2017: ¡atravesado!
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2017: ¡atravesado!
El alumbramiento del nuevo año está resultando traumático y plagado de amargos augurios. En términos obstétricos, el niño viene atravesado. Los barullos de tormenta acuden de adentro y de afuera amenazando con producir severos destrozos.
En el frente externo, aun antes de tomar formalmente los controles de la Casa Blanca, Donald Trump ha dado claras muestras de su letalidad irresponsable. A punta de tuitazos cimbra, un día sí y el otro también, los mercados financieros. Con sus conducta no sólo da credibilidad a sus “promesas de campaña”, adicionalmente deja ver que se le “cuecen las habas” por iniciar la infausta travesía.
Ante la evidencia de la intervención Rusa en los últimos comicios en los Estados Unidos de América (EU), la discordancia entre el voto popular y el del Colegio Electoral, así como la virulencia y maniqueísmo del discurso político del candidato victorioso, destacados analistas de la Unión Americana (entre ellos el Nobel de Economía Paul Krugman) externan su preocupación sobre el futuro mismo de la democracia en esa república. En todo caso, lo que resulta claro es que vivimos el fin de la era de la globalización incuestionable e incursionamos en los terrenos farragosos de los nacionalismos proteccionistas y belicosos. No es algo inédito en la historia de la humanidad, de hecho tiene muchos paralelismos con lo que vivió el mundo entre las dos guerras mundiales y tras el colapso financiero de octubre de 1929. En estas situaciones, para nuestra desventura, los adagios populares suelen ser certeros: ¡nadie escarmienta en cabeza ajena!
Como el eslabón más débil y uno de los villanos favoritos de sus fobias globalizadoras, México y los mexicanos somos blanco privilegiado de sus afanes. A través de sus mensajes cibernéticos, Trump amenaza a las corporaciones (tanto de los EU como de otras latitudes) que realizan actividades productivas en México con aplicarles elevadas tarifas arancelarias si no desplazan sus actividades productivas a esa nación. Por increíble que parezca, estas empresas no han hecho más que apegarse al marco jurídico y comercial que, en uso de su soberanía, el propio Gobierno de ese país les dictó.
Como las desgracias no suelen viajar en solitario, los males que nos amenazan allende nuestras fronteras nos toman muy mal parados en el frente interno. Nuestro país vive una crisis social y política de amplias dimensiones. Los problemas de gobernabilidad están tocando fondo y los actores políticos no parecen acusar recibo ni de la real gravedad de la situación ni de sus potencialmente nefastas consecuencias. Algunas fuerzas políticas parecen interesadas en sacar raja de las calamidades, alumbrando o reavivando chispas capaces de desatar el feroz incendio de la pradera. Literalmente están jugando con fuego.
Y como si esto fuera posible, el grado de dificultad del 2017 será aún mayor en el caso del Estado de Coahuila. Nuestra entidad, que puede ser la principal damnificada de las “trumpadas” del norte, se encuentra en los albores de un proceso electoral inédito, en el cual la fuerza política dominante enfrenta las fracturas ahijadas por el ejercicio reiteradamente abusivo del poder, así como por la ferocidad de una lucha política que parece desconocer códigos, formas y límites.
¿Estamos aún a tiempo de encauzar estos procesos? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Lo que sí podemos apuntar son algunas de las condiciones que razonablemente deberíamos cubrir para aspirar a darnos la oportunidad de transitar venturosamente por esos vendavales.
La corrupción desbocada, la inseguridad y la ausencia de un sistema judicial que proporcione justicia efectiva han dinamitado la legitimidad de las principales fuerzas políticas y de quienes regentean las instituciones del Estado mexicano. Ante la profundidad del colapso, todos los partidos políticos con representatividad en nuestro país deberían estar trabajando en la construcción de un acuerdo político creíble, el cual permita reanudar una relación virtuosa entre gobernantes y gobernados. La conclusión exitosa de un Sistema Nacional Anticorrupción que brinde garantías efectivas a los ciudadanos de que el ejercicio indebido de la función pública será adecuadamente sancionado, un sistema político electoral que facilite la conformación de gobiernos legítimos y con capacidad de gobernabilidad, así como el saneamiento profundo del sistema de justicia parecen ser componentes esenciales del nuevo pacto social y político que los mexicanos demandamos.
Aun y cuando en el alumbramiento del 2017 el niño venga atravesado, no tenemos alternativa: debemos plantarle la mejor cara. Nunca como ahora, mis mejores augurios.