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75 aniversario luctuoso de Fitzgerald: el escritor fastuoso
CIUDAD DE MÉXICO.- Entre febrero y abril de 1936, el escritor estadunidense Francis Scott Fitzgerald publicó en la revista Esquire una serie de ensayos a la que había titulado El crack up. Inmerso en la contemplación de su resquebrajamiento y derrumbe, abatido por un alcoholismo férreo, Fitzgerald se diagnostica con esos textos en los que es “a la vez paciente y médico”, en palabras del narrador y crítico Alan Pauls, “una enfermedad, un síndrome al que bautiza, nombra e inventa” como el crack up, al mismo tiempo que concibe “el idioma clínico necesario para describirlo”.
“Toda vida es un proceso de demolición, por supuesto, pero los efectos de los golpes que hacen la parte dramática del trabajo —los grandes golpes súbitos que vienen o parecen venir de afuera, los que uno recuerda, los que carga con las culpas, los que en momentos de debilidad les cuenta a los amigos— no se muestran en el acto”, anotó Fitzgerald, al comienzo de aquellos ensayos personales que cinco años después de su muerte —ocurrida a causa de un infarto cardiaco, el 21 de diciembre de 1940 en Hollywood, California—, el escritor y crítico literario Edmund Wilson compiló y editó en forma de libro junto a otros apuntes autobiográficos, cartas inéditas y fragmentos de su cuaderno de notas, “una especie de Fitzgerald personal, íntimo”, de acuerdo con la opinión de Pauls, “y que en cierto sentido reúne al Fitzgerald más desastroso”, quien en uno de los momentos más críticos de su vida había escrito en el cierre del párrafo inicial de El crack up: “Hay otra clase de golpe que viene de adentro, que no se siente hasta que ya es tarde para tomar alguna medida, hasta que uno entiende irrevocablemente que en algunos aspectos nunca volverá a ser tan buen hombre como antes”.
EL PARAÍSO DE UN ROMÁNTICO
Francis Scott Key Fitzgerald nació el 24 de septiembre de 1896 en la localidad de St. Paul, Minnesota. Recibió su primera educación escolar en varios colegios católicos, y en 1913 ingresó a la universidad de Princeton, pero abandonó los estudios en 1917, durante la Primera Guerra Mundial, para unirse a las filas del ejército.
En ese mismo año, mientras realizaba la instrucción militar y comenzaba a escribir The Romantic Egotist, su primera novela, conoció a Zelda Sayre, la hija del juez de la suprema corte de Alabama, con la que se comprometió en 1919. La guerra finalizó cuando iba a ser enviado al frente, y con la decepción de no haber disparado una sola bala se instaló en Nueva York para trabajar como publicista. Aunque su primera novela había sido rechazada, la reescribió en tan sólo seis semanas con el título de A este lado del paraíso, y la editorial Scribner aceptó publicarla en 1920. Su debut se convirtió en un exitoso acontecimiento —su primera tirada se agotó en tres días— y casi de inmediato se casó con Zelda, a pesar de que meses antes ella había puesto fin a su compromiso matrimonial. La pareja tuvo una hija en 1921 y se mudó a Francia en 1924.
Desde el inicio de su carrera literaria, para ganar más dinero, Scott Fitzgerald había escrito narraciones cortas que se publicaban en distintos periódicos y revistas, algunos de los cuales aparecieron en volúmenes recopilatorios como Flappers y filósofos (1920), Cuentos de la era del jazz (1922), Todos los hombres tristes (1926) y Toque de diana (1935); además, en esos años también escribió la obra de teatro El vegetal (1923) y la novela Hermosos y malditos (1922).
AL BORDE DEL ABISMO
Cuando Fitzgerald publicó El gran Gatsby (1925) obtuvo críticas favorables que, incluso, la señalaron como una obra maestra, pero no fue bien recibida por los lectores. Para el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, tal como lo escribió en el prólogo El gran Gatsby: un castillo en el aire, es una novela que “resulta la personificación del tiempo que describe, mundo fastuoso en el que coexistían el arte y el mal gusto, el honesto empresario y el rufián, la pacatería y el desenfreno y la arrolladora abundancia de una sociedad que, sin embargo, se hallaba al borde del abismo”.
En 1932, Zelda fue diagnosticada con esquizofrenia e internada en una clínica siquiátrica de Baltimore. Dos años después, Fitzgerald publicó la obra Suave es la noche con poco éxito, y a partir de 1937 trabajó como guionista en Hollywood. Su alcoholismo y su situación financiera empeoraron en los últimos años de su vida y al momento de morir dejó inconclusa la novela El último magnate (1941).
En el verano de 1933, Fitzgerald escribió una carta a su hija en la que puede leerse: “nunca he creído mucho en la felicidad. Nunca creí tampoco en la miseria. Esas son cosas que ves en el escenario o en la pantalla o en las páginas impresas, no suceden realmente en la vida”.