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Nancy Roqueta, una "abuela TikTok" con tres millones de fans
Se tiñe el pelo de azul y rosa, baila enérgicas coreografías de canciones de hip hop y reguetón y ha colaborado con artistas como el colombiano Camilo: no es una estrella del pop adolescente, es Nancy Roqueta, una argentina de 71 años cuyos videos en la red social TikTok dan la vuelta al mundo.
"Es el mejor regalo que puedo tener, antes de mis ocurrencias me reía yo y nada más, ¿pero viste? Nunca así, tantas personas", dice a Efe Roqueta, quien solo en TikTok tiene 2.7 millones de seguidores y decenas de miles de reproducciones en cada uno de sus videos humorísticos.
LA CUARENTENA LA LLEVÓ A TIKTOK
Roqueta, profesora de música jubilada, cuenta que todo comenzó al inicio de la pandemia por covid-19, durante las semanas en las que se popularizó TikTok, plataforma que permite a los usuarios colgar breves videos de diferentes estilos.
Con la contagiosa risa que tiene para comunicarse, Roqueta no tardó en encandilar a quienes veían sus primeros videos, aunque ella reconoce que al principio no sabía borrarlos: "ahora sí me sale, pero antes, como saliera, así lo mandaba".
Quizá esa naturalidad, que tan pronto le permite compartir un video suyo tocando el acordeón como uno explicando sus recetas, fue parte de su popularidad "tiktokera".
Las reproducciones se dispararon cuando la artista argentina Lali Espósito le comentó uno de sus gags y más tarde se multiplicaron exponencialmente cuando Camilo, autor de canciones como "Vida de rico" y "Bebé" y uno de los cantantes más populares de la actualidad, empezó a hacer varios microvídeos junto a ella.
"Él me dijo 'quiero que cantes conmigo esta canción', y yo le digo 'bueno, voy a aprenderme la letra y lo hice y le encantó. Dice que yo soy su 'tiktoker' favorita", cuenta Roqueta entre risas.
Uno de sus sueños sería poder "conocerlo personalmente o que podamos hacer alguna música juntos", aunque también le gustaría conocer a Lali.
UN ESPÍRITU JOVEN
Conforme pasó 2020, y habiendo estado la mayoría del tiempo resguardada en casa -ahora ya ha recibido la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus-, Roqueta aprovechó para conectarse de manera improbable con la Generación Z.
Un día fue a la peluquería y pidió que le cortaran el pelo rapado en uno de los lados y teñido de rosa y azul, "lo que se hacen ahora todos los jóvenes que se ponen de todos los colores y se pelan de un costado".
"Iba por la playa y los seguidores me reconocían por el pelo", rememora sobre sus últimas vacaciones en la costa argentina, en las que pasó una gran cantidad de tiempo haciéndose fotos con los fans.
En un año complicado para muchos adultos mayores, a ella la vida le "ha cambiado para bien".
"Yo lo hago para divertirme, porque me gusta. Me tuvo muy entretenida TikTok. Y a través de las redes me conecté con gente que lo necesita", explica sobre asociaciones benéficas que conoció por internet y con las que ahora colabora en su ciudad, Hurlingham, a las afueras de Buenos Aires.
"Desesperación por aprender", ese es el autodiagnóstico que se da esta particular influencer de 71 años, una de las primeras adultas mayores latinoamericanas en generar una comunidad de seguidores en esa red social.
Y es que, cuando se jubiló, Roqueta se inscribió en la carrera de viola en la Universidad Nacional de Hurlingham.
Ahora toca ese instrumento de cuerda en la orquesta sinfónica de esa universidad -además de ser su acordeonista solista, ya que ese es el instrumento que toca de toda la vida-.
Echa de menos a sus compañeros de orquesta, ya que no pueden ensayar de manera presencial, pero al menos sí ve de vez en cuando a su familia: tiene dos hijos y cinco nietos, aunque su personalidad es con toda seguridad de las más jóvenes de la familia.
Este "regalo" de la popularidad y el cariño de los millones de mensajes que recibe en cada video le ha llegado a Roqueta después de una vida no exenta de reveses: nacida en Uruguay, enviudó allí en 1979 y emigró a Argentina, donde empezó de cero hasta que consiguió ser profesora de música en escuelas.
"Soy feliz con lo que hago", sentencia, otra vez con una sonrisa inquebranable.