¿Héroes de segunda?

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¿Héroes de segunda?

No creo que exista un gobierno en el mundo que pueda, por sí solo, con el paquete que supone dirigir los destinos de un país. Ni siquiera cuando a ello se suman todos los niveles de gobierno, ya sea en sentido vertical, como horizontal. Algunos gobiernos lo han intentado sin éxito hasta el día de hoy.

Dentro de ese complejo paquete, la salud es un área extremadamente delicada, fundamental y sensible para el conglomerado social. El debate sobre los alcances del Gobierno en esa materia siempre ha estado presente. La salud es fundamental y suele ser prioridad, o debería serlo. Cuando no es noticia, nos olvidamos de ella, pero siempre regresa a la palestra y toma el lugar prioritario que le corresponde entre los asuntos de política pública, social y comunitaria.

Algunos gobiernos han querido atender la salud pública únicamente desde los órganos gubernamentales; otros prefieren hacer todo desde el sector privado, tanto en un extremo, como en su opuesto, la participación del otro siempre se hace presente.

En Europa, el Estado de Bienestar generó un sistema de salud centrado principalmente en el sector público, sin abandonar la lógica económica del libre mercado. Parece ser que en este tema se deja de lado el debate ideológico. Para nadie es un secreto el servicio privado, clandestino y no, que brinda el sector salud cubano, a los amigos del régimen, nacionales o extranjeros, o para quienes pueden pagarlo gracias a los dólares que reciben desde Miami.

Estados Unidos, que maneja un sistema federalizado muy centrado en el sector privado, mantiene un sistema estatal de salud: “Medicair” para quienes pagaron impuestos durante toda la vida, “Medicaid” para asistencia social lisa y llana; cuando esos servicios faltan, los costos se cargan a las aseguradoras que, a su vez, trasladan esos costos a sus clientes, de manera tal que, quienes pagan, subsidian a los que no quieren o no pueden pagar.

Como sabemos, en México existen varios servicios públicos de salud: los que reciben trabajadores del Sector Público a través del ISSSTE, los que atienden al personal de las Fuerzas Armadas y a los trabajadores de PEMEX, algunos ayuntamientos como Saltillo, cuentan con un mini ISSSTE que atiende a su personal. Finalmente, el Seguro Social es un ente público que atiende a los trabajadores del sector privado. Aunque el Presidente López busca desmantelar el Seguro Popular, para sustituirlo por el de “Bienestar”, ambos sistemas se proponen atender a todos aquellos mexicanos que no tienen ninguna otra alternativa. Ninguno de estos servicios es gratuito, ninguno atiende por obra y gracia del Gobierno, todos los pacientes pagan por ello a través de sus impuestos. Esto vale tanto para el sistema de Bienestar, como lo valía para el Seguro Popular, ambos podrían tener una amplia cobertura, aunque de calidad pobre, lo que deriva, a la postre, en personas atendidas que tienen que sacar dinero de su bolsa.

Ni sumando todos estos servicios podrían acercarse a atender la totalidad de las necesidades de salud de los mexicanos. Contrario a lo que piensa el Presidente, el sector privado entra al quite pues no se limita a los grandes hospitales de lujo, la mayoría de sus servicios son para las clases medias y populares que buscan atención a secas; o una atención mejor que aquella que ofrece una salud pública saturada. No se trata de la calidad del personal; el mejor personal del mundo labora en los servicios públicos de salud; se trata de limitaciones administrativas que nada tienen que ver con la calidad y compromiso del personal de salud.

Las ideologías y las ínfulas de gobernantes y políticos sólo agravan los problemas. Médicos, enfermeros y personal de apoyo, atienden generosamente a quien necesita sus servicios, ajenos a la lógica facciosa de los políticos. A pesar de que todos han enfrentado la pandemia a lo largo y ancho de la Patria y servido a todos los grupos sociales, el Presidente decidió que el personal de salud del sector privado no es prioridad en el proceso de vacunación. ¿Por qué?

Para justificar esa decisión, AMLO recurrió a un discurso clasista que además de no ser atinado, sólo sirve para enmascarar su ineptitud para manejar la pandemia, la proveeduría de vacunas y su administración. Es admirable que estos trabajadores de la salud continúan en el frente de batalla, sin renunciar a su vocación de curar y sirviendo, un día sí y otro también, a quienes los necesitan. No se vale, no es correcto, no es justo. 

Twitter: @chuyramirezr
Jesús Ramírez Rangel

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