‘¡Tengo la culpa!’

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‘¡Tengo la culpa!’

Hace unos días recibí un mensaje de una adolescente con un gran sentimiento de culpa y remordimiento al haber contagiado de su familia de COVID-19: “Maestro, no puedo con mi culpa. Hace algunas semanas les pedí permiso a mis papás de ir a dormir a la casa de los papás de una amiga. Mis padres me dieron permiso, pero con la condición de que no saliera de la casa. Pero mi plan era ir a una fiesta. Nadie usaba cubrebocas, todos tomamos y como la música estaba muy fuerte teníamos que hablar fuerte y muy cerca uno del otro. A los cinco días me sentí un poco mal y con algo de temperatura. Dos chavos que fueron a la fiesta estaban contagiados y sabiendo no les importó ir y mezclarse con todos. Más de 10 nos pegaron el virus.

Le dije a mi mamá que fue algo que comí. Sin creerlo tuve contacto con mis papás, mis hermanos y abuelos.  Los contagié. Uno de mis abuelos falleció y mis papás estuvieron muy graves y fueron hospitalizados. Me he encargado de ellos, de la casa y de mis hermanos. Ha sido un infierno y ya no puedo vivir esta culpa. Siento que engañé su confianza. ¿Qué hago?”

En las últimas semanas se ha disparado en más de un 300% de contagios entre adolescentes y jóvenes. Observo cada vez más reuniones y fiestas “clandestinas” donde la mayoría de los papás desconocen en dónde y qué están haciendo sus hijos. Muchos de ellos expresan ya una desesperación su encierro y están angustiados que su único tiempo de juventud y diversión lo están perdiendo por la pandemia: “Maestro, ser joven ocurre una sola vez en la vida y la estoy desaprovechando” o “No es justo. Nada, ni nadie me va a impedir que viva mi adolescencia.” Comprendo que este encierro nos está afectado a todo y más a los adolescentes y jóvenes. Su vida y salud emocional se centra en sus amigos, compañeros y redes sociales. Sin embargo, muchos de ellos se sienten invulnerables y que nada les va a pasar. Probablemente su riesgo sea menor, pero son portadores directos en su familia (padres, abuelos y tíos) y ellos sí tienen mayor peligro de sufrir consecuencias negativas severas y hasta la muerte. Entiendo que muchos papás son engañados por sus hijos y van a reuniones a escondidas. Procuren supervisarlos un poco más. Pero no comprendo a otros papás que saben que sus hijos van o, peor tantito, son organizadores en sus casas de estas reuniones. ¿Qué sucede? ¿Es más importante evitar el enojo del hijo o rechazo que el contagio? Por muchos años he señalado la debilidad de muchos padres que permiten que menores de edad consuman alcohol en casa y ahora permiten reuniones, primeras comuniones, cumpleaños, quince años de chicos que no les importa contagiarse o contagiar a los demás ante la complacencia de los adultos. Sé que es difícil ir contracorriente, pero las consecuencias son peores. La mayoría de los adolescentes no tienen la capacidad de resistir sus deseos y tentaciones y está disfrutar el placer por encima de cualquier consecuencia que puedan tener en sus malas decisiones. Papás seamos fuertes y digamos “NO” ante cualquier permiso que nuestros hijos estén o pongan a los demás en riesgo.