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Un pequeño paso
Eran las 10:56 de la noche del 20 de julio pero del año 1969, cuando Neil Armstrong, un expiloto militar de entonces 39 años, descendió de la nave “Eagle” que había alunizado sobre la zona conocida como Mar de la Tranquilidad y, al abrir la compuerta y colocar su pie izquierdo sobre la Luna, dijo una de las frases que definió e inspiró a toda una generación: “Es un pequeño paso para el hombre, pero un paso gigante para la humanidad”. Se trataba de la primera ocasión en que un humano pisaba un lugar distinto a la Tierra.
El Apolo 11 estuvo 21 horas en la luna recogiendo rocas y material lunar e instalando la bandera norteamericana y una placa que decía: “Los hombres del planeta Tierra pusieron el pie sobre la Luna en julio de 1969. Venimos en paz en nombre de la humanidad”.
Desde la lejana Tierra, 500 millones de personas atestiguaban a través de borrosas imágenes a un hombre enfundado en su traje espacial color blanco, bajando por una escalera y, al fondo, el aspecto desolador de la luna mostrando su superficie polvosa. Fue una proeza que parecía imposible de lograr y que necesitó del impulso inicial del presidente John F. Kennedy, quien en 1962 marcó como objetivo poner al primer ser humano en la luna. Se trataba de derrotar a la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y mostrar el liderazgo político, ideológico y tecnológico de Estados Unidos, pues casi 12 años antes la URSS había humillado a la gran potencia al poner en órbita el Sputnik y al cosmonauta ruso Yuri Gagarin como el primer hombre en llegar al espacio exterior.
El siglo 20 fue el de los grandes descubrimientos y avances tecnológicos, el del uso de energía atómica, el surgimiento de las computadoras, la carrera espacial y con ella la llegada del hombre a la Luna, hechos que marcaron la evolución de la ciencia y la tecnología. Y es que a pesar de que más de dos terceras partes de la población mundial no habíamos nacido cuando la llegada del hombre a la Luna, yo sigo escuchando a mucha gente que tuvo el privilegio de presenciar la transmisión del aterrizaje como un hecho que los marcó para siempre.
Eran los tiempos en que personajes como Armstrong se volvían el héroe global y eran también los tiempos en que las personas se inspiraban con esta clase de proezas. No existían laptops, internet, GPS, cámaras digitales ni mucho menos teléfonos celulares. Eran las épocas en que las familias se reunían en casa en torno al televisor que, en transmisiones en blanco y negro, mostraba las hazañas de la ciencia y el deporte, convencidos de que un mundo mejor era posible.
Imagino a millones de personas viendo en el televisor a Armstrong llegando a la Luna y a niños y jóvenes con telescopios caseros observando la Luna para confirmar, gracias al desarrollo científico, que efectivamente no era de queso. La luna es el único satélite natural de la Tierra y su luz nocturna, que nos permite caminar, no es sino el reflejo de la que recibe del Sol.
La llegada del hombre a la Luna, no produjo un cambio dramático para la mayoría de las personas. Sin embargo, muchas de las invenciones y avances tecnológicos son hoy disfrutadas por todo el mundo. Diversos aparatos y aplicaciones en los campos de la medicina, las telecomunicaciones e incluso en los alimentos es resultado de la investigación científica y el trabajo de técnicos e ingenieros que entonces soñaron con aportar su esfuerzo y talento a favor de los viajes a la Luna y la exploración espacial.
Y a pesar de que en ese tiempo los avances científicos eran tan limitados, que las computadoras de la NASA tenían una capacidad y velocidad de procesamiento muy inferiores a cualquier teléfono móvil de hoy, la misión del Apolo 11 y la figura de Neil Armstrong pisando la Luna siguen siendo, cuatro décadas después, la más grande hazaña jamás lograda por el hombre.
Del porqué no hemos vuelto a la Luna o llegado a otras lunas o planetas de nuestro patio exterior que es el sistema solar, escribiré en una próxima entrega.
Armstrong, fue el primero de sólo 12 hombres en la historia de la humanidad que han pisado un suelo diferente al de la Tierra. Un cráter muy cercano al sitio en donde alunizó el Apolo 11 fue nombrado en honor de este hombre que, buscando llegar a la Luna, consiguió también llegar al cielo.