A 4 décadas de aquel encuentro

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A 4 décadas de aquel encuentro

“El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”, así define García Márquez, la profesión más amenazada en los últimos años en nuestra nación, pero también la más valiente.

Sin duda es una profesión de héroes y a las pruebas me remito. Confirmo  que eran otros tiempos definitivamente, aquellos en los que hojee en la mesa de la sala de mi casa paterna, el primer ejemplar de VANGUARDIA (El Periódico Libre) a mis escasos 13 años.

Un comensal habitual era Cesar Ledesma, escultor y tío, que en esos días estaba por terminar su obra de las estatuas del indio y el español. Recuerdo que Cesar sorprendió con el comentario de la columna PolitiCón, que situaba a sus obras como “sobrinas” de Orozco Melo, lo anterior al parentesco de mi tía Cecilia con ese otro querido pariente  que fue Don Roberto,  el entonces secretario general de Gobierno. Continúe en la lectura del periódico, con mayor énfasis los domingos, días en que Chita, mi madre, después de preparar una jarra de aromático café (hecho en percoladora) se recostaba para disfrutar al VANGUARDIA, mientras que el suscrito esperaba la desocupación de cada una de las secciones a fin de iniciar la aventura de los sucesos.

El periódico nace unos años después a la promulgación de la Carta de Múnich, que encuadra la doctrina de la vocación de todo diario y sus principios a saber: “Respetar la verdad, cualesquiera que sean las consecuencias, en razón del derecho del público a estar informado. 
/Defender la libertad de información, comentarios y críticas. /Publicar sólo información de origen conocido o hacer las reservas que convenga. /No utilizar métodos desleales para obtener información, fotografías y documentos. 
/Comprometerse a respetar la privacidad de las personas. /Rectificar cualquier información publicada que resulte inexacta. /Negarse a cualquier presión y sólo aceptar directivas redaccionales de los responsables de la redacción”.

Un año aciago para mi facultad fue aquel de 1982, golpeado a saciedad por porros de la nómina del Presidente del PRI, un compañero de leyes, nos pidió que le acompañáramos a denunciar los hechos al VANGUARDIA, entonces conocí a don Armando Castilla, quien pacientemente nos escuchó, tomo nota y de despedida nos regaló un ejemplar del libro de caricaturas de Monsi, un artista singular del periódico. Años después esta pluma peregrina aterrizó en la senda del periodismo en septiembre del 90 en Piedras Negras, siempre con un pie en mi patria chica, me veía en las de Caín para conseguir en ese puerto fronterizo al VANGUARDIA, ya que únicamente el aviador del güero “Chalo” lo repartía y llegaba a eso de las 5 de la tarde, vía los desvencijados autobuses Anáhuac. 10 años después, llegaba puntual a la cita en la dirección, con el encuentro en la pared de la sala de espera, otra vez con Ledesma, a través de una pintura que hizo sobre don Armando, en el más puro estilo motlista.

El proyecto de Dianita Galindo era simple, alentador y bajo una gran responsabilidad, se trataba de que un grupo de ciudadanos participáramos en una página de opinión cada domingo y desde entonces le ha tocado al periódico aguantar las sandeces de este incómodo sujeto. Con la aparición de la tecnología informática y el crecimiento de las redes sociales y su gran impacto, la necesidad de adaptación y utilización de los recursos debe acontecer a velocidades inusitadas y este gran diario, no ha sido la excepción, porque 40 años de existencia no significan  solamente 14, 140 ejemplares que formar, sino también las toneladas de tinta e ideas derramadas a través de VANGUARDIA y sus contenidos,  que han sido el referente de esa historia de los días, que es la vida en esta tierra.

Hoy bajo el liderazgo de mi Dianita y Armando, se sintetiza un esfuerzo en la constante búsqueda de la innovación en aquello que se está convirtiendo en uno de los derechos fundamentales del individuo: el de ser y estar informado. 
Felicidades a VANGUARDIA, actor y testigo de los últimos 40 años y vengan muchos más hasta que de teclear se agoten los gozos y las sombras.