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Coloraturas
La ópera también tiene velocistas; son aquellos cantantes capaces de cubrir en poco tiempo una cantidad enorme de notas. Esa granizada de escalas y arpegios que se cierne sobre nuestros tímpanos lleva el nombre de coloratura. Así como la facultad de correr los cien metros planos en diez segundos está reservada no sólo a los que más entrenan sino a los que, además de ello, poseen cualidades físicas y mentales específicas, la habilidad de cantar con precisión las coloraturas también está reservada para algunos.
Para muchos, la actual e indiscutible reina de la coloratura es la romana Cecilia Bartoli, quien domina el repertorio pirotécnico escrito por Vivaldi, Porpora, Caldara y toda esa pléyade de compositores barrocos que derramaban chorros de tinta sobre el pentagrama, garrapateando semicorchea tras semicorchea, demandando del intérprete una capacidad respiratoria propia de un compresor y una velocidad laríngea equiparable a la de las piernas de Aquiles.
No eran malvados Vivaldi ni Porpora, simplemente aprovechaban la sofisticación técnica a la que habían llegado los cantantes del siglo XVIII, en particular los castrati. Fuera del debate ético sobre la castración con fines artísticos, el desarrollo vocal propiciado por los castrati tuvo un influencia definitiva en el posterior curso del canto operístico. El belcanto de principios del siglo XIX es heredero directo de su arte, y parte de su arsenal técnico era precisamente la coloratura.
Mozart, Rossini, Verdi y muchos otros poblaron los pentagramas con coloraturas. Cada uno las utilizó a su manera, otorgándoles distinta significación en el abstracto mundo de la melodía. A veces connotaban risa, llanto o ansiedad, a veces bravura o felicidad, todo según lo exigiera el contexto dramático y el ámbito emotivo.
Pero ya escucho rechinar la lápida de Wagner, quien desde su sepulcro me grita: Nein, Alejandro, ich nicht! Cierto, Richard, ni tú, ni Puccini ni muchos otros escribieron coloraturas; hay estilos dramático-musicales incompatibles con ella.
La coloratura es uno de los recursos virtuosistas del canto, y su función es tanto deleitar como asombrar. ¿Te gusta la velocidad? Pues anda, Cecilia Bartoli espera tu click de salida para lanzarse cómo bólido sobre el aria Cadrò, ma qual si mira de Francesco Araia.