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El Presidente y el Secretario de Hacienda no escuchan a Zedillo ni a Carstens
No pudieron haber hecho mejor mancuerna ni lograr una sincronización tan perfecta el Presidente López Obrador y el Secretario de Hacienda Arturo Herrera, para acosar y fustigar al sector financiero del país.
Primero la ocurrencia del responsable de la política financiera y económica, quien en plena Reunión Anual de Consejeros Regionales de BBVA Bancomer cuestionó que la banca no esté prestando como debería. Un par de días después, en su conferencia matutina, el Presidente solicitó públicamente al Banco de México reducir el costo del dinero, pues a su juicio, las personas no solicitan créditos a los bancos debido a las altas tasas de interés.
En suma, la presión desde Palacio Nacional se intensificó hacia el sistema bancario del país. Mientras López Obrador, lo ve como un problema de demanda de crédito, Arturo Herrera lo enfoca como un problema de oferta.
No obstante, el diagnóstico más sensato de esta problemática provino del Presidente de la Asociación de Bancos de México Luis Nuño de Rivera, quien como respuesta a los comentarios de Herrera, afirmó que más bien el problema radica en que las empresas y las personas no solicitan crédito como medida de prudencia.
Pero más allá de los desacuerdos que se alcanzan a percibir en torno a las causas de está problemática, lo que en realidad si debiera de encender las alarmas, es que desde Palacio Nacional no se quiera escuchar las advertencias que han realizado semanas atrás tanto el ex Presidente Ernesto Zedillo, como el actual Director General del Banco de Pagos Internacionales, Agustín Carstens.
Ambos personajes con sobrada experiencia en la materia y con todas las credenciales necesarias, han sido muy claros en relación con el peligro potencial que un recrudecimiento en la actividad económica se traduzca en la imposibilidad de los agentes económicos en cumplir con sus compromisos con la banca y una eventual quiebra de algunas entidades del sistema financiero.
Como lo señalan los expertos en la materia, estamos entrando a una segunda ola de contagios y rebrote de casos de COVID-19, por lo que pensar en un nuevo escenario de confinamiento y restricciones en varias actividades económicas, no debería concebirse como algo descabellado.
Ante tal escenario, la anémica actividad económica del país ya no resistiría más y las profecías de Zedillo y Carstens se harían en realidad. Y si eso llegase a suceder, el tamaño de la crisis que hemos visto hasta ahora no sería nada, comparado con lo que vendría.