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2021: Año del funámbulo
De acuerdo con la Real Academia Española, un funámbulo o funambulista es aquel acróbata que hace ejercicios sobre una cuerda floja o alambre. También se les conoce como equilibristas. Hay un par de franceses que son de los más famosos; Jean Francois Gravelet, mejor conocido como Charles Blondin, cruzó las cataratas del Niágara unas 300 veces en el siglo 19, con y sin sus ojos cubiertos, de frente, en reversa, cargando a otros, cocinando un omelet o tomando champagne a medio cruce sobre la cuerda. Y en tiempos más recientes, Philippe Petit planeó por meses –y ejecutó– el cruce entre las Torres Gemelas de Nueva York en 1974, a una altura de unos 400 metros. Cuando terminó su hazaña, la policía ya lo esperaba para arrestarlo, los cargos fueron retirados cuando acordó con las autoridades dar una demostración en Central Park como sentencia.
En ambos casos, Blondin y Petit, tuvieron largas trayectorias en el negocio de arriesgar su vida caminando sobre una cuerda, sin red de protección, sin paracaídas. Algunos los consideran verdaderos héroes, otros los ven como personajes temerarios buscando atención.
Al final de un año y al inicio de otro es común encontrarnos con pronósticos, buenos deseos, propósitos y una sensación de que al darle la vuelta a una página y terminar un capítulo, el libro traerá un cambio casi mágico en su trama sólo porque el calendario cambió de año. Sí, el año 2020 fue... distinto, por no entrar en detalles o adjetivos que para ahora todos tenemos claros. Soy de los que piensan que el 2021 tiene que ser mejor que el año anterior y espero no equivocarme. Por algún motivo, amanecí el primer día el año con una imagen mental de un equilibrista. Se me vinieron a la mente ideas de cómo los ciudadanos del mundo vivimos tiempos en los que nos hemos convertido en equilibristas de tiempo completo. Tal vez siempre lo fuimos, pero no nos habíamos dado cuenta. Vivimos rodeados de finos equilibrios de los que dependemos. Algunas veces podemos poner de nuestra parte para mantener el balance y en otras somos simplemente pasajeros de un tren o un barco sin destino obvio, donde no es claro quién es el capitán o el maquinista. Vivimos de equilibrios laborales, familiares, personales, económicos, de salud. Casi cualquier cosa que hacemos se da porque decidimos equilibrar opciones.
Volteamos atrás y vemos el paisaje que ha dejado la tormenta de la pandemia que sigue azotando al mundo. Destrozos, pérdidas de vidas, tristeza, distancia, ansiedad. Empieza a haber señales prometedoras que debemos atesorar y cristalizar como sociedad. Seguimos viendo cómo las tragedias pegan asimétricamente a unos y a otros y a final de cuentas volvemos a la idea del funámbulo; estamos todos arriba de la cuerda floja, pero no todos tenemos la pericia ni la sangre fría (¿o la locura?) de Blondin o de Petit. No necesariamente escogimos estar sobre la cuerda, pero de pronto nos damos cuenta de que ahí estamos, pero también de que no todos tenemos el mismo riesgo. Algunos, los más afortunados, caminan sobre una porción de cuerda con red protectora, otros tienen los medios para conseguir un paracaídas, los menos afortunados sienten vértigo y las alturas y la vibración de la cuerda les causan pánico; los más débiles tienden a perder el balance primero. Lo mismo sucede cuando comparamos entre países y entre autoridades (de todos niveles). La política se vuelve, hoy más que nunca, el arte del funambulista. Gobernantes con y sin recursos, con y sin voluntad, de pronto tienen que tomar decisiones con base en un muy frágil equilibrio entre la salud y la economía; entre trascender o seguir cultivando votos como si nada pasara; entre enraizar ideologías que tienen más o menos méritos o buscar manejar sus ciudades, estados o países como verdaderos estadistas, guardando ideologías y proyectos políticos que sólo la vista y desvían la atención de lo que sí es relevante. Es urgente que las autoridades, a nivel nacional e internacional, entiendan su rol en manejar el acto de la cuerda floja en la que de pronto estamos todos (ellos incluidos) y logren mantener a tantos como sea posible sobre la cuerda (vivos), coloquen redes protectoras para las secciones donde se encuentran los más propensos a caer (por salud o por dinero) y logren llevar a la mayor cantidad posible hasta el otro extremos (con vacunas suficientes aplicadas cuanto antes, con apoyo de quien sea; menos fotos, más jeringas). Deben entender los gobernantes que no es prudente actuar como si estuvieran en campaña mientras ellos y los ciudadanos que representan están a media cuerda floja, a 400 metros de altura, sin red protectora y sin prisa alguna. Tristemente, seguimos viendo cómo siguen cayendo al vacío muchos, no importa si el calendario dice 20 o 21.