De Fukushima a Saltillo: ‘la Quinta Japonesa’

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De Fukushima a Saltillo: ‘la Quinta Japonesa’

Este año la “La Quinta Japonesa”, empresa saltillense está cumpliendo 111 años de haber sido fundada por el señor Sabás Umezawa Kiono, cuya historia es material para filmar una película por la riqueza que entraña. Nacido en Fukushima, Japón—donde se produjo el desastre nuclear en 2011-, en 1882, en una familia de fruticultores, muy joven decidió emigrar a nuestro País, haciendo su entrada por el puerto de Manzanillo, de donde se trasladó a la Ciudad de México. Esto tuvo lugar alrededor del año de 1907, cuando él contaba con 25 años.

Durante el trayecto fue asaltado, por lo que llegó a la capital sin dinero, pero su suerte dio un giro positivo al ser contratado como jardinero por la familia Madero, ganándose pronto la confianza de sus patrones, pues le asignaron la encomienda de llevar a los hijos de la familia a pasear al Paseo de la Reforma, recibiendo entre 50 y 100 pesos de los de antes, para la compra de golosinas, paseos y juguetes para los niños.

En los años previos a la Revolución la familia Madero emigró a los Estados Unidos, partiendo el señor Umezawa con ellos, sin embargo, al no contar con pasaporte mexicano, permaneció en Piedras Negras, a donde sus empleadores le hacían llegar su sueldo puntualmente. Empero, salió a flote el sentido del honor del pueblo japonés, manifestando que prefería tener una ocupación, y así fue como llegó a Saltillo recomendado por los Madero para trabajar con el señor Guillermo García, de la familia que luego fundó la empresa “TH”.

Sus patrones tuvieron su domicilio frente al Casino, en la esquina de Hidalgo y Juárez, donde se desempeñó como jardinero, atendiendo además la Hacienda de “San Francisco”, en Flores, por el rumbo del penal. Esto sucedía entre 1908 y 1909.

En 1910, el señor Umezawa fundó el negocio de florería con el nombre de “Quinta Cuitláhuac” en el lugar en donde estuvo por años el hospital del ISSSTE frente a un costado del Santuario, allí sembraba crisantemos y margaritas, complementando el ingreso, con la venta de nieve que la familia elaboraba y que vendía por las tardes en un carrito tirado por mulas.

Ahí mismo vivía y le pagaba renta a los dueños, que eran la señora María Valerio y su esposo, Félix Neira Barragán. Conoció a la señora Leonor Domínguez de Ramos Arizpe, con quien se casó en 1929, aunque sus hijos nacieron antes porque él no tenía papeles. En 1932—año en que logró la ciudadanía mexicana-, con la ayuda de un préstamo del señor Guillermo García compró un terreno donde había caballerizas y corrales; tres mil metros cuadrados y que es en donde se encuentra el negocio actualmente.

El nombre de “Quinta Japonesa” data de 1934 ubicada hasta el presente, por Francisco Murguía —antes calle de los “Baños”— entre Pérez Treviño y Aldama. En ese tiempo era el único local con electricidad y teléfono, con el número 3-61. A la finca entraban los clientes a escoger las flores cultivadas por la familia, pues había bastante agua, ya que una acequia corría por la calle, y en lo que hoy es el Hospital Universitario existió una huerta con una gran variedad de árboles frutales.

Después del ataque de Pearl Harbor, en diciembre de 1941, el señor Umezawa fue enviado junto con otros japoneses residentes en México a un centro de confinamiento en Perote, Veracruz, donde permaneció unos años, mientras la familia se hizo cargo del negocio. Gracias a las gestiones de las autoridades de Coahuila —el gobernador en ese periodo fue el General Benecio López Padilla, y el Presidente Municipal Ignacio Cepeda Dávila-, se logró su liberación, regresando a su casa.

Me cuentan sus nietos, Ana Gloria y Genaro, quienes amablemente me proporcionaron la información para este artículo, que la casa de su abuelo fue un santuario para los japoneses, tanto para quienes residían en el centro y norte del estado, como los que venían a nuestro País, y que hacían escala para visitarlo. “Siempre había arroz, pescado, y un lugar para dormir”, me dicen sus nietos. Me mostraron un recorte del extinto periódico “El Sol del Norte”; se trata de un reportaje de Agustín García, acompañado al parecer del fotógrafo Enrique Dávila, con el boxeador nipón Kenji Yonekura, quien acompañado de su esposa visitó al señor Umezawa. Yonekura vino a México a pelear en 1960 y 1961, pero antes, en su tierra, había perdido ante José Becerra.

El señor Sabás Umezawa falleció en Saltillo en octubre de 1952, donde fue sepultado, habiéndose enviado a Japón muestras de uñas y cabello.

Tomó la estafeta su hijo Guillermo Umezawa Domínguez y en 1960 la propiedad se dividió en tres partes iguales. A principios de los 80, los nietos del señor Umezawa, Ana Gloria y Genaro se hicieron cargo del negocio, siendo ésta la tercera generación al frente del mismo, y que pese a las dificultades ha logrado permanecer activo.

Ante la escasez de agua —el gran reto para Chema Fraustro-, en el año 2014 dejaron de sembrar con la noria: crisantemos, claveles, rosas, dalias y margaritas, por lo que ahora se surten de proveedores del Estado de México y Puebla, principalmente, operando con stocks reducidos; se compra sólo lo que se va a vender. El propio Genaro, me cuenta que en los 60 y 70 debió repartir los pedidos en bicicleta, ante la falta de una camioneta, que se compró después. Me confesó que realizó maniobras de alto grado de dificultad para el transporte de las coronas, cuando los camiones urbanos se le acercaban peligrosamente, o cuando llovía, ante lo resbaladizo del pavimento.

Luego les pregunto a mis entrevistados, si recuerdan algunos de los clientes famosos de la florería, y con generosidad compartieron nombres como los siguientes: don Eduardo Suess, quien en ocasiones, como no le iban a cobrar, mandaba un propio para saldar la cuenta, don Isidro López y doña Anita, el licenciado Juan Manuel Aguirre Perales, quien les confesó que los arreglos florales fueron de mucha ayuda para conquistar a su esposa, a quien ha seguido obsequiando flores durante 50 años, los señores Arizpe; don Emilio, don Joaquín y Pepe Nacho, quien les decía que pasaran a la fábrica de hielo a cobrar, los señores Mena del pan de pulque, don Humberto Castilla y su hijo Armando, recordando que doña María Luisa, les imprimía en la imprenta que estuvo por la calle de Corona, las leyendas de las coronas fúnebres.

Mencionaron también a don Aniceto Musa y su hijo, el licenciado José Musa, la señora María Luisa De Nigris, de la “Suiza,” don Raúl Martínez de la zapatería la “Victoria,” doña Margarita Talamás, que vivió por el rumbo de la florería, y que los favoreció con pedidos durante el sexenio de don Eulalio, don Jesús y don Victoriano de las Fuentes; este último les cambiaba las llantas de la camioneta con crédito de palabra. Hubo desde luego muchos más clientes, pero sería muy difícil mencionarlos a todos.

El negocio ha pasado por etapas complicadas, mencionando en especial la época de las balaceras en nuestra ciudad, y ahora el Covid-19, con un repunte lento de las ventas. Ana Gloria está dedicada a investigar en detalle el origen y trayectoria de la familia Umezawa, como a la conservación de los documentos que lo sustentan, habiendo para ello, tomado unos cursos que ofreció la empresa Toyota; se trata de un proyecto conjunto con la embajada de Japón en México, para documentar y preservar la historia de sus ciudadanos en el extranjero. Genaro por su parte, está a cargo de las operaciones del negocio.

Al preguntarles sobre la clave del éxito y la permanencia durante más de un siglo de actividad ininterrumpida, señalan como factores entre otros: la persistencia, el amor al trabajo—parte fundamental de la cultura nipona--y el favor de su clientela; se trata de una tradición de la gente de Saltillo, que espero se conserve. Aquí vale sorbete que AMLO nos tilde de conservadores; creo que las flores son parte muy importante de nuestras vidas.

Esta es a grandes rasgos la historia de un negocio, que a pesar de múltiples y enormes adversidades: la salida de la isla, asaltos, la Revolución, la guerra, el confinamiento, las crisis económicas y la escasez de agua, ha logrado salir adelante, gracias al trabajo constante, y al ejemplo de don Sabás Umezawa Kioto, que debe ser inspiración para todos nosotros.

Espero que algún día nuestros líderes políticos, empresariales y de las instituciones civiles de nuestra ciudad, decidan rendir homenaje a empresas saltillenses como la “Quinta Japonesa”, y otras que han cumplido 100 años de actividad constante, lo cual es un hecho excepcional.