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Un macho patriarcal en Palacio
El movimiento feminista suele ubicarse dentro de lo que podemos llamar izquierda progresista. Desde ahí ha lanzado luchas e iniciativas diversas, por los derechos políticos, económicos y laborales de las mujeres. En los últimos 15 años la lucha de las mujeres en México, se consolidó de la mano del proceso democrático. Hoy protagonizan diversas luchas sociales motivadas por la violencia y los altos índices de que son víctimas: asesinatos, agresiones, acoso y abuso sexual físico o psicológico, abuso o discriminación laboral y muchos, muchos otros más.
Como muchos otros temas de la agenda pública, la lucha feminista permanece visible sólo lo que dura el ciclo mediático, y no se resuelven porque la impunidad en México alcanza un vergonzoso 99 por ciento. Lo hemos dicho hasta el cansancio: el sistema de justicia mexicano no sirve para nada.
Se comprende que el movimiento feminista endurezca sus posturas tácticas y estrategias. Las mujeres mexicanas suelen sufrir todo tipo de vejaciones, muchas de ellas en sus propios hogares; a otras les basta salir a la calle para vivir un acoso que puede alcanzar niveles de violencia extrema, sin que la autoridad resuelva nada. Mientras los políticos responsables, de ayer y de hoy, sencillamente las ignoran. ¿Sabrán qué hacer o decir al respecto, tendrán alguna idea para resolver tantos males; o simplemente no han podido?
El más reciente y visible episodio de esta dolorosa historia de lucha feminista la protagoniza el senador y virtual candidato morenista a la gubernatura de Guerrero, Felix Salgado Macedonio, acusado por varias mujeres de abuso sexual.
Cabe mencionar que las acusaciones no han abollado la “popularidad” de Salgado en Guerrero, donde se alista para contender con los colores de Morena por la gubernatura y donde se perfila también como casi seguro ganador. Precampaña y campaña avanzaron sin contratiempos hasta que sus acusadoras volvieron a levantar la voz y consiguieron que los colectivos feministas hicieran suya su causa.
Hace pocos días, Morena fintó el retiro de su candidatura, sólo para relanzar una encuesta y ponderar si le afecta o no la ola de indignación en el sentir popular. Sinceramente lo dudo. Una cosa es lo que sucede en Ciudad de México y otra muy diferente lo que ocurre en Guerrero, donde están mucho más arraigados los usos y costumbres machistas.
En la mañanera, López Obrador se subió al ring pidiendo a los guerrerenses que ellos decidan. Mas tarde, se mostró incómodo con el término “feminista”, motejándolo de moda importada. No deja de sorprenderme el estruendoso silencio de algunas dirigentes feministas de la vieja guardia, por lo general muy activas y visibles. Recuerdo el gran coraje con que exigían al PRI, a Fox y a Calde?on. Compartamos o no sus planteamientos, lo cierto es que no se escondían ni callaban como hacen hoy, supeditando su lucha, convicción e inteligencia a la voluntad del supremo líder. La actual lucha parece más auténtica, un movimiento de base, donde los liderazgos no logran consolidarse ni visibilizarse. Eso mismo es lo que le da tanta fuerza moral. Percibo además un cambio generacional muy marcado. Las personas de mayor edad que participan en este movimiento, parecen hacerlo desde su indignación por una persona desaparecida, violentada o asesinada.
Al Presidente no le gusta que le lleven la contraria, que lo corrijan o critiquen, no acepta que le señalen sus errores, tampoco busca delegar responsabilidades. Se siente y asume como depositario personal de pueblo y gobierno, motivo por la cual ni puede ni debe estar mal, de ahí su reacción cuando el movimiento feminista se atrevió a exigirle cuentas, la relación se dinamitó.
La “cultura” de impunidad e injusticia prevaleciente es un problema transversal que afecta todos los campos de nuestra vida en sociedad. Lo señalamos cuando el PAN entraba a su ocaso y su dirigencia nacional intencionó una ocurrente e inútil “comisión anticorrupción”, dizque para limpiar al partido de ese flagelo. Ahora Morena y la ciudadanía apuestan a lo mismo. Pareciera que la sanción para Salgado consistiría en que no sea el candidato; o que López Obrador rompa el pacto patriarcal y descobije a su amigo guerrerense. Se trata de sanciones políticas que dejan intacta la impunidad del presunto violador.
Pareciera que no acabamos de entender que la corrupción y en este caso, el presunto delito de abuso sexual no pueden resolverse en las comisiones de los partidos, instancias que no pueden ni deben tener atribuciones que son privativas de la Fiscalía y del Poder Judicial de Guerrero, tampoco puede atribuirse al Presidente de la República, por muy Tlatoani que sea.
El asunto se debe dirimir en las fiscalías y juzgados, así sean corruptas e ineficientes. Compete a las autoridades judiciales de Guerrero, por ahora no gobernado por Morena. Sólo ellas pueden investigar, juzgar y sancionar. Todo lo demás es grilla y demagogia. De hecho, esta opción pronto se cerrará porque los políticos sólo responden al ciclo mediático-noticioso y nuestro muy acomplejado Presidente responde, acciona y reacciona atento a las críticas y alabanzas que recibe. Mientras tanto, mujeres y hombres que las apoyamos, no creemos en un aparato judicial, que ha demostrado hasta la saciedad su ineficiencia. Triste panorama.
Dice un tweet de María Antonieta Mendivil @La_Mendivil, por el muro que montó López Obrador para enfrentar lo que se supone será una gran manifestación feminista: “No se confundan. Si fuera miedo, ya hubieran dejado a @FelixSalMac fuera de la candidatura y de Morena. Es una declaración: no las escuchamos, no las vemos, no nos importan”. AMLO sigue midiendo los límites de su popularidad en cada acción política que anteriormente hubiera parecido suicida. Hasta el momento sigue siendo inmune y la oposición partidaria, continúa desahuciada, deprimida, dispersa, dividida y sin rumbo.
Jesús Ramírez Rangel
Regresando a las Fuentes