444 aniversario

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444 aniversario

Hay mucha gente que ama a la ciudad de Saltillo, entre ellos, los siguientes ciudadanos: el cronista y periodista, don Armando Fuentes Aguirre; el brillante abogado y columnista Luis Carlos Plata. Ama y mucho a mi ciudad, el chef de sabor huracanado, el internacional Juan Ramón Cárdenas. Quien esto escribe y sin metáfora de por medio, daría su vida por la ciudad. Usted lo sabe también: la amo y detesto a partes iguales. Como toda relación amorosa y pasional, siempre es un conflicto nunca resuelto. 

De tan noble mi ciudad, soporta toda suerte de vituperios y escupitajos que osan proferirle los nómadas que, al no encontrar techo, comida y sustento en sus tierras, llegan a esta ciudad que los acoge con sus puertas abiertas y aquí se hacen “gente”. Se quejan diario, pero no se van. Se avinagran ellos mismos y nadie más. Sobre todos los laguneros que aquí y ahora, son legión. La gran mayoría de ellos, al paladear el benigno clima de la ciudad en comparación con su tórrida y polvosa estepa, se quedan a vivir aquí. Aunque, se siguen quejando lastimeramente y por siempre. O lo que es lo mismo, ejercen lo que el escritor Alejandro Rossi llama “el ejercicio de la hipocresía o la mala fe”. Le creo. En fin.

Hay otro ciudadano el cual trata a mi ciudad como lo que es: una dama de alcurnia. De alta sociedad. De élite. Este ciudadano diario, acicala a mi ciudad. La cuida como a una musa. Lo es. Si su ropaje tiene un desperfecto o desgarradura, rápido y en el acto, la manda remedar. ¿Algún rayón enfadoso en los tacones y sandalias de mi ciudad? En el acto, lo manda reparar y pintar de nuevo. Este ciudadano tiene nombre y apellido y si no se hubiese atravesado esta maldita pandemia la cual nos modificó la vida a todos, ya tendría posesionada a mi ciudad en el concierto internacional como marca líder y franquicia de origen. De hecho lo hizo, pero insisto, el empuje hubiese sido del doble de éxito. El ciudadano se llama Manolo Jiménez Salinas y es el alcalde de mi bella y fina ciudad.

La ciudad de Saltillo es una tierra generosa y sus habitantes –los que somos auténticos nativos de esta tierra por generaciones– muestran el carácter de los habitantes del desierto: fuertes, de hierro; espigas que se doblan con el viento y las tempestades, pero que no se rompen y mucho menos se arrancan de raíz.

La gente se queja de la ciudad, mi ciudad, pero todos siguen aquí. Saben bien que en otro lugar serían “Don Nadie”.

Lugares comunes sobre Saltillo y sus habitantes: que la ciudad es mezquina, que la gente es “cerrada” –tan “cerrada”, que en su momento, fue la primera ciudad de la República Mexicana donde se podían casar mujeres con mujeres y hombres con hombres. ¿Y la cerrazón?–, que los saltillenses son tacaños –este escritor conoce a empresarios defeños, regiomontanos y laguneros avecindados en Saltillo, que añoran su ciudad y hablan de la generosidad monetaria en su lugar de origen, aunque aquí pagan “como saltillenses”–, que los saltillenses esto y lo otro. En fin.

ESQUINA-BAJAN

El fracaso cansa. Debería de cansar a políticos los cuales van una y otra vez al matadero tanto en las urnas, como en su vida privada. El fracaso deberían de cansar a ciertos políticos los cuales deberían dejar el terreno libre y listo para un relevo generacional que es aquí y ahora. Pienso en esta hornada de fracasados los cuales son individuos ya avinagrados por el peso y paso de los años y sus fracasos y yerros: Guillermo Anaya, Armando Guadiana Tijerina, Javier “El Tibio” Guerrero, Tere Romo, La familia López casi toda. El otro lado de la moneda es el amor incondicional del alcalde, el “Cowboy Urbano”, Manolo Jiménez, el cual tiene a mi ciudad linda y acicalada. Su triunfo y éxito es nuestro triunfo y el disfrutar a la ciudad en su 444 aniversario de vida. No poca cosa.

La ciudad, como toda ciudad de alcurnia e historia en México, soporta y debe de hacerlo, estereotipos hueros y simplones. Pero Saltillo siempre se levantará así sea de sus escombros y siempre se alzará como lo que es: un buen lugar para vivir y disfrutar de la geografía, la cultura, la historia y su gente. Ya estoy hablando de cultura y educación, y si usted me ha favorecido con su lectura en tiempo pasado, vengo insistiendo desde siempre en dos aspectos torales los cuales nos sacarán adelante como país: educación y cultura. Cultura y educación. Manolo Jiménez lo sabe y por ello, de su apuesta en este 444 aniversario de Saltillo: un amplio y variado “Festival Internacional de Cultura de Saltillo”, del 18 al 25 de julio.

Nací en 1965, en aquellos años, Saltillo era apenas un soplo en la garganta. Se musitaba su nombre y era un vaho de invierno el cual no se podía sostener entre las manos. Saltillo era entonces tierra de gente bien nacida, un pueblo apenas un poco más grande a su catedral –para decirlo con las letras del cronista “Catón”–; Saltillo entonces se reflejaba y bullía su vida en sus vecinos y tertulias, en sus viajeros los cuales se hospedaban en un par de posadas disponibles del pueblo; Saltillo olía a tortillas de harina, a frijoles guisados con manteca de puerco; olía a membrillo y perón fresco… Saltillo se reflejaba en los ojos limpios y cristalinos de la Tía Amelia. Sí, tía del narrador y periodista Armando Fuentes Aguirre, “Catón.”

Puros ases en la ciudad por su aniversario: Eugenia León, Guadalupe Pineda, Trío “Los Panchos”, Regina Orozco, la rebelde Lolita Cortés; pero también, Marco Flores, Iván Muñoz, Arturo Villarreal, Esperanza Dávila, Carlos Recio, María C. Recio, Jorge Tirso, Natanael Espinoza, Isaac Hernández…

LETRAS MINÚSCULAS

Suelte el Estado de Coahuila en las manos de Manolo Jiménez y verá usted el liderazgo, el alcance y la visión de un líder oteando el futuro.