A 11 días de un Gobierno vía Twitter

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A 11 días de un Gobierno vía Twitter

Lo digo con todas sus letras: es inconcebible que en pleno siglo 21 y en un mundo globalizado, la discusión internacional se centre en la eventual construcción y pago de un muro fronterizo para dividir dos naciones. El tema nos ocupa a todos. Ayer mi hijo me pidió que habláramos. Debido a la seriedad con la que me abordó supuse que algo grave había pasado. Pensé que confesaría su autoría en la descompostura de la televisión, o que esperaba obtener de mí algún permiso especial, pero no fue así. Él inició el diálogo con una pregunta. Papá, ¿Donald Trump seguirá siendo el Presidente de Estados Unidos? Ante el sorpresivo cuestionamiento, sólo pude responder que seguramente así sería y no tenía noticia de lo contrario. Pero mi sorpresa fue aún mayor cuando me hizo saber que su preocupación estaba relacionada con los mexicanos que viven en el vecino país, y aquellos otros que pretenden buscar el “sueño americano”. ¿Qué va a pasar con los que ya están allá?, ¿y con sus hijos?, ¿cómo van a ir ahora a trabajar los que no tienen pasaporte?, seguía preguntando, mientras mostraba una inédita inquietud. En ese momento quise tener la capacidad y serenidad del canciller Luis Videgaray para responder las insidiosas preguntas que le recetó Carlos Loret de Mola en su programa matutino hace un par de días, pero lo único que me pasaba por la mente era ¿cómo un niño con escasos siete años puede estar tan preocupado por una pared y dos países? 

En tan sólo 11 días, el señor Presidente de la Unión Americana ha logrado poner al mundo de cabeza. Primero con la firma de la orden ejecutiva para construir el mentado muro; luego, con su insistencia de que éste sea pagado por las y los mexicanos, aunque no dijo de qué manera. Al respecto, vinieron las ocurrencias. Se informó que el Gobierno norteamericano estaba considerando aplicar un impuesto especial de 20 por ciento a las importaciones de productos mexicanos con lo cual se recaudarían recursos suficientes para financiar la ofensiva construcción. Resulta paradójico que al pretender que nosotros paguemos el muro se genere un gravamen que terminará siendo absorbido por los consumidores finales; dicho de otra forma, de aplicarse esta medida los norteamericanos abonarían al pago del muro cuando, por ejemplo, consuman guacamole 20 por ciento más caro, mientras disfrutan la transmisión del Súper Tazón. Pero, además, los aranceles internacionales están regulados por la Organización Mundial del Comercio, de la cual forma parte el país de las barras y las estrellas y, por lo tanto, éste se encuentra limitado para tomar la decisión impositiva unilateralmente. Más tarde vinieron nuevas ocurrencias; la más disparatada de ellas sugería la posibilidad de cobrar el importe de la construcción del muro a los narcotraficantes mexicanos. Así las cosas, la relación bilateral que el güero Trump pretende llevar al terreno de las redes sociales, raya en lo absurdo. Alguien tendría que decirle al Presidente norteamericano que la política y las relaciones diplomáticas no se hacen en 140 caracteres, vía Twitter. 

Aquí en confianza, lo afirmo: ante la errática política puesta en práctica por el presidente Trump, el Estado mexicano ha mostrado seriedad y solidez. Frente a ocurrencias y tropiezos, el manejo diplomático por parte de nuestro País es digno de reconocimiento. Habrá quienes consideren que la solución está en levantarse de la mesa de negociaciones dando un sonoro manotazo; sin embargo, el Gobierno de México ha sabido sostener con firmeza el diálogo, anteponiendo en todo momento la soberanía nacional y el interés superior de las y los mexicanos. Los Estados Unidos no es un Presidente; es un pueblo con el que hemos mantenido una estrecha relación durante décadas; son nuestros vecinos, amigos y principales socios comerciales; tan sólo las exportaciones de nuestro País a la Unión Americana tienen un valor cercano a los 300 mil millones de dólares anuales. Pero tras la ofensa, nos encontramos ante un renovado sentido nacionalista. Hoy mostramos con orgullo al mundo que somos mexicanos, y del mundo recibimos solidaridad. Sí es cierto: colocar la imagen de una bandera como fotografía de perfil o en la entrada de nuestro centro de trabajo no impedirá la construcción del muro, pero sí reafirma que somos capaces de unirnos para exigir, a quien sea y en donde sea, el respeto a la dignidad de nuestro pueblo. 

Hoy más que nunca adquiere vigencia la frase que pronunciara el coahuilense Juan Antonio de la Fuente frente Napoleón III, ante la intención de convertir a México en un protectorado francés: “No luchéis contra mi patria, porque mi patria es invencible”.