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300 pesos
Entre las manos de mi maestra de canto y las mías van y vienen 300 pesos. Es un ritual curioso ciertamente, que comenzó hace tiempo y se fundamenta en el respeto que cada una de nosotras tiene por el trabajo de la otra. Nuestro compartir, y lo que ahora presumo como amistad, comenzó así, cantando juntas. Y no, no canto. Pero la vida me ha invitado a hacer cosas aún menos probables.
Entonces yo canto, ella canta, yo promuevo eventos culturales y terapéuticos, ella participa, ella da clases de canto e inventa locuras mientras lava trastes, y la rueda gira. Así funciona la vida y el ciclo de dar y recibir. Yo ofrezco a la vida y a los demás lo que tengo para aportar, y los demás ponen lo que ellos tienen. Yo tomo lo que necesito o quiero, o puedo, de lo que está disponible y, en el mejor de los casos, nos sentimos todos satisfechos y agradecidos. En el mejor de los casos.
En casos comunes, alguien siente que ha dado más de lo que ha recibido y alguien siente que el otro ha tomado más de la cuenta. Así la rueda gira, o parece girar, de una manera dispareja. La rueda en realidad no gira mal. Es un asunto de percepción. 300 pesos son 300 pesos. Confío que si todos pusiéramos lo que tenemos a servicio de todos (sentido comunitario), restauraríamos nuestra confianza en la abundancia. Recibiríamos de manera orgánica lo que necesitamos, ni más ni menos. Un trueque energético que al final se equilibra, dejándonos a todos con suficiente.