425 años

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425 años

Una evidencia inescrutable de la huella genética es el aspecto físico de las personas: la talla, la tez, los rasgos del rostro. Pero más allá de lo que puede resultar evidente por la apariencia física de un ser humano pervive de manera subterránea una herencia viva aunque no se manifieste a primera vista. 

El entrañable filósofo e historiador nuevoleonés Pedro Gómez Danés realizó una investigación iluminadora sobre la negritud en la región septentrional de lo que fuera la Nueva España por la presencia de hombres de raza negra en actividades mineras. El Padre Pedro investigó en archivos históricos municipales y encontró documentos muy reveladores. En conversaciones me compartió algunos indicadores existentes de la negritud en el noreste mexicano. Efectivamente, rasgos como las fosas nasales, la corpulencia, la estatura  y el cabello hirsuto característicos de la raza negra los he visto en pobladores de los municipios de Galeana y Villaldama, Nuevo León, y municipios circunvecinos a éstos. También en General Cepeda, Coahuila.

Pero una raíz que debe ser resignificada es la huella tlaxcalteca tanto por la evidencia empírica de oficios, tradiciones religiosas y costumbres, como por el fenotipo presente en muchos pobladores norestenses. Me resultaba siempre sorprendente cuando el Maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin me decía que él detectaba de inmediato a una persona de raíces tlaxcaltecas por sus rasgos físicos. Y es que don Desi muchas veces realizó dibujos y pinturas de tlaxcaltecas y conocía a la perfección sus rasgos.

Aunque podría resultar ridículo para algunos hablar del genoma tlaxcalteca, pues se conoce que tiene antecedentes en la mismísima raigambre olmeca-chicalanca y al paso del tiempo unas razas han asimilado a otras; hay una herencia de esta estirpe que pervive más allá de los sarapes, del pan de pulque y de las devociones religiosas.

A 425 años de que se fundó San Esteban de la Nueva Tlaxcala como población gemelar de la diezmada Villa de Santiago del Saltillo, es importante atender la resignificación de esta huella. Por ello me alegra mucho que un grupo de ciudadanos saltillenses congregados en el grupo de “Amigos de la cultura norestense” hayan organizado del 9 al 10 de septiembre, con apoyo de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila, el Coloquio: Presencia Tlaxcalteca en el Noreste de México.

Ahora que me entero que desapareció de un plumazo político el fideicomiso Colegio de Historia de Tlaxcala por órdenes de Mariano González Zarur, aún Gobernador de la Entidad Federativa que está en el territorio de lo que fuera Tlaxcallan, el coloquio resultó una plataforma para reflexionar sobre la importancia de que las investigaciones en torno a la huella tlaxcalteca sean retomadas por instituciones formales.

Qué pena que esta pifia de González Zarur haya acabado con más de 18 años de esfuerzos de un fideicomiso que vinculaba a las comunidades de ascendencia tlaxcalteca dentro y fuera de México. En el Decreto 152 del Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Tlaxcala del 19 de noviembre de 2015 se anunció la  desaparición  del citado fideicomiso, aunque fue hasta finales de agosto de 2016 que se enteró de la situación a algunos de sus vocales.

Para mí fue algo terrible conocer esta noticia en los tiempos del aniversario de fundación de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, que de las poblaciones tlaxcaltecas que nacieron en 1591 fue la que tuvo mayores alcances colonizadores.