Palabras de ayer: Sarao

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Palabras de ayer: Sarao

Sarao: Fiesta nocturna con baile y música. Esta palabra la conocí a mediados de los 50’s en las páginas de sociales del “Sol del Norte”, y me remite a un tiempo en que Saltillo fue una ciudad rica en eventos musicales, con músicos y orquesta de gran calidad, tanto locales como foráneas, y con un buen número de recintos para la realización de estas actividades.

Acuden a mi memoria lugares como las sociedades “Zarco de Artesanos”, “Obreros del Progreso”, “La Acuña”, “Caballeros de Colón”, “El Casino de Saltillo”, el “Club de Leones”, “La Universidad Panamericana” de Cuquita Galindo —la de las gringas—, y el “Club Campestre”, sin olvidar a las terrazas del “Ateneo Fuente” y del “Tecnológico de Saltillo”. Esto sucedió durante las décadas de los 50 y los 60s. La radiodifusora XEKS la más antigua de Saltillo, fue también recinto de grandes conjuntos musicales, con actuaciones en vivo.

Los protagonistas de estos saraos fueron grandes músicos, agrupados en orquestas como las de Lorenzo Hernández —quien se sublimaba cuando alternaba con las de fuera—, la “Comparsa Internacional” integrada por José Luis Iga —director—, Enrique Iga, los hermanos Johnny y Fernando Herrera, Pepe Grajeda, Javier Joch, José de la Cruz, Armando González y Roberto Febre, “El Cubano”.

Esta agrupación durante varios años amenizó la posada tradicional del “Club de Leones” en el mes de diciembre, alternando con Juan Torres.

Después de triunfar en Saltillo y en la región, esta comparsa se trasladó al “Patio”, el famoso centro nocturno de la Ciudad de México, donde alternaron entre otros, con el famoso músico brasileño Sergio Méndez. A propósito del “Cubano”, durante un tiempo habitamos una casa de renta en nuestros años de estudiantes en el Tecnológico de Monterrey, Jesús Castilla, Santiago Palacios, mi hermano Carlos y quien esto escribe. Cuando ensayaba, Roberto se encerraba en el baño para que las notas el saxofón no causaran molestias.

Otro músico de la época fue don Pompeyo Sandoval, director de la banda de música del gobierno el estado, la que amenizaba las serenatas en la Plaza de Armas. Años después destacó la orquesta de Aarón López.

Mi amigo Freire Serna, que me proporcionó valiosa información para este artículo, me contó sobre aquella noche memorable, que ha quedado grabada en la memoria de los jóvenes graduados, cuando las terrazas del “Ateneo Fuente” vibraron bajo los acordes de las orquestas de Chuck Anderson —que acompañó a Enrique Guzmán en sus grandes éxitos, como “Cien Kilos de Barro” —, Alfonso Morquecho, “La Comparsa Estudiantil de los Toppers” y la “Club 45”, local, esta última.

Esta memorable jornada tuvo lugar el 18 de junio de 1965, y las orquestas no recibían anticipo, se les pagaba a la mitad del baile con los ingresos de la taquilla. Por su parte, en el Tecnológico de Saltillo, hicieron época las presentaciones de los conjuntos de Mariano Mercerón y de Luis Arcaraz, orquesta esta última que llegó a ser considera la cuarta mejor del mundo. Este talentoso músico perdió la vida en un accidente sobre la carretera 57 cerca de Matehuala, el 1 de junio de 1963.

Otras bandas de gran calidad fueron “Alma Latina”, la “Comparsa Estudiantil de San Luis Potosí” y la “Orquesta de la Provincia de Beto Díaz” con sus bailes con lleno a reventar en el “Club de Leones”. Este artista también perdió la vida en un accidente carretero, igual que Homero Guerrero de los “Cadetes de Linares,” unos años antes.

Mi estimada amiga Angélica Zertuche y su esposo, hicieron el favor de invitarnos a mi esposa y a su servidor a un baile amenizado por este notable músico de Fresnillo para festejar un aniversario familiar; fue una velada muy agradable que disfrutamos ampliamente.

Recuerdo con satisfacción la noche de mediados de la década de los 90 cuando en el Patio Español de la Sociedad “Manuel Acuña” bailamos un buen número de saltillenses al compás de los alegres acordes de la “Sonora Santanera” antes de que esta agrupación se dividiera.

Estas veladas musicales fueron el reflejo de una época que le tocó vivir a nuestra generación, tal vez el dinero no sobraba, en cambio, no había fin de semana sin bailes con música en vivo, lo que fue toda una maravillosa experiencia que por suerte logramos disfrutar.

Estos recuerdos nos permiten olvidarnos un poco del terrible COVID-19, siendo una especie de bálsamo para conservar nuestra salud mental.