Elecciones Coahuila 2021 | Democracia y gobiernos municipales en México (II)

Las prácticas de clientela, patronazgo y oportunismo son una “brillante tragedia” en lugares cuyos procesos políticos parecen comportarse como democracias formalizadas

Una mayor competencia es mejor para la democracia. Esta es una premisa sobre la que teóricos modernos sientan las bases de un régimen político más democrático.

Hay tres argumentos detrás de esta idea: primero, que la competencia electoral, tomando en cuenta el número de competidores, mejora la representatividad de una sociedad al interior del gobierno; mientras nuestras poblaciones crecen y se diversifican, nuevos contendientes encuentran nuevas bases que representar, o bien nuevas bases postulan nuevos contendientes.

Un segundo argumento está asociado fielmente a la teoría de la responsividad y rendición de cuentas. Bajo esta postura, la competencia política se asocia a la promesa de mejora en el desempeño de los gobiernos municipales.

Tanto mayor competencia –número de contendientes–, como mayor competitividad –qué tan reñida sea la contienda– están teóricamente asociadas con un mejor desempeño. La lógica detrás es que los partidos y las autoridades son premiados o castigados durante las elecciones, y la competencia hace que su gestión logre mayor respaldo para seguir manteniendo el poder.

El tercer argumento señala que la competencia política reduce el clientelismo y el patronazgo. Aquí cabe hacer una reflexión, pues el clientelismo y el patronazgo son estrategias de distribución de bienes públicos hacia particulares, que además caracterizan la forma en que los partidos compiten durante las elecciones y, por tanto, nos introduce en una paradoja: si la competencia electoral se realiza a través de estrategias particularistas (clientelismo y patronazgo), ¿cómo puede una mayor competencia disminuir este tipo de estrategias?

REDES CLIENTELARES, EL RETO PENDIENTE

Los resultados de la competencia local que tenemos en nuestro país distan mucho de los beneficios que en principio ofrecen los regímenes democráticos.

Particularmente en México, como en otras naciones gravemente fragmentadas, con altos índices de pobreza y desigualdad, las estrategias más eficaces para ganar elecciones están basadas en prácticas particularistas.

Este patrón está muy arraigado en nuestra cultura política. Incluso aquellos partidos que emitieron consignas en contra del uso de redes clientelares, tras acceder al poder por primera vez, sucumbieron a la tentación.

En México, sucede a menudo que la oposición que recién logra ocupar puestos gubernamentales desaprovecha la oportunidad para generar un proyecto político alternativo y más democrático, lo que conduce a la reproducción de la vieja y bien arraigada cultura clientelar y particularista.

Las prácticas de clientela, patronazgo y oportunismo son una “brillante tragedia” en lugares cuyos procesos políticos parecen comportarse como democracias formalizadas, al tiempo que socavan profundamente la calidad de las mismas. ¿Qué potencial democratizador existe cuando se tiene al clientelismo como principal estrategia para competir por el poder?