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El orgullo de su nepotismo
José López Portillo calificó como “el orgullo de mi nepotismo” la designación de su hijo José Ramón, como subsecretario de Programación y Presupuesto, cuando respondió a los periodistas que cuestionaron su decisión. La frase lo marcó para siempre. José Ramón ocupó ese cargo como subordinado del entonces secretario Miguel de la Madrid Hurtado y fue uno de los principales actores en la nacionalización de la banca.
Ya como Presidente de la República, Miguel de la Madrid lo sacó del País designándolo Embajador de México ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Al paso de los años, José Ramón optó por la academia, alguna capacidad sobresaliente debió tener pues logró colocarse en el claustro de la Universidad de Oxford en Inglaterra, una de las más prestigiosas instituciones académicas en el mundo.
En 2002, a veinte años del desastroso final del gobierno de su padre, quien falleció en 2004, le conocí y conversé con él un buen rato antes de que participara como ponente y moderador en la “Semana de México” de la London School of Economics and Political Science. México atravesaba el segundo año de la alternancia democrático-electoral, y de ello se ocupó aquella semana de estudio y discusión. José Ramón me pareció un tipo interesante, inteligente. Las palabras de su padre, sobre el “orgullo de mi nepotismo”, lo perseguían porque el asunto salió a la plática con dos estudiantes mexicanos que no habíamos nacido cuando su padre asumió la Presidencia.
Mutatis mutandis, Andrés Manuel López Obrador cojea de ese mismo pie, si así puede llamarse a su capricho más emblemático. No me refiero a sus hijos, uno de ellos es menor de edad, los otros tres, aunque mayores de edad, no pasan de ser señalados en teorías conspiratorias, sin sustancia probatoria, aún. Tampoco me refiero a persona alguna, sino a un capricho presidencial: el Probeis, programa para promover el beisbol que cuenta con oficina en Palacio Nacional y depende directamente del titular del Ejecutivo Federal.
Como sabemos, el País padece graves carencias en materia de medicamentos, especialmente para tratar el cáncer, los hospitales públicos carecen de todo o casi todo, falta a las escuelas lo más elemental. El personal médico y educativo hace milagros con el apoyo de los familiares de enfermos y estudiantes. Padecemos una grave crisis de inseguridad. La omnipresente pobreza pasó a ser programa institucional del Gobierno.
Atender tantas carencias, cuya enumeración sería imposible en este espacio, precisa de recursos bien aplicados y bien vigilados, pues bien, en medio de esta tormenta de carencias, urgencias y prioridades, Andrés Manuel ha destinado a su hobby personal, el beisbol, nada menos que mil 700 millones de pesos, 2.2 millones diarios en promedio.
Sedatu acaba de revelar el nombre de las empresas ganadoras del concurso para remodelar los estadios de Campeche, Cancún y Villahermosa, serán 500 millones de pesos en estos tres estadios. Justo a un lado de la lacerante pobreza del Sureste.
Si analizamos Probeis desde una óptica deportiva, también se deja ver su sinsentido. Para todos los demás deportes, Conade sólo recibe 2 mil 675 millones de pesos en un año en el que México participará en las olimpiadas de Tokyo.
Al yerro de privilegiar un deporte sobre otros, se añade el de privilegiar al beis profesional a nivel estadios, en lugar de apostar a los talentos que se gestan desde la infancia. “Tanto quiere el diablo a su hijo, hasta que le saca un ojo”, así será para sus equipos favoritos, los de su natal Sureste, y los de Sinaloa y Sonora que siempre admiró.
A Coahuila y Nuevo León no les tocó nada. Nada para Saraperos, Acereros, Algodoneros y Sultanes, debería darles gusto no formar parte de una estrategia que beneficia al capricho a costa de las necesidades del pueblo. Mutatis mutandis, tal es el orgullo de su nepotismo.