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8 en el 68, comparten sus experiencias sobre el 2 de octubre
Tras 50 años, lo sucedido en la Plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre, sigue repercutiendo en la memoria y la consciencia de los mexicanos y en el mundo.
Cada año un nuevo dato surge y abona a la historia de la masacre y la noche del pasado martes, 8 autoridades enriquecieron aún más los conocimientos que tenemos de esa fecha.
El Centro Cultural Vito Alessio Robles fue la sede de esta mesa de diálogo, en la que participaron intelectuales y miembros de la comunidad cultural de la ciudad que estuvieron presentes de algún modo u otro durante los eventos y movimientos previos y posteriores a la matanza de Tlatelolco.
El evento estuvo a cargo de los escritores Francisco Cepeda Flores, Carlos Manuel Valdés, Alibeit Kakes Cruz, Rufino Rodríguez Garza y Javier Villarreal Lozano, acompañados por el obispo fray Raúl Vera y el rector de la UAdeC y Salvador Hernández Vélez, moderados por el músico y escritor Eliezer Jáuregui.
El primero en tomar la palabra fue Valdés, a quien el moderador le preguntó cómo se observó desde el extranjero lo ocurrido en octubre del 68, pues en aquella época él se encontraba estudiando en Europa.
“El 3 de octubre recibí una llamada de emergencia donde me avisaron que algo había pasado en mi país”, contó el historiador, quien vivía entonces en Bélgica, “creo que la mejor cobertura la dio la televisión holandesa y fue algo verdaderamente terrible darse cuenta de que en mi país se había asesinado a estudiantes”.
Recordó imágenes impactantes que vio de inocentes masacrados como una mujer con una bolsa de pan y un niño con un cajón de bolear zapatos.
Agregó que para septiembre llegaron a Europa muchos mexicanos becados, a quienes describió como priistas y que ellos a su vez se catalogaban como marxistas.
“Yo veía allá las reacciones del Gobierno Federal en el sentido de opacar, aplacar o controlar de esta manera a intelectuales enviándolos para allá”.
También recordó la ocasión en que fue parte de una huelga de hambre en Bélgica, movimiento al cual se unió el clero cuando dejó de ofrecer los sacramentos.
En consecuencia de esto, él y otro estudiante mexicano fueron expulsados del país —“con mucha amabilidad”, recalcó— y llegó a Francia en 1970, donde se encontró con movimientos sociales aún vivos.
A Hernández Vélez le pidieron que explicara el contexto político-social del país cuando se llevaron a cabo estos movimientos.
El rector regresó hasta el conflicto independentista y recontó la inestabilidad democrática que aquejaba al país en contraste al crecimiento económico, en medio de movimientos obreros y estudiantiles en contra del régimen autoritario y exploró las consecuencias del 68, que repercutieron en los procesos electorales.
Por su parte, fray Raúl Vera explicó que la situaciones económica y educativa, más equilibradas en aquel momento en México fueron parte fundamental del surgimiento de estas revueltas sociales.
“Los jóvenes, niños y adolescentes, nos formábamos en un ambiente familiar que estaba sustentado en políticas públicas donde había un equilibrio entre el tiempo de trabajo y el tiempo de descanso”, dijo, “el joven que salía de allí para hacer una carrera universitaria tenía más posibilidades”.
“Digo esto porque en un ambiente más estable, afectivamente, tenía un carácter más firme y por lo tanto se enfocaba en ideales, unos ideales que le permitían también ejercitarse en un pensamiento crítico”, agregó el obispo, “nosotros desde ese punto de vista más crítico podíamos hacer un análisis de si podíamos alcanzar esos ideales. No fue una casualidad, había una inquietud por nuestro futuro”.
Puntualizó que el crecimiento económico de esa época —un 8% por ciento promedio anual en contraste al 1% actual— llegó en detrimento de la igualdad social a un país que hasta entonces era primordialmente agricultor y que de manera artificial introdujo la industria y la favoreció como base de la economía nacional.
También mencionó la paranoia que suscitó la Guerra Fría contra el comunismo en la mentalidad del Presidente Díaz Ordaz, quien abiertamente se pronunció detractor de esta ideología.
Cepeda Flores, quien formó parte del Consejo Nacional de Huelga y estuvo presente en el 68 en la Ciudad de México, abordó la situación que los estudiantes observaban.
“Había una serie de antecedentes, un régimen autoritario, ya se practicaba la corrupción. Todos esos jóvenes vivían en un mundo de viejos, un mundo tradicional, autoritario no sólo en el gobierno, en la iglesia, en la educación, en la familia. Los jóvenes tenían pocos lugares”, comentó.
“El joven, mínimo, es rebelde, si es radical tendrá que ser revolucionario. Y quiere un lugar en la sociedad. Vemos a los adolescentes cómo se comportan, quieren decir ¡!Existo! Y en aquella época eran pocos los caminos que tenían”.
“Se dan las circunstancias de represión y el joven no acepta la represión fácilmente. Le echan encima los granaderos y responde también con violencia”, explicó.
Comentó que los ideales de la Revolución Cubana, del Che Guevara y del socialismo resultaban atractivos y afines a las ansias de cambio de esa generación.
En cuanto a Rufino Rodríguez, Jáuregui le pidió que contara su experiencia como estudiante coahuilense durante los movimientos estudiantiles de ese año.
“Tuvimos estudiantes y gente presa”, contó, “la escuela donde yo estudiaba, el Tecnológico, era la única que estaba en clases, tenía cursos de verano”.
“Hubo un conocimiento del movimiento gracias a la prensa. El Sol y en general los medios seguían una pauta contra los estudiantes dictada por el gobierno, pero había revistas y estaciones que sí nos daban cabida, como la XEKS”.
“En Saltillo nosotros hicimos periódicos murales, pegas y pintas para informar a la gente de lo que estaba sucediendo. Pero cuando llega el 2 de octubre resulta que allá se puso muy feo y aquí una autoridad de la policía me avisa, me mandó un recado, de que me saliera, porque estaba a punto de que me apresaran y aproveché. Estuve 2 días en Monterrey, donde también hubo manifestaciones en la UANL y de sindicatos”.
De todos los ponentes, sin duda el testimonio que más impactó a los asistentes fue el del director del CECUVAR, Javier Villarreal Lozano, quien vivió en carne propia la represión que los medios sufrieron en esa época cuando dirigía un diario en Monclova y fungía como corresponsal de Excélsior.
“Recuerdo muy bien la noche del 2 de octubre, yo estaba cerrando la edición del periódico cuando suena el timbre del teletipo donde recibíamos noticias de las agencias, Associated Press y Notimex. En eso me llegan dos párrafos en donde se habla de un enfrentamiento en Tlatelolco, que los estudiantes habían disparado a los militares y que los militares habían contestado el fuego y había varios muertos”.
Contó que con tan poco texto a esa hora resultaba muy complicado enriquecer la información pero recibió una llamada de un amigo periodista, director del San Antonio Express, quien le preguntó qué era lo que estaba pasando.
“Le dije que sólo sabía del enfrentamiento y él me dijo ‘estoy viendo la televisión y los están matando como búfalos’”, agregó, “ese día salimos con una nota a 8 columnas casi casi sin información. Era un control absoluto”.