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La luna de miel de los elegidos
Alcaldes y gobernadores electos de todo el País están experimentando los mejores momentos de su vida político-electoral. Una prolongada luna de miel que durará hasta finales de 2021 y que no volverá jamás, aunque la historia los juzgue con benevolencia en el futuro. Si caen en los errores y corruptelas que tanto conocemos, su legado se irá a la basura.
Todos, sin excepción, conocerán el desencanto de las realidades cotidianas, la frustración de no haber podido o sabido atender tantas expectativas ciudadanas; los más pragmáticos habrán de refugiarse tras la muralla de sus simpatizantes y beneficiarios de los programas gubernamentales, pero abandonarán al gobernante en cuanto concluya su periodo de gobierno. No pretendo ser aguafiestas, pero ésa ha sido y es la historia de México, quizá del mundo entero, sobre todo en esta era de comunicación tan intensa.
Hoy la luna de miel transcurre para disfrute de los elegidos. Son o creen ser la esperanza para los habitantes de sus estados y municipios. En este tiempo de espera, los ciudadanos esperan de todo, sin que nada, o casi nada, sustente sus esperanzas.
Los que van de salida son responsable de todas las carencias y desgracias; los que están por llegar serán la solución, en un juego de imágenes, de apariencias. Los que están por llegar todavía no son responsables de nada, pueden navegar tranquilos entre ciudadanos aplaudidores y expectantes, que se retratan junto a ellos y los animan a realizar un buen papel. Se trata de una probadita de las mieles de una cultura cortesana.
Esos mismos ciudadanos, dos años más tarde marcarán su distancia, tres o cuatro años después de la elección, elevarán el tono de sus críticas y burlas frente a los desaciertos gubernamentales, y para el cuarto o quinto año de gobierno entrarán en franca confrontación con quien tanto apoyaron.
¿Este comportamiento es propio de la democracia? La corrupción y el autoritarismo juegan en otra cancha y con otras reglas. Aunque tampoco escape de la crítica ciudadana, porque no hay dinero ni voluntad represiva que pueda controlar a toda la población, todo el tiempo. Se hace en y por sectores y se aprovechan de una mayoría que suele ser silenciosa, hasta que deja de serlo.
Un caso emblemático de esta luna de miel es la del gobernador electo de Nuevo León. Tras un triunfo contundente e incuestionablemente democrático, se le mira gozar la gloria de su triunfo y fama en el ámbito nacional. Su figura personal y de pareja, obra de su jovencísima consorte, tan astuta, tan conocedora de los resortes de la mercadotecnia, tan aceptada por una clase social urbana, acomodada y adicta a las redes sociales, “influencer” como ahora se les llama. ¿Qué de sustancial hay detrás de todo ello?
Samuel García debería saber que toda esa bola de humo va a terminarse. La luna de miel siempre se termina y tras ella viene el trabajo verdadero: gobernar. Una vez en el gobierno, la coyuntura es el peor enemigo de los políticos. El diario quehacer los mata, y mata a sus aparatos de gobierno. No importa que el piloto sea un comandante de cinco estrellas (que no es el caso) porque la carcacha que pilotea y el manual de operación, (el marco legal vigente) siguen siendo los mismos.
En Nuevo León no contará con mayoría legislativa, será rehén de la vieja clase política, mientras su compadre, Luis Donaldo Colosio, como alcalde de Monterrey seguirá respondiendo con frialdad al esfuerzo de su compadre el gobernador electo, por aparecer ante la opinión pública como un equipo de unidad. Las gracias de Marianita no serán suficientes cuando se presente el primer desastre natural, el primer paro obrero, la primera discusión del presupuesto o la primera agresión del crimen organizado.
No conozco a ningún político en México que haya logrado algo diferente. Tarde o temprano alcanza a todos el severo juicio de una ciudadanía descontenta. Como mera hipótesis, creo que el problema radica en tres factores.
I. Creer que como individuos pueden hacer por voluntad propia cuanto se proponen. Los gobiernos son aparatos complejos, con reglas, leyes y derechos adquiridos que es preciso navegar, con pesos y contrapesos.
II. Nadie realiza un genuino esfuerzo de planeación durante el periodo de transición. La luna de miel es tan seductora que el trabajo queda en segundo plano. Se echa a la basura un tiempo muy valioso.
III. Ninguno confiesa la verdad: “Les prometo sangre, sudor y lágrimas”, así lo dijo Winston Churchill al pueblo británico en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Una generación después, Kennedy dijo: “No preguntes qué hará tu país por ti, pregúntate qué harías tú por tu país.”
Samuel prefiere emular a “John” Kennedy del que poco conoce, flanqueado por una “Jackie” que está muy lejos de ser lo que en su momento fue la Primera Dama de EU. Esta película ya la vimos muchas veces, siempre termina mal. No le resto ningún mérito a su exitosa e innovadora campaña, pero gobernar es otra cosa.