El año en que vivimos en peligro

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El año en que vivimos en peligro

El anuncio de la pandemia a inicios de este trágico año nos sugirió un evento ajeno y sobre todo desconocido, pocos supusimos un encierro y el cambio de hábitos inmediatos en el convivir social y familiar.

La sorpresa asechó cual fiera salvaje y devoró rápidamente las endebles barreras y cercos sanitarios en una lucha dispareja en la que desde la autoridad no escuchábamos más que suposiciones y experimentos.

Como en las grandes tragedias de este país, la sociedad civil actuó y logró aprender de los caídos y al mismo tiempo fue generando sus conclusiones, pero otros tomaron el riesgo motivados por criminales acciones y consejos: “no es necesario usar tapabocas”, “la pandemia va a seguir la inmunidad de rebaño y desaparece”, “me cubre una barrera de honestidad”… y fueron cayendo.

Lo importante de este proceso de incertidumbre es la conclusión, saber ¿de qué manera seremos cuando esto termine?, ¿retornaremos con nuestros mismos vicios y maneras o seremos nuevos?

Savater explica el proceso de conformación de lo mencionado de una manera clara y, sobre todo, fácil de aplicar a nuestro deber ser: “Los seres humanos estudian por interés, para adquirir una destreza y utilizar algo o para ganarse la vida. Así el conocimiento más importante para saber vivir es distinguir lo que nos conviene (lo bueno) de lo que no nos conviene (lo malo). Sin embargo, en la vida no es tan fácil distinguir lo bueno de lo malo. Los únicos consensos de los seres humanos son que no estamos de acuerdo con todos y que nuestra vida depende en parte de nuestra voluntad. La voluntad, poder decir “sí quiero” y “no quiero”, es lo que nos diferencia del resto de los animales de la naturaleza. Esa voluntad, la capacidad de elegir es lo que llamamos libertad. La libertad también tiene dos condiciones. La primera es que no podemos elegir lo que nos pasa, pero sí cómo responder a lo que nos pasa. La segunda condición de la libertad es que ser libres significa intentar algo aunque no siempre logremos los resultados que queremos. Muchas fuerzas pueden limitar nuestra libertad (los fenómenos de la naturaleza, la enfermedad, la tiranía de otros seres humanos). No obstante, somos libres. Algunas personas no creen en la libertad humana porque no quieren asumir la culpa o las consecuencias de sus acciones (otro siempre tiene la culpa de lo que nos pasa). En resumen, los seres humanos siempre pueden considerar más de una opción a un evento. A esa consideración de opciones, esa distinción entre lo bueno y lo malo de una opción, le llamamos ética”.

Kennedy, en su toma de protesta como Presidente de Estados Unidos, mencionó: “No te preguntes qué puede hacer tu patria por ti, sino qué puedes hacer tú por la patria”. Esto es que la suma de todos los comportamientos “buenos” logrará una conciencia social y también obras, leyes, autoridades y naciones con excelentes resultados.

La paradoja de los tiempos ha inmiscuido a diversos actores que fueron forjando la conciencia cívica, hombres de entereza moral, de valor civil, de principios que legaron algo más que palabrerías y demagogias.

El profesor Tierno Galván esbozaba en sus innumerables apuntes: “Es difícil ser bueno y fuerte a la vez. Y por lo común cuando más fuerte se es menos razón se tiene”.

El comportamiento cívico requiere el respeto de los valores básicos de la vida: bien, justicia, verdad y armonía, empezar con ellos ya llevará su ganancia entonces.

Después, traducir esto a nuestro común vivir en casa, con los vecinos y los compañeros, llevando el tatuaje de estos simples principios: vivir honestamente, no dañar a otros, dar a cada uno lo suyo, respetar la naturaleza y si esto no es mío debe ser de alguien más. ¿Sencillo se lee?, entonces: ¿qué estamos esperando para lograrlo?, el paso es sólo uno y es el de nuestro regreso. Un 2021 de esperanza y realidad, de salud y entusiasmo, de lucha firme y cortes, de unidad familiar y amor a todos ustedes.