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7 razones por las que los infieles no confiesan
La infidelidad es uno de los temas que más afecta a una pareja. A pesar de que el hombre (como especie) es de naturaleza monógama, la tendencia a iniciar una relación paralela, es lamentablemente, muy común.
Una de las características más triste de la infidelidad es que en la mayoría de los casos, la persona infiel, no está siendo infiel porque se enamoró locamente de la otra persona y siente que no puede vivir sin ella. Por el contrario, la mayoría de las infidelidades (también llamadas aventuras por su corta duración) duran lo que dura un suspiro en comparación a la vida de casados.
Pero sin importar cuánto duren, todas tienen un factor en común: Dejan al menos una víctima y el daño a veces es irreparable.
Seguramente hay personas que son infieles “por naturaleza”; no sienten mayores remordimientos, y si son descubiertos, sólo se mueven hacia la próxima víctima. Pero hay un gran número de personas que cometen el error y que sufren por ello. Estas personas pasan por el dilema de confesar o simplemente tratar de “olvidarlo” o ignorar lo que sucedió, rogando que nunca se descubra y viviendo en un eterno estado de malestar y tensión. A pesar de que elegir no confesar, por varios motivos, es la opción equivocada, es la más elegida.
A nadie le gusta que le mientan, ni “jugar” al detective privado para descubrirlos, sin embargo, a veces te toca por estas razones:
1. “No quiero destruir a mi esposa/o solamente para terminar con mi culpa”
Este es sólo un mito, o una excusa, para evitar el trago amargo y la nueva realidad de su situación luego de la confesión. La culpa no se desaparece al confesar, la culpa se hace más evidente. Cuando confiesas, el dolor de la persona a la que lastimaste se refleja en su mirada, y es un constante recordatorio del error.
2. “Ojos que no ven, corazón que no siente”
Para qué confesar si ya no estoy con esa persona y ya no voy a hacerlo más. Si ella o él no sabe lo que hice, no van a sufrir. Para muchos esto tiene sentido, el problema es que las mentiras tienen patas cortas, y el paso del tiempo solo hace esa mentira algo más grande. Cada vez que su pareja les muestra su confianza, ellos la rompen una y otra vez al no confesar. Creando una deuda que puede llegar a ser imposible de saldar.
3. “Si confieso, él/ella me va a dejar y voy a perder a mi familia”
Quienes fueron víctimas de una infidelidad, seguramente están pensando: “Hubieras tenido en cuenta a tu familia a la hora de traicionarme”.
El Dr. Mark White, escribió en Psychology Today: “Guardar el secreto de una traición por salvar tu relación no es justo para tu pareja, y sólo servirá para preservar una relación con rupturas que a la larga o a la corta se romperá”. Si de verdad quieres salvar tu relación, hay que confesar, aunque te de miedo.
4. “Ella/él no va a soportar saber la verdad”
Los humanos tenemos la tendencia a “proyectar”, es decir, si estamos tristes, vemos tristeza en lo que nos rodea, por el contrario, si estamos contentos, el mundo nos sonríe. Esta frase es un gran ejemplo de la proyección. La verdad es quien tiene miedo de no poder soportar la confesión es quien cometió el error.
5. “Pienso que podemos volver a empezar sin que él o ella sepa lo que pasó”
Creer que esto es posible es como pensar que se puede construir una casa sin cimientos. Puede que resista por un tiempo, pero a la larga o a la corta, ante cualquier tempestad o problema, su caída, y por ende, destrucción es inevitable.
6. “Yo ya me arrepentí y me prometí que no volvería a hacerlo”
Ambos pasos son correctos, pero el verdadero arrepentimiento conlleva la confesión. En todo acto que cometemos que involucre un daño o una víctima, la confesión es necesaria para saldar la “ deuda”. Al igual que una persona que rompe una ley (roba, mata, etc.) no puede decir que ya pagó por que se arrepintió y supuestamente no volverá a hacerlo, lamentablemente, el infiel si quiere o alguna vez quiso a la persona a quien engañó, debe confesarlo.
7. Miedo
Esta, es quizás, la razón fundamental que encierra a las demás. ¿Recuerdan cuando eran niños y sus padres les pidieron que bajo ninguna circunstancia jugaran con algo que era de valor para ellos?
“No va a pasar nada”. “Que exagerados, no lo voy a romper”. “Obvio que sé lo que vale, sólo lo estoy mirando, no lo voy a romper con mirarlo”. “Sólo lo voy a levantar por un segundo para ver si es pesado”. Hasta que un día lo levantas, te gusta lo que sientes al pensar en jugar por un segundo (total luego lo pondrás en su lugar y nadie se enterará), juegas y pasa lo que te dijeron que iba a suceder: Se rompió.
¿Recuerdas el miedo que sentiste?, miles de ideas cruzan por tu mente. Cómo arreglarlo, reemplazarlo, esconderlo, culpar a alguien más, ignorar que pasó, desaparecerte y por último: CONFESAR.
Dependiendo el tipo de padres que tengas, es el tiempo que tardarás en decidir si debes o no confesar. Si tus padres son compresivos, sabios a la hora de juzgar una situación, si a la hora de buscarte un castigo, lo drástico, no es lo primero que se les cruza por la mente, sino que sopesan lo bueno que eres como hijo, lo estudioso, responsable, et. Entonces más rápido llegarás a la conclusión de que confesar es tu mejor alternativa.
Sin defender al infiel, mi consejo es usar la sabiduría, la balanza, el resto de su historia juntos y el amor que sienten por su pareja para crear un ambiente de confianza en el que sin importar que tan grande sea el error, la otra persona sepa que puede confesar por que habrá justicia y no sólo castigo.
Hasta el día de hoy, siempre le confieso mis errores a mi madre. No importa que tan graves o simples sean, ella siempre me hizo fácil el proceso de arrepentirme.