Usted está aquí
El monopolio de la mentira
“Acaparamiento”. “Ejercicio exclusivo de una actividad, con el dominio o influencia consiguientes”. “Situación de mercado en que la oferta de un producto se reduce a un solo vendedor”.
Según la Real Academia Española, estas son definiciones de la palabra monopolio. En México existen distintos tipos de monopolios (y oligopolios) con los que hemos mal aprendido a sobrevivir. Es como dormir en una cama llena de sanguijuelas (parásitos) que te chupan la sangre, no importa si eres un individuo o una empresa PYME. No es para nadie novedad que las distintas instancias que en teoría deben regular a los monopolios y las prácticas anticompetencia (empezando por la Comisión Federal de Competencia Económica o Cofece), no han sido capaces de reducir la incidencia que estas prácticas monopólicas tienen en la vida de los mexicanos y sus empresas. Las sanguijuelas ahí siguen al amparo del Estado y sin importar si los de antes o los de ahora eran más o menos neoliberales o conservadores. Claramente el tema de combatir los monopolios y oligopolios tampoco es parte de las prioridades de la 4T, aún cuando es bien sabido que los principales afectados por estas prácticas nocivas son los más pobres, quienes sufren de altos precios y baja calidad cotidianamente. Hasta ahí no hay mucha novedad que nos llame la atención. Sin embargo, en estos días el presidente López Obrador decidió erigirse en autoridad única y plenipotenciaria para determinar quién no está diciendo la verdad, inaugurando un segmento en su mañanera nombrado “Quién es quién en las mentiras de la semana”.
Así es, como si no fuera suficiente la saturación que existe de “información” de parte del Presidente, ahora el señor está determinado a exhibir a aquellos medios o publicaciones que él y los suyos consideran que publican información falsa. Al parecer, este esfuerzo por buscar reducir las mentiras completas y las verdades a medias sólo estará enfocado en quienes critican al gobierno y no en las falsedades o inexactitudes que emanan del gobierno y entidades públicas, esas mentiras tienen el visto bueno de AMLO y no requieren atención.
A nadie debería incomodarle que se canten “bolas” y “strikes” desde o hacia el poder, hay de todo en ambos lados, sin embargo, debemos ser conscientes que la 4T no ha sido autocrítica y ha demostrado tendencias para tergiversar la información a cambio de llevar agua a su molino. Así son todos los gobiernos, dirían algunos; y tienen razón, pero es con este gobierno con el que vivimos hoy y con el que debemos navegar la tormenta. Es preocupante que pasemos de un presidente que tenía el monopolio del micrófono a uno que tenga el monopolio de la mentira. Sólo él será capaz de determinar cuando alguien miente, con o sin pruebas, con o sin datos. No importará si existe lugar al debate o análisis, una vez que el rey Midas de la mentira decida que algo no es verdad, sabemos que nada más importará. Quienes lo idolatran o ven en él a un ser infalible no dudarán en comprar lo que salga de su mañanera, como ya hemos constatado estos últimos dos años y medio. Al mismo tiempo, el decir que otros son mentirosos será otra caja china ideal para distraer la atención sobre las inexactitudes, verdades a medias y mentiras completas que salen del mismo micrófono con el que se acusan las mentiras que incomodan al señor Presidente.
No tengo duda de que este “ejercicio de comunicación” (al igual que las consultas calibre Pil4To), probablemente diseñado por asesores con tendencias porriles de la 4T, será un clavo más en el ataúd donde se han guardado las ideas de transparencia, diálogo, colaboración y ganas de ejecutar cambios de nivel transformación para todos los mexicanos. El espejismo de un movimiento transformacional y de una ideología que sólo en sus mentes tiene forma, se consolida en manos de un Presidente que luce terco e incapaz de imaginar una autocrítica, respaldado por unos cuántos miembros del equipo de comunicación y su gabinete que no son capaces de decir lo que piensan enfrente del Presidente. Así, tenemos a gente de la Secretaría de Economía diciendo que quieren promover inversiones, mientras su patrón las ahuyenta con el micrófono; o a gente de la Secretaría de Relaciones Exteriores hablando de tener buenas relaciones con todos los países, mientras su jefe sólo se quiere asociar con los rebeldes del barrio y aplica la Doctrina Estrada sólo cuando conviene. En sus mentes tenemos al Presidente perfecto que dice no más que la verdad cuando declara que se acabó la corrupción, que no hay violencia, que crecemos como nunca, que manejamos impecablemente la pandemia y que, si acaso algo no funciona, debe ser culpa no del gobierno inmediato anterior, sino de uno antes que ese.