Relatos y retratos de Saltillo: Las pulquerías y sus encantos

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Relatos y retratos de Saltillo: Las pulquerías y sus encantos

Tradición. Puertas tapiadas de la pulquería La Tina Verde, dejó de operar a mediados de las años setenta; estaba al sur de la ciudad, en la Loma Trozada. CORTESÍA
Vivieron auge y decadencia en un corto tiempo, pero dejaron recuerdos perdurables

Los tlaxcaltecas, vecinos del antiguo pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, fueron quienes trajeron e iniciaron la plantación de los magueyes pulqueros, para la obtención del aguamiel y la elaboración del fermentado llamado pulque o neutle.

La producción y consumo del pulque tuvo un fuerte despegue durante la época virreinal; sin duda durante los primeros años del México Independiente la cultura del pulque permeó muy fuerte en el gusto de las clases populares, posiblemente por tratarse de una bebida netamente de origen mexicano.

A tan solo unos años de la Independencia de México, la región experimentó un cambio que transformaría las vidas de los habitantes de la villa de Santiago del Saltillo y el pueblo de San Esteban; mediante un decreto el Congreso del Estado se elevó la villa del Saltillo a rango de ciudad, la disposición contempló también el cambio de nombre de la comuna, se impuso el nombre de la heroína insurgente de Leona Vicario, de igual manera el antiguo pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, de la noche a la mañana se transformó en Villa Longuín.

Siete años más tarde las dos poblaciones fueron unidas en una sola entidad llamándola Saltillo. La unión de las dos localidades trajo consigo una acelerada mezcla cultural.

Entre los varios productos de herencia tlaxcalteca se encontraba fuertemente posicionado el pulque. La venta del elixir de Mayahuel, deidad creadora del maguey, empezó a florecer desde la década de 1830, se comercializaba principalmente en ferias y eventos al aire libre, pero serían en las calles donde el pulque encontró su mejor nicho para su venta, esta actividad involucraba a un buen número de hacendosas mujeres que recorrían la ciudad de arriba a abajo.

Con el pretexto de una mejor regulación la autoridad municipal hubo de prohibir la venta y consumo en la vía pública, obligando a los comerciantes a establecerse en locales fijos. Las pulcatas abrían desde las 12:00 del día hasta la madrugada, si excedían las horas de servicio que marcaba el reglamento, tenían que pagar contribuciones por horas extras.

EXCESOS Y VIOLENCIA

Desde siempre las pulquerías fueron protagonistas de todo tipo de escándalos y riñas, que muchas veces terminaban en tragedia. Los vecinos frecuentemente acudían a la autoridad con querellas para pedir la clausura o reubicación de las pulcatas. Reproduzco un argumento de quejosos vecinos “Por esas calles transitan muchas familias, lugar de las pulquerías, escuchando frecuentemente obscenidades y ven escenas inapropiadas de esos establecimientos”.

Ante los constantes embates en contra de las pulquerías por parte de sociedad y autoridad; en 1928 se constituyó la Sociedad Cooperativa de Pulqueros de Saltillo, cuyo fin era el rescate de la industria del pulque en Saltillo.

Por el antiguo camino a General Cepeda llegaban los volúmenes más importantes de aguamiel, por aquel antiguo y tortuoso Camino Real arribaban burros con botes de aguamiel, iban y venían a puntos como Rincón de los Pastores, Llanos de la Unión, Palma Gorda, por ser las sedes de los principales magueyales.

Es muy probable que el último lugar de la ciudad donde se elaboró y vendió pulque, fue en La Tina Verde, localizada al sur de la ciudad, muy cerca de la iglesia Nuestra Señora del Refugio, asentada en el 2482 de la privada Loma Trozada. La propietaria fue la potosina Josefa Méndez, quien vivió 106 años, a su muerte por la década de los 70, se cerró un capítulo de la cultura del pulque en esta ciudad.

Mi agradecimiento a la cronista e historiadora Esperanza Dávila Sota, por revelarme el nombre de lo que fue la última pulquería, igualmente al fotógrafo Juan García Olvera por información e imágenes.