2020, el saldo atroz

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2020, el saldo atroz

Gerardo Herrera Ramírez, una enciclopedia musical. / Foto: Especial.
En el plano artístico y cultural, el año que termina quedará en nuestra memoria como referente de sacudimiento y de pérdida. Pero también de una urgencia de transformación en las instituciones de cultura que muchas veces no se cumplió

El signo de 2020 fue la interrupción. El trauma y la pérdida definitiva de creadores, que aún en su madurez, tenían mucho por dar. La tragedia es doble: al dolor social y familiar, al afecto cercano, se suma el cese abrupto de un saber, y por lo tanto de un compartir interrumpido ¿Quién sabía o sabe en nuestra ciudad los pormenores técnicos referentes a la producción musical al nivel en que lo hacía Sergio Timo Quintana? ¿Cuántos libros tenía aún por ofrecernos el maestro Javier Villarreal Lozano? ¿Quedaría inconclusa su novela sobre los procesos de la Santa Inquisición que me platicó hace un par de meses?  ¿Quién podrá contarnos la historia de una canción como lo hizo Gerardo Herrera Ramírez? ¿Habrá alguien con aquella pasión y aquel bagaje enciclopédico? ¿Hubo un tercer poemario de Marco Antonio Márquez? No lo sabemos. Y quizá no lo sabremos nunca.

La respuesta a la catástrofe social, personal y económica por parte de las instituciones nos quedó a deber.
Salvo excepciones aisladas y emergentes, el cierre de la segunda década del siglo se caracterizó por inmovilidades e inercias. A un escenario que demandó imaginación y empatía, la respuesta institucional la mayoría de las veces se mostró turbia, opaca. Gran parte de los creadores se vieron abandonados a  la deriva, en un contexto donde sus medios de subsistencia se vieron interrumpidos de manera tajante. Las iniciativas para auxiliarlos fueron insuficientes paliativos o de plano simulaciones. Con procesos algunas veces marcados por un sesgo de opacidad y favoritismo. Un ejemplo: el caso de la SEC. Sus convocatorias, como Mis manos, mis oficios. Premio Estatal de Artesanía, fueron duramente cuestionados. Pero el fiasco del año fue la convocatoria de Arte Resiliente: que entre muchos proyectos de valor, privilegió también los de entidades privadas, creadores con duplicidad de apoyos, o en franco conflicto de interés con los términos de la convocatoria. La cosa no terminó ahí, a pesar del compromiso reiterado ante los medios, el recurso fue diferido y retrasado para los beneficiarios. La mayoría de ellos recibirán -si bien les va- la segunda mitad del moto originario hasta los primeros meses del próximo año.

Los mismos. Fábula de un sentir.

Otra cuestión que debe debatirse aún más a fondo: la evidente centralización y concentración de apoyos entre colectivos, entidades, negocios y autores vecinos de la zona Centro de la ciudad. Como si el resto de Saltillo no existiera, gran parte de los apoyos recayeron en un entorno geográfico de apenas algunas cuadras de extensión -al menos en la capital coahuilense-  dando a entender que sí se trabaja (en teoría) para toda la comunidad artística de una ciudad de casi un millón de habitantes. Ojo ahí.

También, aún con la reiterada promesa sobre la emisión de la convocatoria PECDA 2020, ésta no fue convocada  por tercer año consecutivo.

En nota de Mauro Marines, publicada el 29 de septiembre pasado, se consignaba: “En esta misma reunión dieron a conocer el estado del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA), que desde hace un par de años no se entrega en Coahuila. Aseguró que está por firmarse un convenio con la Secretaría de Cultura Federal para que regrese ese recurso”, ahí mismo, el subdirector de programas federales de la SEC declaró:  “Yo espero que ya en estos días podamos firmarlo, para poder hacer nuestras aportaciones y estar sacando la convocatoria en estas semanas”, expresó, “vienen algunas modificaciones que se han platicado con la Secretaría de Cultura Federal, todavía no se aterrizan, pero justamente es lo que tenemos que trabajar estos días”.
En el plano editorial las cosas no fueron mejor. La escasa promoción a sus propios productos -salvo algunas presentaciones virtuales- fueron escasas y desinteresadas. No lo digo yo. Lo dijo el novelista Martín Solares en un reciente texto sobre los libros del año:

“Constato que mucha de la mejor literatura de 2019-2020 se publicó en editoriales independientes, comenzando por la ambiciosa y arrebatadora novela de Víctor Palomo, El pasado, sobre los misterios biográficos de Manuel Acuña y el pacto de silencio en torno a su suicidio. Espero que esta novela tenga la inmensa difusión y atención que merece, y no que se quede encerrada en alguna fría bodega de las secretarías de cultura estatales: este es uno de los libros que el FCE, Tierra Adentro, la DGPU y la misma secretaría de Coahuila debieron coeditar y promover a nivel nacional -o encargarla a una editorial con presencia en todo el país.”

Así, con ese nivel de desinterés y desidia se concibe la emergencia para los creadores desde la visión de las instituciones: no es una interpretación. Son hechos.

Mis manos, mi oficio, Premio Estatal de Artesanía. Una de las piezas premiadas y después descalificada por plagio. La autora la había comprado y repintado.

El sueño de los justos

De manera más o menos igual, el resto de las instituciones culturales de la ciudad parecieron dormir el sueño de los justos. Mientras la comunidad se debatía entre la avidez de una oferta inexistente o empobrecida y los creadores surfeaban las olas embravecidas de la subsistencia. La burocracia dorada no alcanzó a ver el desastre en derredor. Y por el desinterés que vimos de su parte, no lo alcanzará a ver.

El mundo cambió. Y una oferta cultural real, articulada, incluyente, de calidad, no podrá ser suplantada con transmisiones hechas al vapor y productos de un nivel amateur. Ni con homenajes desabridos, premios millonarios, entrevistas, auto promoción o toneladas de buenas intenciones.

La realidad es más compleja.

El mundo real arde. No el mundo de las notas de periódico y los círculos de amigos, los vecinos de la zona centro y los bots partidistas.

El panorama para la cultura en un año electoral se antoja terrible. Hay ya señas de que el terreno más afectado en la pugna estéril con la federación será el del arte, la educación y cultura. Hay signos ominosos de insensibilidad, de torpeza política, de ignorancia.

Sus acciones y omisiones lo reiteran todos los días: la administración de la cultura -al igual que en los últimos dos o tres sexenios- seguirá sujeta a los vaivenes de la seudo democracia representativa  y el vaivén electoral.

Ya lo vimos,  para la mayoría de las instituciones, el arte y la cultura -los creadores- son lo de menos.

La pregunta mayor entonces es: si como autores, creadores, intelectuales, artistas, promotores, gestores no podemos contar con las instituciones ¿Cómo habremos de hacer la cultura en los años de crisis por venir?

¿Cómo y desde dónde nos habremos de reinventar y expresar?

alejandroperezcervantes@hotmail.com

Twitter: @perezcervantes7