevar alimentos durante su estancia en la calle.
Mientras que gran parte de los cobertores, ropa o plásticos que dejaron envueltos en una montaña para aligerar la carga de su viaje, eran recogidos por vagabundos y pepenadores.
Los migrantes también barrieron parte de la banqueta como acordaron con las autoridades, quienes no tuvieron la necesidad de acudir y sancionar como lo advirtieron, pues el total de los migrantes abandonó las calles.
ENCUENTRAN REFUGIO PERO CONTINÚAN ASINADOS
Una parte de hondureños y salvadoreños que dormían a la intemperie en este campamento y algunos otros que llegaron la mañana de ayer, se trasladaron al albergue “Casa Alegre Hogar de Inmigrantes” donde Amber Carpenter, su encargada, ofreció un sitio para alojarse aunque permaneciera saturado.
Pese a que la Casa del Migrante se encontraba de vuelta abierto para recibirlos la mayoría decidió alojarse en el albergue de la organización cristiana, pues aunque mantiene reglas y horarios similares, así como el cumplimiento de algunas normas de salubridad, si les permiten salir a pedir dinero, fumar o realizar algún trámite.
Asimismo su estancia en Casa Alegre no tiene un fecha límite como la Casa del Migrante, que hasta hace poco integró a su reglamento ofrecer una estadía de 3 días para evitar la aglomeración y el riesgo de algún brote al interior, razón por la que antes cerró sus puertas de forma definitiva por casi dos meses.
Además, en su reglamento no permite salir de la Casa sino hasta trazar una ruta y continuar su viaje, siendo esta la principal oposición de los migrantes para ingresar, así como seguir el reglamento del lugar que prohíbe el ingreso de bebidas alcohólicas y la salida de los centroamericanos para que pidan dinero en los cruceros de la ciudad.
Casa Alegre cuenta con reglas similares a la Casa del Migrante o cualquier otro albergue, como la separación entre hombres y mujeres, prohibición de sustancias tóxicas así como un comportamiento de respeto al interior, pero no es una asociación establecida legalmente.
Este albergue, con algunas partes, todavía en obra negra, aloja actualmente a cerca de 70 migrantes entre hombres, mujeres y niños, en habitaciones pequeñas con hasta 10 personas durmiendo en las noches.
Los migrantes reciben desayuno, almuerzo y cena cada día, así como un sanitario y ducha disponible; ropa, zapatos y víveres de forma gratuita al retirarse, quienes además son evangelizados, “un proyecto de rescate financiado por Dios”.
Así lo afirmó Amber Carpenter quien acudió el último día que los migrantes tenían para desalojar las calles y ofreció un espacio en su albergue, aunque actualmente se encuentra saturado.
“Es para que puedan descansar realmente, recuperarse y continuar su camino, son seres humanos, les ofrecemos hasta alguna medicina que necesiten y hasta ahorita no hemos tenido casos de Covid-19”, comentó y ofreció el Hogar al resto de migrantes que así lo requieran.
Señaló que estos albergues, también con sede en Monterrey y Piedras Negras, actualmente albergan a un mayor número de migrantes ante el cierre de la posada principal a la que llegaban y el reciente brote.
“Mantenemos higiene y hacemos lo que podemos, muchos de ellos necesitan alojamiento en las noches pero también salir a las calles a buscar dinero para poder trasladarse, comunicarse con sus familiares o buscar hacer algún trámite”, expresó la encargada.
Tal es el caso de Arnoldo Arana y su hijo Jonnathan de apenas 15 años, quienes a pesar de contar con una residencia permanente en México desde hace más de un año en calidad de refugiados, en su arribo a Saltillo no pudieron acceder a los trámites bancarios ni a las oficinas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR que requerían estando dentro de la Casa del Migrante.
“Necesitábamos salir a un banco, pedimos ayuda ahí mismo pero no nos dejaron ni salir custodiados por ellos, nosotros contamos con papeles pero no teníamos a donde llegar, ACNUR nos daría un apoyo para alojarnos en un cuarto rentado, pero no llegó ese dinero y nos fuimos a la Casa del Migrante.
Pese al trato digno que nos dio el director hubo personas que nos dijeron que nos largáramos, que si queríamos salir no podíamos regresar”, expresó el padre de familia, quien sólo buscaba trasladarse desde Tabasco en busca de un mejor empleo.
Más extranjeros como ellos, desplazados, perseguidos por pandillas como la Mara Salvatrucha para reclutarlos, marcados por huellas de violencia extrema, amenazas de muerte o persecuciones.
Mujeres que escaparon de la explotación sexual y extorsiones. Del maltrato. Niños con infancias cercenadas por la violencia y jóvenes para quienes, volver a su país significa perder la vida buscan desesperados su estancia legal en México.
“Esto nos habla de la crisis que continúa para los migrantes y refugiados”, comentó la norteamericana con 15 años en México, “no sólo de ahora, sino de una crisis que se agravó con la pandemia desde la desprotección de sus derechos y la falta de intervención de las autoridades”, agregó.
Pese a que entre los migrantes hay mujeres y niñas, denunció, las autoridades no hicieron nada al respecto para darles un techo en la peor temporada que enfrentaron con un infierno que desconocían “el del frío de Coahuila”.
Una crisis que no sólo denigra la dignidad de los indocumentados, dijo, sino la de los saltillenses más pobres, pues jóvenes e incluso niños que radican al otro lado de las vías del tren, acudieron a recoger cobijas, ropa y zapatos donados por benefactores que los migrantes dejaron.
Personas que quizá tengan residencia en México, un techo o la posibilidad de trabajar pero también viven en la miseria.